Un estudio explica por qué miles de residentes de Detroit (EE. UU.) rechazaron la siembra de árboles en esa ciudad. El caso es, sin duda, una referencia obligada para comprender lo que se debe hacer y no a la hora de plantar árboles urbanos.
Nadie pondría en duda los beneficios de la siembra de árboles en las ciudades: primero, proporcionan sombra, regulan la temperatura en los barrios y en especial en los centros atiborrados de asfalto, cemento y edificaciones que atrapan y concentran el calor. Y a esto habría que sumarle, desde la perspectiva de salud pública, que ayudan a descontaminar el aire, reducen la fatiga mental, el estrés y las conductas agresivas de las personas.
Pero incluso, algunas investigaciones en ciudades estadounidenses como Chicago han demostrado que los árboles ayudan a reducir la inseguridad, particularmente en los espacios públicos, toda vez que invitan a más personas a visitar estos espacios verdes y en esa medida, unas a otras se protegen y así evitan la acción de los delincuentes, que mayormente se aprovechan de los lugares solos o poco visitados.
En el caso de Latinoamérica, un estudio publicado en 2016 por los investigadores Fernando Carriazo y Jorge Tovar, de la Universidad de los Andes, valida este argumento, al demostrar cómo sembrar árboles en un área de la ciudad de Bogotá redujo la incidencia de hurtos. Un aumento de un 10 % de árboles en los 6 590 bloques en donde hubo siembra, tuvo una incidencia directa en la reducción de 1.34 hurtos por bloque en cada trimestre.
Es claro que los árboles son un sello distintivo de las ciudades vibrantes. Pero entonces, ¿por qué casi una cuarta parte de residentes en la ciudad de Detroit, rechazan la siembra de árboles en sus vecindarios? Ese es el misterio que la investigadora de la Universidad de Vermont, Christine Carmichael, resolvió en uno de los primeros estudios para explorar la oposición a los programas de siembra de árboles en las ciudades.
Mientras que ciudades como Nueva York o Los Ángeles se embarcan en importantes iniciativas de siembra de árboles, la investigación de Carmichael ayuda a explicar por qué 1 800 de los 7 425 residentes de Detroit, cerca del 25 %, presentaron entre 2011 y 2014 «solicitudes de no árboles».
En diálogo con LA Network, Carmichael señaló que la oposición en Detroit se debió principalmente a experiencias pasadas negativas con árboles sembrados en los barrios. “La población de Detroit bajó a más de la mitad y eso hizo que con la disminución en el recaudo de impuestos, el gobierno de la ciudad no pudiera destinar recursos suficientes para el programa de mantenimiento de árboles”, explica la investigadora.
Solo en 2014, época del estudio de Carmichael, Detroit tenía un estimado de 20 000 árboles muertos o peligrosos, luego de la contracción del programa de mantenimiento. Por eso las personas creían que la responsabilidad de mantener los árboles eventualmente caería sobre ellas. «A pesar de que es propiedad de la ciudad, vamos a terminar cuidándolos, solicitando los permisos y Dios sabe qué más tengamos que hacer», dijo una mujer entrevistada para el estudio.
A partir de allí surgieron otros interrogantes para los vecinos como “quién iba a garantizar que el árbol sembrado cerca de su casa sobreviviría, ya que algunas especies incluso se tornaban peligrosas y necesitaban atención, su mantenimiento era costoso y tenían miedo de que ese árbol sin cuidado no solo no luciera bien, sino que cayera en sus casas.”
Carmichael también descubrió que “las personas estaban molestas porque no fueron tenidas en cuenta a la hora de seleccionar el tipo de árbol o especie que se sembraba. Y decían: este es mi vecindario, en donde vivo, es justo que pueda escoger la especie de árbol a sembrar”. Como resultado, los residentes querían un mayor poder de decisión en esa selección.
Es así como la investigación muestra que las omisiones del gobierno local pueden hacer que los residentes rechacen los esfuerzos ambientales, en este caso, la siembra de nuevos árboles en las calles, que de otra manera serían de interés para la gente», afirma Carmichael
Lecciones aprendidas
El estudio de Christine Carmichael está llamando la atención de los planificadores de otras ciudades con la esperanza de aprender las lecciones de Detroit. Los gobiernos locales y organizaciones sin fines de lucro en Austin, Denver, Indianápolis, Sacramento, Toronto y Vermont han solicitado apoyo para implementar su investigación.
En opinión de Carmichael, para el caso de los gobiernos “ellos deben tener claro qué recursos van a destinar a estas labores, cómo las van a ejecutar, explicarlas claramente a los ciudadanos e incluso trabajar en alianza con entidades sin ánimo de lucro para el mantenimiento, pero lo que no puede suceder es que se convierta en una responsabilidad solo de los ciudadanos.”
Adicionalmente, advierte la investigadora, en Estados Unidos “las aceras son propiedad de la ciudad, pero la gente asume que ese espacio es propiedad de ellos y por ello hay que trabajar en procesos de socialización e involucramiento de los residentes para saber qué quieren y cómo se toman las decisiones con ellos también.”
Igualmente, hay que saber qué tipo de árboles se pueden sembrar en cada una de las zonas de una ciudad, ya que hay especies que no tienen nada que ver con la realidad ecosistémica del territorio y por eso se dañan o mueren muy rápido al no sobrevivir al ambiente urbano.
Para evitar errores pasados en el enfoque de siembra y mantenimiento de árboles de la ciudad, el personal de The Greening of Detroit, una organización sin fines de lucro contratada por la ciudad para plantar árboles, seleccionó especies de árboles que podrían sobrevivir en entornos urbanos y garantizó el mantenimiento de los árboles durante tres años después de la siembra.
Sin embargo, el grupo se basó principalmente en educar a los residentes sobre los beneficios de los árboles, pero no abordó las preocupaciones de la gente. «Al no dar a los residentes algo que decir en el programa de plantación de árboles, estaban recreando los mismos conflictos que habían estado ocurriendo en la ciudad durante mucho tiempo», asegura Carmichael.
Carmichael señala que los pasos simples, como permitirles a los residentes elegir entre qué tipo de árbol se plantará frente a su casa, pueden reducir las tensiones. Invertir más esfuerzos en la comunicación de seguimiento con los residentes que reciben árboles también ayudaría a garantizar que los árboles se cuiden y que los residentes no se sientan sobrecargados con el mantenimiento de los árboles.
Un hombre entrevistado para el estudio dijo: «He dejado varios mensajes. Mi árbol fue plantado en agosto pasado. A mi esposa le encantó. Me dijeron que volverían y lo regarían o fertilizarían. No he visto a nadie. Entonces, he estado haciendo lo mejor que puedo. ¿Qué debo hacer a partir de ahora?»
Al ser preguntada por si una ciudad no tiene recursos para la siembra y el mantenimiento de árboles, Carmichael responde que “en esos casos es aún más importante para las ciudades trabajar con entidades sin ánimo de lucro o fundaciones que pueden destinar o donar recursos para sembrar y mantener los árboles. Y acudir también a los vecinos, que pueden proveer algunos elementos como regar los árboles, para así distribuir entre todos las responsabilidades”
Lo cierto es que muchas ciudades estadounidenses han lanzado importantes iniciativas de plantación de árboles en los últimos años, como MillionTreesNYC, Grow Boston Greener, The Chicago Tree Initiative y The Greening of Detroit. Programas que ciudades latinoamericanas deberían imitar, eso sí, con la puesta en práctica de las recomendaciones derivadas de la investigación de Carmichael.