5ta con 5ta en La Frontera

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LA Network
22 junio, 2019 - Ética Ciudadana

Lo fronterizo es “malo”, la periferia es “exclusión” y la exclusión es “vulnerabilidad” y también es lo “transitorio” porque es de paso, “una estación hacia lo definitivo o importante”. Nos referimos acá al discurso hegemónico donde el centro se plantea como lo estable, lo ideal y estar en el centro es estar totalmente incluido, ser normal, es un privilegio. El centro también tridimensional de una pirámide, entonces lo que está en las orillas también está abajo.

En Colombia además le tuvimos miedo a la orilla y construimos la capital lejos del mar, de los puertos y de los extranjeros y a Medellín cerca de las minas o lejos de donde pudiera llegar el fiscalizador Estado central. Eso hizo que los centros tuvieran mucho de aislamiento, creando un correlato extraño donde había que representar al otro como el alejado y crear unas condiciones de poder donde el otro está lejos de lo que es naturalmente aislado.

Con la frontera se intenta afianzar una idea que -por no tener ninguna evidencia- es bastante irracional o histérica: “somos mejores que los extranjeros y los del país vecino”, un asunto que raya en el humor de no coger malos hábitos o no contaminarnos de los otros.

Pero hay otra idea, otra forma de verlo, probablemente contracultural: cuando el sistema está en crisis, cuando hay un agotamiento, la periferia marca la alternativa, es fuente de inventiva, es retaguardia o resistencia para separarse del centro y finalmente mover los ejes. La frontera puede inventar un nuevo nosotros en expansión.

Cúcuta y Pasto contaron durante un tiempo con la ventaja de vivir el olvido de la clase política central, pero luego los aviones y las telecomunicaciones facilitaron que el abandono tuviera solo las desventajas de la ausencia de inversión pública. Así como Medellín tuvo que construir sus barrios sin Estado o a pesar del Estado, en Cúcuta se crearon las relaciones binacionales sin gobierno y sin políticos.

5ta con 5ta fue una de las organizaciones que inauguró el 25 de mayo Frontera Morada en Cúcuta. Frontera Morada es un espacio para jóvenes venezolanos y colombianos. Otra vez una pequeña forma de corregir las soluciones políticas que casi nunca funcionan.

5ta con 5ta es música, pero quizá tuvieron que empezar vendiendo gorras y ropa, luego fueron estudio de grabación, luego grafiti, activismo solidario y por último pedagogía. Chowi fue el primer profesor de grafiti, María C una de las organizadoras fundamentales y Ahiman un bailarín de “quiebres” que tuvo que empezar con el merengue que le enseñaban las vecinas y que -en medio del despiste o del exceso de pragmatismo- estudió contabilidad.

Conocimos a 5ta con 5ta por los ojos de Ahiman y descubrimos que 5ta con 5ta fue donde se crió, aún la casa de la mamá. Lo vimos dando clases a una niña de diez años que dijo por primera vez ese día que él era su mejor amigo, vimos a la gente pidiendo la canción Ciudad Frontera y referenciado por otros artistas como el artista más importante en Cúcuta y como el compositor de la canción que más identifica a la ciudad.

Se trata de Mi Ciudad II, pero casi nadie se acuerda del nombre que él le puso, rebautizada por la gente como Ciudad Frontera no le reclaman que Mi Ciudad 1 no exista o se haya compuesto antes la 2 que la 1.

 

Sabemos que esto es frontera y usted compra la gasolina muy barata en Venezuela. Buseta no hay, tocó pirata. Diviso algunos rapers en el NatiLand. Después de las Américas y un retén de Policía y esconderme mi moneda, soy persona precavida. Bienvenido a este portón de la frontera. Un saludo a las madres solteras, no nos matemos por banderas.

5ta con 5ta es dueña de la frase de “Las Fronteras son Mentales” y creadora del Festival de Hip-hop Del Norte Bravos Hijos. Son símbolo fecundo de que Cúcuta ya es un lugar para quedarse, pero desde el de donde romper fronteras, ya no más un lugar de paso. De hecho, con las huellas del grafiti y con el registro del festival de Hip Hop Cúcuta se empieza a reinventar desde sus propias orillas como un encuentro nacional y latinoamericano de artistas.

Cuando le preguntamos a Ahiman por una Latinoamérica imaginada por artistas, primero dice que no puede ser solo por artistas, segundo que no hay nada en la realidad que no exista antes en la imaginación y tercero que tiene que ser sin fronteras. Como pedagogo se imagina escuelas donde primero esté la identidad latinoamericana antes que la de cualquier país, quizá le entendamos que las banderas imposibilitan una identidad con todos los colores, nutrirse realmente del otro.

“Veo a Latinoamérica con tantas heridas, con tanto dolor, pero con tanta alegría, pero con tanta esperanza en querer seguirlo haciendo hermano (…). Es como alguien que sigue soñando en medio de toda la dificultad… (…) y que te da unas luces increíbles y unas cosas tan hermosas… pero en un momento te puede frustrar tanto”

A Ahiman le sirven más las imágenes que la retórica para pensar en Latinoamérica, muchos colores y mucha amplitud, sin que deje de reaparecer, interrumpir y exigir las heridas y el dolor.

Lo primero que escuchó Ahiman que parecía rap fue en la Televisora Regional del Táchira. No existía todavía el Chavismo, pero sí el mismo himno nacional que a la espera de esa música mágica terminó aprendiendo.

Los cucuteños parecen incapaces de odiar a los venezolanos, tienen clara la memoria del flujo en el otro sentido durante décadas y además no pueden amputarse una parte de su árbol de afectos -familiares, amigos, amores en el otro lado de la raya-. Los artistas no solucionan problemas como los entienden los técnicos o los demagogos, los artistas no trabajan con los falsos dilemas, no se enfrascan, no son fáciles de atrapar en un sólo tono, como tampoco en una sola emoción. Así como necesitan toda la paleta de colores, el miedo les dura minutos, la rabia segundos, los entusiasmos son de muchos tipos y las curiosidades abarcan largas horas. El artista es ejemplo de que donde hay curiosidad no puede haber desprecio.

La única razón para tener fronteras es el miedo y el miedo es siempre una incapacidad. La frontera se vuelve un atajo cuando no había más camino y cuando insistimos en mantener el atajo en vez de construir caminos, son necesarios los estereotipos que permiten las generalizaciones y los prejuicios para temer al otro ya deformado.

La gente valiente, fuerte y creativa no necesita fronteras porque puede aportar en cualquier lugar y resolver cualquier espacio, no se tiene que aferrar a ningún territorio, sino que va atesorando historias y amigos a donde vaya.

Los artistas pueden enseñarnos a ver una frontera como una posibilidad porque pueden ampliar el foco y ver un continente, saltar y recordar humanidad, como quien en vez de sacar un concepto más bien dice mamá o madres y acaba con la discusión. Un saludo a las madres solteras, solteras de patria o de patriarcado.

Cuando Ahiman se crió a tres cuadras de la casa que fue bautizada como Frontera Morada las pandillas creían que los muchachos de un barrio eran de ellos y los del otro sus enemigos. Ahiman sentía fascinación por los muchachos de la pandilla y también un poco de miedo, pero necesitaba aprender el “Quiebre”, el baile de Hip-hop que todavía no sabía que se llamaba break dance, pero el que más sabía era del otro barrio. La curiosidad lo llevó a romper la frontera entre esos dos barrios que definían y redefinían un par de pandillas enfrentadas.

“El artista rompe y te saca” -dice Ahiman- y la frontera es una de las cosas que el artista no quiere dejar quietica, no quiere dejar de tocar, de editar, rayar.