El profesor de la University College of London está empeñado en promover el diseño desde el humano y no desde las estructuras con base en un complejo modelo científico.
¿Cómo funcionó la audición humana cuando fue cazador en las sabanas africana hace miles de años, tal vez millones? ¿Y cómo funciona ese mismo sistema auditivo en medio de la maraña de edificios de Manhattan?
Preguntas como esas son las que se responde el ingeniero civil y profesor de la University College of London, Nick Tyler, quien visitó la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín (Colombia) gracias a la gestión de la Facultad de Diseño Gráfico y la Maestría en Urbanismo de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la institución.
Allí compartió sus puntos de vista sobre la ciudad sostenible diseñada desde el ser humano, que por cierto, indica el profesor, encierra en su diseño unas características de funcionamiento que le permiten relacionarse con el entorno, un entorno que ha cambiado drásticamente mientras nuestra fisiología y psicología no.
“Más o menos hace 250 años empezó la Revolución Industrial en Inglaterra y tuvo como característica llevar a los seres humanos de las áreas rurales para trabajar en las ciudades que requerían más personas y ese es el inicio de la ciudad como una concentración de personas para hacer algo económico”, indicó el investigador.
Aclaró que si bien desde hace 10 u 8 mil años existían ciudades, ellas se erigieron para compartir recursos y más atrás, hace 40.000 años, el ser humano vivía en la sabana e invitó a reconocer que estamos diseñados para esa sabana. “Tenemos en la sabana un horizonte muy amplio sin estructuras verticales y nuestro sistema de visión, por ejemplo, está diseñado para encontrar un objeto en la distancia para definir si ese objeto me puede comer a mí o yo puedo comerlo a él”, explicó.
Eso mismo ocurre con el sistema auditivo y demás características de diseño humano: 220° de campo de visión horizontal, 135° de campo de visión vertical, más o menos 360° de campo de audición, sensibilidad olfativa, sistema háptico (todo el cuerpo como un órgano sensitivo) y capacidad de rápido análisis multisensorial.
“Tenemos esta capacidad de mirar hacia lo lejos, mayor que la de mirar a lo alto ya que en la sabana no hay estructuras para mirar hacia arriba. Pero ahora no vivimos en la sabana sino en ciudades”.
Tyler recordó que más de la mitad de los humanos vive en ciudades. En la sabana esa capacidad auditiva de 360° interactuaba distinto, pero las ciudades hoy están llenas de estructuras verticales, “hay muy poco cielo y en relación con la audición, está llena de superficies duras que afectan el sonido; entonces estamos viviendo en un modelo de estrés pues fuimos diseñados para un entorno y estamos viviendo en otro”.
En ese sentido el ingeniero e investigador comentó que ante la imposibilidad del ser humano de evolucionar de la misma manera en que lo hacen las ciudades, debemos diseñar estas últimas para que se adapten a nuestros sentidos y así utilizar esas destrezas de mejor manera.
Para ejemplificar citó el caso de las personas en situación de discapacidad que permanentemente se confrontan con sus capacidades frente a las que ofrece la ciudad. “Debemos responder con un modelo de ciudad, un entorno que ofrezca capacidades, mejorar la relación entre las capacidades proporcionadas y las requeridas”.
Aunque aceptó que su modelo es muy científico, pero recordó pensando en ciudades como Bogotá, Buenos Aires o Londres, que se está diseñando en contravía de lo que requieren las personas.
Su propuesta de modelo que confronta el modelo convencional (ver imagen) tiene en la base “cómo percibimos, luego cómo funciona el cerebro, luego los sentidos, después pensamos el diseño urbano, después pensamos en dónde ponemos la ingeniería y la arquitectura, después la planeación y entonces sí pensar en la vista estética general de la ciudad”.
En ese orden de ideas, Tyler señala que en ese modelo de diseño de ciudades es necesario pensar incluso a una escala que tenga en cuenta aspectos como la distancia en la que las personas se relacionan. Teniendo en cuenta, según Tyler, que el espacio íntimo de una persona son 40 centímetros y menos; el personal entre 40 centímetros y un metro: el social entre 1.2 y 3 metros y el público entre tres y 8 metros; estos parámetros deben servir como insumos para el diseñador.
“Si pensamos en el diseño de una plaza pública, debemos alentar a la gente al intercambio social allí, facilitar el cómo se escuchan, se ven, pensar en el clima, pensar en andenes que permitan el flujo, espacios sociales”.
Por ello, en la actualidad el profesor adelanta investigaciones en el Laboratorio de Accesibilidad Peatonal y Movimiento Ambiental en University College of London que cuenta con un simulador de estación de metro para estudiar los flujos de subidas y bajadas y cómo desde su modelo puede mejorar el entorno y la comodidad para las personas.
En sus reflexiones el ingeniero aborda dimensiones de diseño a tener en cuenta como el tiempo. “Pensamos el tiempo como una línea pero realmente es un ciclo y esto es importante porque las personas que tienen más edad tienen más experiencia pero menos paciencia y eso influye en la conciencia de la ciudad como cuando esperamos el paso del bus en un paradero”.
Finalmente, Tyler concluyó que es necesario para el desarrollo de las ciudades en la actualidad, retornar a la ciencia e integrar las demás disciplinas al diseño y la planificación de ciudades más humanas, sostenibles y que reduzcan el estrés que hoy caracteriza las relaciones entre el hombre y un entorno que no piensa en él.