El Papa Francisco se ha inspirado en la figura de San Francisco de Asís para convocar al mundo en la protección del medio ambiente. Habla de la ecología humana para definir el vínculo inseparable y de dependencia que hay entre el hombre y la naturaleza. Un discurso de fe amparado en las evidencias científicas sobre el cambio climático y que posa sus ojos en las ciudades como escenarios inmediatos de atención.
“Creo que Francisco (de Asís) es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología… En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.” Así explicó Jorge Mario Bergoglio en su encíclica Laudato Si, las razones que lo llevaron a escoger el nombre de Francisco para su pontificado. Primero los pobres y luego ese interés de acentuar el imperativo ético de cuidar la “casa común”, como llama a la Tierra en su encíclica, todo un tratado sobre la ecología humana.
Y es que cuidar el ambiente significa eso, una actitud de ecología humana. Para el Papa no se puede decir que “la persona está aquí y el Creato, el ambiente, está allí. La ecología es total, es humana. Eso es lo que quise expresar en la Encíclica “Laudato Si”: que no se puede separar al hombre del resto, hay una relación de incidencia mutua, sea del ambiente sobre la persona, sea de la persona en el modo como trata el ambiente; y también, el efecto de rebote contra el hombre cuando el ambiente es maltratado”, explicó en 2015 el líder religioso a más de 70 alcaldes del mundo a los que convocó por primera vez en la historia para concretar un compromiso en la lucha contra la esclavitud moderna y el cambio climático.
Sabe Francisco cuando habla de calentamiento global que la salud de las personas está en juego. Asuntos como la contaminación del aire y el agua son para él objeto de preocupación. “La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras. Se enferman, por ejemplo, a causa de la inhalación de elevados niveles de humo que procede de los combustibles que utilizan para cocinar o para calentarse. A ello se suma la contaminación que afecta a todos, debida al transporte, al humo de la industria, a los depósitos de sustancias que contribuyen a la acidificación del suelo y del agua, a los fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agrotóxicos en general. La tecnología que, ligada a las finanzas, pretende ser la única solución de los problemas, de hecho suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros”, llama la atención.
Pero para el Papa venido de Latinoamérica no es el asunto meramente ambiental el que debe observarse. Quizás el mayor desafío es el humano, el social. “¿Qué sucede cuando todos estos fenómenos de tecnificación excesiva, de no cuidado del ambiente, además de los fenómenos naturales, inciden sobre la migración? Sobre todo me refiero al agro o la trata de las personas en el trabajo minero, la esclavitud minera todavía es muy grande y es muy fuerte. Y lo que significa el uso de ciertos elementos de lavado de minerales – arsénico, cianuro- que inciden en enfermedades de la población. En eso hay una responsabilidad muy grande. O sea que todo rebota, todo vuelve. Es el efecto rebote contra la misma persona.”, explica el Pontífice.
El Papa urbano
Francisco también ha explicado en diversos escenarios que el estrecho vínculo entre ecología y ser humano se materializa en los centros urbanos. “Una de las cosas que más se nota cuando el ambiente, cuando la Creación, no es cuidada, es el crecimiento desmesurado de las ciudades. Es un fenómeno mundial, es como que las cabezas, las grandes ciudades se hacen grandes, pero cada vez con cordones de pobreza y de miseria más grandes, donde la gente sufre los efectos de un descuido del ambiente”, afirma.
En esta misma dirección, está involucrado el fenómeno migratorio. “¿Por qué la gente viene a las grandes ciudades, a los cordones de las grandes ciudades, las villas miseria, las chabolas, las favelas? ¿Por qué arma eso? Simplemente porque ya el mundo rural para ellos no les da oportunidades. Y un punto que está en la encíclica (Laudato Si), y con mucho respeto, pero se debe denunciar, es la idolatría de la tecnocracia. La tecnocracia lleva a despojar de trabajo, crea desocupación, los fenómenos desocupatorios son muy grandes y necesitan ir migrando, buscando nuevos horizontes”, argumenta el Pontífice.
El Papa también denuncia con firmeza un elemento cada vez más cotidiano en la vida de las ciudades y es la desesperanza entre los habitantes de las urbes. Una desesperanza que compara con el desierto. “¡Cuántos desiertos en las ciudades, cuántos desiertos en la vida de las personas que no tienen futuro!, porque…siempre existen prejuicios, temores -exclamó-. Y estas personas tienen que vivir y morir en el desierto, en la ciudad”. Miremos “las caras de las personas cuando van por la calle: están preocupados, cada uno encerrado en sí mismo, faltan sonrisas, falta ternura”, señala.
“El desierto es feo, sea el que está en el corazón de todos nosotros, sea el que se encuentra en las ciudades, en los suburbios. Incluso el desierto que se encuentra en los barrios residenciales”, reflexiona el Papa.
Para enfatizar en esta reflexión, Francisco advierte que “en las ciudades es frecuente el abandono de ancianos y enfermos. ¿Podemos ignorarlo? Nuestras ciudades deberían caracterizarse sobre todo por la solidaridad, que no consiste únicamente en dar al necesitado sino en ser responsables los unos de los otros y generar una cultura del encuentro.”
Es por eso que para el Papa Francisco, el trabajo para construir ciudades humanas, solidarias, inclusivas, está en el compromiso de los alcaldes de las ciudades. A aquellos con los que se reunió en el Vaticano en 2015 se los dejó muy en claro: “Esta conciencia si bien sale del centro hacia las periferias, el trabajo más serio y más profundo, se hace desde la periferia hacia el centro. Es decir, desde ustedes hacia la conciencia de la humanidad. La Santa Sede o tal país, o tal otro, podrán hacer un buen discurso en las Naciones Unidas pero si el trabajo no viene de las periferias hacia el centro, no tiene efecto. De ahí la responsabilidad de los síndicos, de los intendentes, de los alcaldes de las ciudades.”, advirtió.
Atacar la incultura
Por último, el Papa Francisco acude a las palabras del teólogo y filósofo Romano Guardini, para explicar la necesidad de generar esta transformación y conciencia sobre la naturaleza a través de la cultura.
“Él (Guardini) habla de dos formas de “incultura”: la incultura que Dios nos entregó para que nosotros la transformáramos en cultura y nos dio el mandato de cuidar, y hacer crecer, y dominar la tierra; y la segunda incultura, cuando el hombre no respeta esa relación con la tierra, no la cuida, el hombre se apodera de esa cultura y la empieza a sacar de cauce. O sea, la incultura: la saca de cauce y se le va de las manos y forma una segunda forma de incultura: la energía atómica es buena, puede ayudar, pero pensemos en Hiroshima y en Nagasaki, cómo se convirtió un avance de la cultura en una segunda forma de incultura”, sentencia Francisco.