Una de las principales preocupaciones de este principio de siglo es de dónde vendrán los empleos. La preocupación es pertinente dadas las evidencias de que tecnologías como la inteligencia artificial, los robots y los servicios prestados de forma remota destruirán ciertos empleos. Hay estimaciones para todos los gustos. Pero independiente de la estimación, hay consenso de que el impacto será grande.
Pero lo que aún no está claro es cómo estas tecnologías afectarán a países con características distintas. ¿Habrá ganadores y perdedores? Este punto es importante, pues tiene implicaciones económicas, sociales e incluso políticas.
Parece que hay dos tipos de efectos de las nuevas tecnologías en el empleo. Por un lado, estarían los efectos en la creación y destrucción de empleos asociados al uso de tecnologías y servicios remotos. Se refieren, por ejemplo, al uso de inteligencia artificial en actividades fabriles y al uso de plataformas digitales de servicios.
Por otro lado, están los efectos asociados a la creación de empleos relacionados con el desarrollo, la gestión y la distribución de nuevas tecnologías y servicios. Estas tecnologías requieren verdaderos ejércitos de profesionales y técnicos especializados y actividades necesarias para gestionar y operar negocios con actuación global.
El primer efecto implica a los países que emplean tecnologías y servicios. El segundo se limita a los países que se han vuelto desarrolladores, gestores y distribuidores de aquellas tecnologías y servicios. Los efectos netos serían, por lo tanto, diferentes entre países.
Pero hay razones para esperar que los efectos netos serán aún más asimétricos. Primero, porque cuanto más globalizados e integrados estén los mercados de tecnologías y servicios, más los países desarrolladores, gestores y distribuidores se beneficiarán en términos de empleo, ya que muchos de esos negocios se gestionan de forma remota. Y, segundo, porque la comoditización digital está influyendo la geografía de las inversiones.
La comoditización digital se refiere a modelos de negocios que apuntan a popularizar el acceso y uso de tecnologías digitales y servicios. Más que ganar con la venta de una fábrica inteligente o con el acceso tarifado a una plataforma, el modelo mira el efecto-red y el efecto-plataforma y la comercialización de servicios especializados y licencias. Esto ayuda a explicar los precios relativamente bajos de cadenas de tecnologías sofisticadas, así como el acceso a servicios digitales.
Como estas tecnologías son ahorradoras de trabajo, están reemplazando actividades variadas en sectores manufactureros en países desarrollados que antes eran intensivos en trabajo. Esto ayuda a explicar el activismo industrial y el desplazamiento de inversiones en favor de los países desarrollados. Y explica otros dos movimientos: la formación de grandes centros de fabricación, tecnológicos, de servicios y de negocios en torno a algunas ciudades y transformación de las cadenas globales en cadenas regionales de valor.
De hecho, el vigor del mercado de trabajo americano está asociado a lo que ocurre en aquellas actividades. Datos de la Oficina de Labor Statistics muestran una alta y creciente demanda de ocupaciones tecnológicas, para las que ya se proyectan fuertes aumentos salariales.
En este contexto, parece razonable prever que los países en desarrollo se enfrentarán a desafíos para generar empleos. Uno de ellos está asociado a la sustitución de tecnologías por trabajadores, ya que la comoditización digital ya llegó incluso a países de ingresos bajos. Otro desafío está asociado con los efectos de la comoditización digital en la geografía de las inversiones en contra de aquellos países. Y un tercero está asociado al creciente consumo de servicios suministrados desde afuera.
Para América Latina, este debate es crítico. Al final, tenemos una población joven y con poca calificación y que todavía está creciendo a tasas relativamente altas. La región también convive con altas tasas de desempleo y de informalidad.
Si los bajos costos del trabajo ya no son tan eficaces para atraer a los inversores, ¿de dónde vendrán los puestos de trabajo?
Obviamente, la cuestión tiene matices por país. Pero, de forma general, hay muchas oportunidades de negocios asociados a beneficios de eficiencia, incluso beneficiándose de las materias primas digitales, inclusión de personas al mercado financiero y consumidor, obras de infraestructura e inversiones diversas en una agenda que requiere reformas micro y macro.
Pero si queremos dar a nuestros países un lugar en la economía global, será preciso considerar un rol más amplio de políticas que incorporen la región a la era digital y de servicios. Una de esas políticas es la industrialización de los sectores que tienen ventajas comparativas. Otra es el desarrollo de tecnologías, soluciones digitales y servicios globales asociados a esos sectores. Y otra, más importante, es la preparación de la próxima generación de trabajadores para un mundo crecientemente digital y de servicios.
La región ya ha demostrado que puede participar con éxito en la agenda digital como desarrollador, gestor y distribuidor. Ahora es necesario crear las condiciones para dar escala y alentar el desarrollo de nuevas ideas y negocios. Esto requerirá capacidad de elaboración e implementación de políticas. El camino será complejo, pero hacia allí debemos ir.
Columna publicada originalmente en el Blog Visiones de CAF