Después de varios días de lluvia en la provincia de Buenos Aires, no es extraño encontrar en la prensa nacional noticias e imágenes de campos anegados en la cuenca del río Salado.
No llamaría tanto la atención si no fuera porque en esta zona al sur de Buenos Aires se produce el 25% de la carne y grano de Argentina. Y es que, por su geomorfología totalmente llana, en esta área del país los procesos de drenaje después de las lluvias son muy lentos, así que los campos permanecen inundados durante meses y los daños en la producción agropecuaria son cuantiosos.
Cosechas arruinadas, ganado afectado, productores damnificados y millones de pesos en pérdidas. En el 2001, dos millones de hectáreas resultaron afectadas, lo que se tradujo en pérdidas de US$700 millones en el sector agropecuario. En el 2015, se produjeron daños de similar magnitud en lo que ha sido el mayor evento de lluvia registrado hasta la fecha.
A productores y autoridades les preocupa la tendencia ascendente en frecuencia e intensidad de estos fenómenos, que viene siendo observada desde hace 30 años. Los productores más veteranos también recuerdan el impacto devastador de las sequías de los años 50; y las últimas en 1999 y 2007, que redujeron en hasta dos tercios la productividad media de los cultivos, poniendo en evidencia la fragilidad de esta valiosa cuenca de la pampa argentina.
Aumentar la resiliencia de la cuenca del Salado en la provincia más productiva de Argentina resulta esencial y estratégico. Por eso en el año 1999, la provincia de Buenos Aires, con apoyo del Banco Mundial, elaboró el Plan Maestro Integral del Río Salado, que sienta las bases para reducir los impactos de las inundaciones, mejorar el desarrollo económico de la cuenca y preservar el medioambiente de la zona.
Desde entonces la provincia de Buenos Aires viene implementando el plan con obras de ampliación del cauce principal del río para favorecer los procesos de drenaje, una tarea faraónica de miles de millones de dólares, que permitirá reducir el impacto de las inundaciones una vez se draguen los 500 kilómetros de cauce principal y se realicen intervenciones similares en canales secundarios y terciarios.
Ahora, con un nuevo proyecto de la provincia, también con respaldo del Banco Mundial, avanzarán las obras de adecuación del cauce del río Salado en otro tramo de 34 kilómetros, además del mejoramiento de puentes y el fortalecimiento institucional que son clave para poder realizar una gestión sostenible de las inversiones en infraestructura y reducir el riesgo hidrológico.
Los trabajos institucionales de este proyecto ayudarán a enfrentar desafíos existentes tales como la falta de información sobre el funcionamiento hidráulico de la compleja red de canales del Salado, el impacto del cambio climático y los distintos usos del suelo que afectan la hidrología l y otros aspectos ambientales. Además, este programa invertirá en una red hidrometeorológica, parte de un sistema más complejo de alerta con herramientas de predicción de eventos extremos. Estos instrumentos permitirán a los productores tomar decisiones mejor informadas en sus actividades agropecuarias al mejorar su entendimiento de los riesgos hidrológicos.
Así mismo, se reforzará la estructura institucional de gestión, desde la revisión de la normativa de funcionamiento de la Autoridad del Agua, pasando por el desarrollo de herramientas de planificación hidrológica y operación de canales, hasta el refuerzo de comités de cuenca y usuarios, dotando a estos de la representatividad adecuada y empoderándolos para la gestión eficiente del recurso.
Por último, el proyecto ayudará a la provincia a poner en valor los humedales del Salado, como activos ambientales importantes, a través del desarrollo de un plan de gestión para su conservación.
El desarrollo de estas medidas de gestión sostenible, junto con la obra en el cauce principal, contribuirán a un Salado más resiliente, lo que permitirá desarrollar su potencial económico a través de la mitigación de los impactos climáticos y la conservación del patrimonio ambiental.