Sin ciudadanía sostenible no habrá ciudades sostenibles

Sin ciudadanía sostenible no habrá ciudades sostenibles

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Waldir Ochoa
27 octubre, 2018 - Ética Ciudadana

Sin ciudadanía sostenible no habrá ciudades sostenibles
Foto: Thomas Bjornstad / Unsplash

Tuve la oportunidad de asistir a la Conferencia Habitat III en la ciudad de Quito en 2016, donde los líderes de los países, las ciudades y la sociedad civil se reunieron con un propósito, con una convicción: diseñar una hoja de ruta consistente para atender el enorme desafío que supone la urbanización acelerada del mundo.

Y es que hoy el 54 % de los habitantes del planeta vive en ciudades. Y para 2050 se espera que sea entre un 70 y un 75 %. En el caso de América Latina, este porcentaje es ya hoy del 80 %. Por ello fue de un gran valor en ese momento la promulgación de la Nueva Agenda Urbana (NAU), un documento rector para el desarrollo de ciudades sostenibles y compactas, la preservación del medio ambiente y la recomposición de los asentamientos informales.

Muchos puntos de la Nueva Agenda están relacionados estrechamente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a 2030. Uno de los ODS, el 11, busca trabajar precisamente por ciudades inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles.

En el Foro Político de Alto Nivel de Naciones Unidas, el  Informe de Síntesis ODS 2018 sobre Ciudades y Comunidades Sostenibles, se evidencia el estado actual de lo urbano en el ODS 11 y otras agendas relacionadas con las ciudades.

Quisiera hacer hincapié, entre todos los temas de este informe, en el que considero debe ser el mayor foco: el apartado de recursos medioambientales. Las ciudades ocupan apenas el 3 % del planeta, pero representan entre el 60 y 80 % del consumo de energía y el 75 % de las emisiones de carbono. Además la urbanización acelerada está ejerciendo presión sobre los alimentos, el abastecimiento de agua dulce, las aguas residuales, el aire y la salud pública. El medio ambiente es crucial en la ecuación urbana.

Y precisamente para hablar de ciudad sostenible, debemos, sobre todo referirnos a la acción y relación de los hombres que la constituyen, con su entorno y a la condición de subsistencia de dicho ecosistema.

Por eso en nuestro ejercicio colaborativo de comunicación para la sostenibilidad en LA Network, nuestra obsesión ha sido hasta ahora que nuestra comunidad de lectores entienda que difícilmente habrá un cambio en la realidad de nuestras ciudades, si no promovemos una verdadera consciencia en el ciudadano. Por eso reivindicamos la ciudadanía sostenible como un concepto superior, no abstracto, que necesariamente pase por el corazón de cada individuo, en su identidad, su relación con el Otro y su habitabilidad, para que desde allí trascienda a los diferentes ámbitos de la  comunidad.

Esa ciudadanía sostenible debe plantearnos cuatro retos esenciales: el cuidado de sí mismo en la cotidianidad, el reconocimiento del otro en la colaboración, la habitabilidad en armonía con el ecosistema y un aprendizaje sensible y constante.

Y permítame amigo lector explicar esto de una manera más simple: no podremos pedirle a una persona que cuide un árbol, un bosque, el arroyo que cruza al lado de su casa o que no salga todos los días en su carro a diésel, si esa persona no tiene primero una valoración profunda de sí mismo, de su cuerpo, de su salud, de su propia vida. Si no la tiene o no ha hecho conciencia de ello, difícilmente podrá hacerlo de su entorno. O peor aún: si no tiene respeto o empatía por otro ser humano, menos aún podrá hacerlo por ese medio ambiente que comparten.

Lo cierto es que para tener ciudades sostenibles, más allá de agendas globales, acuerdos, políticas, lo primero que debemos hacer es un proceso educativo, cultural, de movilización y de comunicación intencionada para promover la ciudadanía sostenible. Ciudadanos conscientes, empoderados de su valor como seres humanos, podrán ayudar a construir ciudades más humanas. Nuestro primer trabajo debe ser con las personas, con las comunidades. Bien lo dijo la más importante urbanista de todos los tiempos, la estadounidense Jane Jacobs: «No hay ninguna lógica que pueda ser impuesta a la ciudad; la gente la hace, y es a ella, no a los edificios, a la que hay que adaptar nuestros planes».