El 83 % de ellas es de estratos 1 y 2, y el 78 % de 3 y 4, en su mayoría provenientes de regiones rurales y que llegaron a la capital del país en medio de procesos migratorios, voluntarios o forzados, en dos periodos: 1952-1967 y 1968-1983.
Bogotá, la capital colombiana, a pesar de tener ya el tamaño de una megaciudad, conserva prácticas tradicionales que evidencian la conexión entre lo urbano y lo rural, inevitable cuando se trata de una urbe nutrida por la inmigración. Un estudio sobre agricultura urbana es un buen ejemplo de esa realidad.
El estudio desarrollado por el ingeniero agrónomo Diego Ricardo Rodríguez, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), evidenció además que las mujeres de estratos 1 y 2 son las que más reutilizan residuos orgánicos en el proceso de compostaje, práctica que reduce hasta en un 68 % la problemática de basuras en la ciudad.
“Varias de ellas indicaron que al practicar la agricultura urbana mantienen viva la herencia cultural de trabajar la tierra, labor ejercida por sus ancestros. De esta forma reivindican las prácticas agrícolas aprendidas en el campo”, comenta el investigador.
Para su estudio, el ingeniero Rodríguez se valió de una base de datos de agricultores urbanos trabajada por el Jardín Botánico de Bogotá, con la cual elaboró un sistema de información geográfica en el que ubicó las huertas urbanas y creó el diseño estadístico.
Luego, en la fase de campo, seleccionó una muestra de 96 agricultores urbanos, entre ellos líderes, profesores y directivos del Jardín Botánico y de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Corpoica), a quienes se les practicó una encuesta estructurada y una entrevista semiestructurada.
Por último se procesó y analizó la información obtenida, por medio del “análisis de correspondencias múltiples”, una metodología estadística que mostró tendencias por estratos sociales de agricultores urbanos. También se usó el programa SAS para trabajar los resultados de las encuestas, y el programa de análisis cualitativo Atlas.ti para las entrevistas.
En los estratos 1 y 2 existe una mayor tendencia a la práctica de la agricultura urbana, con 71 %, mientras que en los estratos 3 y 4 es del 23 %, y en 5 y 6 del 2 %. Estos resultados obedecen a que en los estratos 1 y 2 se encuentran más personas procedentes del campo.
Abonos orgánicos y aguas lluvia
“Hay un rescate de la agricultura tradicional del campo previa a la revolución verde, es decir al uso de plaguicidas, en el que se controlan los insectos y las enfermedades de las plantas sin estos productos, se practica la recuperación de abonos y semillas relacionadas con la agrobiodiversidad y se intercambian historias de vida y conocimientos”, indica el ingeniero Rodríguez.
En su labor, las agricultoras consultadas entienden la importancia de la madre naturaleza y sus aportes, por eso el 89 % de ellas (de estratos 1 y 2) recolectan agua lluvia y el 82 % utiliza abono orgánico. En los estratos 3 y 4, entre tanto, el 78 % aprovecha el agua lluvia y el 70 % trabaja con abono orgánico.
“Si bien la agricultura urbana no genera grandes volúmenes de alimentos, aquella fracción que produce está representada en hortalizas y frutas. Esta producción es consumida especialmente por quienes las cosechan, aunque hay quienes aprovechan una porción muy pequeña para comercializar”, señala.
A diferencia de la revolución verde, solo el 4 % de las agricultoras urbanas de estratos 1 y 2 utilizan fertilizantes, y el 11 % plaguicidas. La razón es que muchas de ellas consideran nocivos los insumos de la industria química, tanto para la tierra como para la salud.
El ingeniero concluye que estas prácticas no solo rescatan los saberes ancestrales y del campo, sino que procesos como la elaboración de compost reducen la problemática de las basuras en Bogotá, por el uso en un 68 % de residuos orgánicos en los estratos 1 y 2, y de un 43 % en 3 y 4.
Agencia de Noticias UN