La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible propone ciudades, propone la creación de urbes inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles.
Es tiempo para la reflexión sobre el futuro de los centros urbanos, con más urgencia que nunca. Los recientes desastres naturales que han azotado al planeta, algunos de ellos agravados por el descuido humano en el uso de los recursos que Natura, por oposición a Fortuna, nos legó, se convierten en alertas que deben ser atendidas con el debido sentido de inmediatez.
Hablar de hábitat en un ecosistema es referirnos al espacio que garantiza las condiciones para la supervivencia. Pero, sobre todo, la perpetuidad de una especie (comunidad), de lo cual se desprende la relación vital entre recursos y uso de los mismos para garantizar habitabilidad ecológica. Esto es lo que denominamos sostenibilidad. Aquello que permite el desarrollo de las actividades propias de la vida en asentamientos humanos saludables desde una perspectiva planetaria.
Hoy, las ciudades recogen los frutos de la cosecha humana. En ellas, se observan las consecuencias de la falta de conciencia ante el reto que significa desarrollar urbes: asentamientos deprimidos, problemas de contaminación de recursos, más riesgos naturales y territoriales, problemas de salud pública y profundas limitaciones para responder a las catástrofes.
Estamos ante desafíos demográficos, ambientales, económicos y culturales, fruto del traslado acelerado del mundo rural al urbano, el manejo indiscriminado de los recursos y la mala política de ordenamiento territorial, que han generado consecuencias catastróficas por la desconexión, la inequidad, la contaminación y la vulnerabilidad de la tierra.
La urbanización inteligente significa el desarrollo de entornos saludables con transporte y energías sostenibles, consumo responsable, mayor espacio público, mejor manejo de recursos y ciudadanía consciente. El desarrollo de centralidades que permitan mayor eficiencia en la distribución de servicios públicos, así como la garantía protectora del cuidado del aire, el agua y la tierra. Todos estos temas son prioridades para gestores públicos, empresas, academia, sociedad y ciudadanos corrientes.
Comprender el fenómeno de urbanización como algo alejado del ámbito íntimo de cada ciudadano es asumir que otro tendrá que resolver los problemas, un ‘otro’ difícil de identificar, porque cada parte de la sociedad deberá preguntarse por su rol en estos desafíos.
Los efectos de una equívoca concepción de hábitat producen ciudades entrópicas e insostenibles, se nota en la pobreza conceptual y material de las viviendas, los barrios y las infraestructuras, así como la respuesta insuficiente ante los desastres naturales que, más bien, deberían ser llamados desastres socio-naturales pues de por medio, en la mayoría de los casos, está la mano del hombre.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible propone la creación de urbes inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles. Y la reflexión sobre el hábitat en concreto quiere recordar al mundo que todos tenemos el poder y la responsabilidad de tejer el futuro de nuestras ciudades y promover garantías para viviendas adecuadas para todos, y más que viviendas, comunidades.
Todo esto requiere volver a conectarnos con lo ancestral, nuestra relación con la tierra, sentirnos parte más allá de los metros cuadrados en los que vivimos y reconocer que “la tierra es la casa de todos”.
Claudia Restrepo
Exvicealcaldesa de Medellín
Columna publicada originalmente el Diario Portafolio (Colombia)