La noche del 19 de septiembre muchos tuvimos el privilegio de dar cobijo a familiares o amigos cuyas viviendas resultaron dañadas por un descomunal terremoto.
Sí…Otra vez 19 de septiembre…Y apenas un par de horas después de haber llevado a cabo un simulacro en conmemoración del otro terremoto… El de 1985.
Quienes llegaron a mi casa se quedaron apenas unos minutos…Justo los necesarios para dejar a sus hijos y se fueron corriendo. Y no, no fueron a recoger ropa o a ver cómo había quedado el edificio en que vivían…Son dueños de una cafetería y hacia allá se dirigieron para vaciar su bodega y llevar toda la comida que pudieron reunir a la cercanía de las zonas que ya se veía que presentaban afectaciones.
Días después, ya en medio de intensos trabajos para atender la emergencia, me enteré de que una pareja de jóvenes que desde el primer momento se integró a las actividades, en realidad había llegado en busca de ayuda porque su edificio había quedado muy dañado, pero al ver la emergencia se olvidaron de sus problemas y a partir de ese momento se dedicaron a construir las bases de datos que en gran medida hicieron posible atender las angustias de muchos otros.
De pronto, en medio de esos terribles y activos momentos encontré a un colombiano que se había sumado a la tarea de revisar daños en edificios…No tenía donde dormir y solo la ropa que tenía puesta…Pero el caso es que durante los siguientes días no se despegó un solo momento de un puesto que él mismo decidió tomar.
Y como éste inolvidable hermano colombiano había otros más que habían llegado de diferentes lugares de México y el extranjero, para sumar brazos y talento a los esfuerzos.
Mucho se ha hablado de solidaridad y heroísmo…Y mucho más se tendrá que hablar.
Este nuevo terremoto debe ser ocasión para convertir muchas añejas frustraciones urbanas, en una nueva forma de entender los procesos de hacer ciudad.
Al igual que pasó en 1957 y en 1985, este nuestro gran terremoto provocará ajustes regulatorios, pero, sobre todo, provocará nuevos fenómenos urbanos, muchos de ellos resultado de complejos procesos sociológicos, pero muchos otros que deberán ser resultado de una visión de ciudad debidamente traducida en planeación, regulación y gestión urbanas.
Tenemos que replantar la ciudad
Y esto que ya venía sonando en el discurso y que se había quedado sobre todo en la buena voluntad de la política federal, tendrá ahora que bajar a nivel de cancha para implementarse en realidades que construyan ciudades consolidadas y resilientes.
La ciudad fue herida gravemente… Y es por esa gravedad que no basta con trabajar para minimizar sus cicatrices, sino que lo procedente es sumar esfuerzos y voluntades para modelar verdaderos proyectos integrales de ciudad.
Guardemos luto, sintámonos orgullosos por este primer esfuerzo y asumamos el compromiso de volver a levantar nuestra ciudad y hacerla mejor.
Horacio Urbano
Arquitecto y presidente de Centro Urbano