Una investigación de la red global de ciudades C40 señala que por lo menos 2 mil 500 millones de personas en 1650 ciudades experimentarán para el año 2050 dificultades de acceso a los alimentos. Se prevé que el suministro de alimentos de los cuatro principales cultivos mundiales (maíz, arroz, soja y trigo) disminuirá por lo menos en un 10 %.
Si usted le pregunta a un alcalde cuál es la tasa de mortalidad infantil o de homicidios muy seguramente le dará la respuesta exacta. También se la dará sobre cuántos kilómetros de vías tiene su ciudad o cuántos vehículos ruedan por las calles. Pero si le pregunta cuántas toneladas de comida necesita diariamente para la seguridad alimentaria de sus ciudadanos dificilmente sabrá decirlo. Ni tampoco sabrá a ciencia cierta de dónde viene la mayoría de alimentos que se consumen en su territorio. La verdad es que no es un tema prioritario para quienes gobiernan en las ciudades, pero debería empezar a serlo.
Lo primero es que aunque las ciudades albergan a más de la mitad de la población mundial, muy pocas producen lo que consumen. Y lo más inquietante: se prevé que el calentamiento global provocará una disminución del rendimiento de los cultivos en muchos lugares del mundo y estas disminuciones afectarán inevitablemente la seguridad alimentaria de las personas que habitan las urbes.
El cambio climático golpea la producción agrícola y la seguridad alimentaria urbana de varias maneras. La sequía y las precipitaciones que no están alineadas con la temporada de cultivo agrícola pueden ocasionar escasez de agua, que a su vez ocasiona malas cosechas y aumenta los precios de los alimentos. Esto tendrá, en opinión de los expertos, consecuencias especialmente negativas para las poblaciones de más bajos ingresos.
Un estudio reciente financiado por el Grupo de Liderazgo Climatico C40, que reúne a cerca de 100 ciudades de todo el mundo, ratifica tal escenario a partir de un índice que representa el número de personas que viven en ciudades dentro de una nación y la disminución proyectada de lluvias necesarias para los cuatro grandes cultivos alimentarios: maíz, arroz, soja y trigo.
Los resultados reflejan un escenario preocupante: por lo menos 2 mil 500 millones de personas en 1650 ciudades experimentarán para el año 2050 dificultades de acceso a los alimentos, ya que se prevé que el suministro nacional de los cuatro productos mencionados disminuirá por lo menos en un 10 %.
51 ciudades de todo el mundo, según la investigación de C40, serían las más frágiles ante este escenario, 10 de ellas en Latinoamérica: Bogotá, Caracas, Curitiba, Medellín, Ciudad de México, Quito, Río de Janeiro, Salvador, Santiago y Sao Paulo.
Por supuesto, se espera que las poblaciones urbanas aumenten, especialmente en los países en desarrollo, entre hoy y 2050. En consecuencia, las estimaciones sugieren que la producción agrícola deberá aumentar entre 50 y 60 % para proporcionar alimentos suficientes para 2050.
La preocupación mayor de los investigadores es que los consumidores urbanos pobres son extremadamente sensibles a las variaciones de los precios causadas por los impactos climáticos en la producción y/o distribución de alimentos, esto porque rara vez producen sus propios alimentos.
De darse un aumento de precios, las familias pueden verse obligadas a limitar la cantidad o calidad de los alimentos consumidos, lo que representaría un enorme impacto negativo para la salud humana. Es probable que las mujeres reciban el peor golpe porque representan el 70 por ciento de los 1300 millones de pobres en todo el mundo. En este caso en particular de la alimentación, las mujeres son especialmente propensas a reducir la ingesta de alimentos para favorecer a otros integrantes de la familia, si la comida es escasa y costosa.
Escenarios de disputa y conflicto
El informe pone de relieve que en un mundo donde el cambio climático tendrá impactos más significativos e impredecibles en todas partes, y donde aumentará la competencia por los recursos hídricos, la disminución de las cosechas, el consumo interno y las exportaciones agrícolas, los sistemas urbanos de suministro de alimentos podrían verse enfrentados a una escasez de alimentos.
Tal escasez podría hacer inevitable el surgimiento de conflictos, de acuerdo con la investigación de C40. Y hay antecedentes que no hacen exagerado ese escenario: cuando el precio de alimentos básicos como el trigo, el maíz y el arroz aumentó sustancialmente entre 2007 y 2008, provocó disturbios en muchos países. En Bangladesh, por ejemplo, miles de trabajadores se amotinaron cerca de Dhaka y también hubo protestas en por lo menos otros quince países de África, Asia y América del Sur (como Argentina y Perú), debido al aumento de los precios de los alimentos.
Una ruta para evitar y aminorar los impactos futuros de este asunto es el aumento de la agricultura urbana, la necesidad de establecer nuevos conceptos de diseño urbano y el desarrollo de planes locales que reconozcan la agricultura urbana como una forma de uso de la tierra aceptada, permitida y fomentada.
Si bien las ciudades deben asumir un papel de liderazgo en la coordinación de este cambio en la agricultura en relación con la ciudad, la participación de los gobiernos regionales o nacionales es clave ya que pueden abordar la agricultura y la planificación del uso de la tierra a mayor escala, facilitar el acceso al financiamiento y desarrollar políticas regionales que acompañen las estrategias en las ciudades, para así garantizar los cuatro pilares de la seguridad alimentaria (disponibilidad, accesibilidad, utilización y estabilidad).