Durante los últimos años la agenda feminista ha logrado posicionarse con fuerza en nuestras sociedades en un esfuerzo por revertir las brechas de género presentes en todas las esferas de la vida social. Fundamental ha sido poner en evidencia la división sexual del trabajo, ya que a partir de ella es que producimos y reproducimos inequidades hacia las mujeres.
Es muy necesario que la movilidad de personas dialogue con el feminismo dado que es la única manera de relevar los perjuicios que sufre la mitad de la población. Es preciso poner atención a las prácticas sociales de los viajes pues es allí donde se conjugan las necesidades y deseos de desplazamientos y las estrategias que despliegan las personas para lograrlo.
Dichas prácticas sociales del viaje son distintas en hombres y mujeres; mientras ellos realizan desplazamientos largos y monofuncionales, las mujeres realizan desplazamientos cortos y multipropósito y son las mayores usuarias del transporte público. En relación a ello se puede observar que los viajes que se generan por concepto de “movilidad del cuidado”, a cargo de mujeres, superan en cantidad a los generados por motivo de estudios, además son viajes que mayoritariamente no se realizan en hora punta, con la consiguiente pérdida de tiempo en espera del transporte público en la parada.
Es importante reparar no sólo en las cantidades de los viajes en el transporte público y privado de las mujeres, sino que también en la calidad de ellos, para esto los estudios de movilidad deben poner el foco en las actividades que generan los viajes, la experiencia de los trayectos y sus consecuencias para las mujeres.
Las mujeres actuales cumplen roles en lo productivo y en lo reproductivo, además de los roles comunitarios y políticos, es aquí donde la mujer debe combinar sus responsabilidades y desarrollar estrategias para gestionar el tiempo entre múltiples actividades y desplazarse. Cuando la mujer hace ingreso al mundo laboral mantiene sus labores reproductivas a costa de mucho estrés y costos personales, por lo general es ella quien adecua sus horarios solicitando entrar más tarde o salir más temprano del trabajo. Por ello, en conjunto con debatir y concientizar, debemos modificar las relaciones previas existentes entre los géneros para hacer transformaciones sociales en lo público y en lo privado.
Del mismo modo, cuestionarse la dominación y herencia del patriarcado en temas de movilidad de personas también debe considerar el acoso callejero que sufren los cuerpos de las mujeres y aquellos devenidos en femeninos. Las formas de acoso hacia las mujeres mayoritariamente ocurren en el transporte público y en los espacios públicos; y el tipo de acoso y nivel de agresión varía cuando se trata de mujeres LGTBI, esto puede constatarse en el hecho que las mujeres trans sí son acosadas, mientras que los hombres trans no. Como sociedad tenemos que cambiar la forma de mirar el cuerpo de la mujer como sujeto y no objeto (de acoso verbal, de violencia sexual). En el espacio público se reproduce la hostilidad para “mantenerte o devolverte a tu lugar”, es por ello que muchas mujeres salen con miedo al espacio público, incluso algunas deciden salir menos o no salir de sus casas.
Ahora más que nunca la planificación urbana y del transporte tienen la tarea y la oportunidad de reconocer que la ciudad puede mejorar de forma importante si atendemos los desplazamientos de las mujeres debido a que son quienes cuidan la ciudad y a sus personas, por tanto es deseable responder a las interrogantes sobre ¿quién se mueve, cómo se mueve, con quiénes, en qué horarios? El urbanismo tiene que hablar con el género y el feminismo para cumplir la máxima de “construir ciudades inclusivas para todos”.