Preocupados por el medio ambiente y con un uso de los recursos naturales finitos, líderes mundiales reunidos en la Cumbre de la Tierra de 1992 firmaron una declaración en favor de la «sostenibilidad», concepto hasta entonces poco conocido. Luego, el término «desarrollo sostenible» se haría popular para referirse al desarrollo equilibrado entre medio ambiente, sociedad y economía. En consecuencia, se incorporó el término «crecimiento sostenible» y, más recientemente, Cúpula de la Tierra de 2012, usó el término «crecimiento sostenido» en alusión a los «Objetivos de Desarrollo Sostenible». Estos términos se han utilizado de forma intercambiable erróneamente, pues tienen definiciones diferentes y hay quienes hasta ven tensión entre sus objetivos.
El término crecimiento sostenible se refiere al patrón de desarrollo en un sentido amplio. El crecimiento sostenido se refiere al patrón de crecimiento económico caracterizado por una marcha persistente y poco volátil de la tasa de crecimiento. Esta es quizás la característica más distintiva entre los patrones de crecimiento. De hecho, las evidencias empíricas apuntan que el gran salto de renta de los países que hoy son economías avanzadas se produjo de largos períodos de crecimiento económico sostenido a tasas moderadas.
Crecimiento sostenido viene acompañado de un ambiente económico previsible y de menos incertidumbres, que son requisitos fundamentales para planificar, ahorrar, invertir y asignar recursos de forma eficiente. El crecimiento sostenido también viabiliza la consolidación de los beneficios del crecimiento económico, incluyendo áreas fundamentales como infraestructura, capital humano y programas sociales, lo que potencia los impactos del crecimiento y fomenta un círculo virtuoso de prosperidad.
Las evidencias también apuntan que un gran número de países tienen un crecimiento bastante volátil y marcado por períodos de aceleraciones seguidas por períodos de colapsos. Este patrón errático, de «vuelo de gallina», viene acompañado de incertidumbres y de poca previsibilidad, lo que estimula comportamientos especulativos, corto-placistas y no cooperativos que desorganizan la economía, afectan la productividad y tienen otras implicaciones económicas nocivas.
En estas economías, los beneficios económicos y sociales derivados de los períodos de aceleración tienden a perderse durante períodos de colapso y, cuando la economía vuelve a acelerar, hay que remar de nuevo para recuperar el terreno perdido antes de anhelar nuevos avances. Esto ayuda a explicar los lentos progresos económicos y sociales y las trampas de crecimiento en que esos países están metidos.
Los ejemplos más conocidos de patrón de crecimiento errático se encuentran en África subsahariana. Allí, parte de la explicación de los problemas económicos y sociales se debe a las fortísimas aceleraciones y a los fortísimos colapsos que llevan a la amarga combinación de bajas tasas medias de crecimiento con los maleficios de la alta volatilidad.
Parece haber factores económicos comunes asociados a patrones de crecimiento sostenido. Entre ellos están regímenes fiscales y monetarios sostenibles, políticas que favorecen el conocimiento y la tecnología, fomento a actividades que agregan valor y que inserta el país en la economía internacional, baja exposición a choques financieros exógenos, esfuerzos de ahorro y desarrollo de sistemas financieros eficientes.
Ejemplos de países ricos que persiguen políticas con esas características abundan. Este patrón de políticas tiene inspirado varios países asiáticos más recientemente y los vienen ayudando a crear las condiciones para romper con la pobreza y se convierten en economías prósperas.
En América Latina, muchos gobiernos están comprometidos con la agenda del crecimiento sostenible. Pero todavía hay trabajo por hacer en el área del crecimiento sostenido. En efecto, la región tiene un patrón de crecimiento bastante errático para estándares internacionales y la tasa media de crecimiento del PIB per cápita fue de sólo el 1,52 % en los últimos 50 años. A este ritmo, la región necesitó casi cinco décadas para duplicar la renta. Pero lo que más llama la atención es que las mayores economías de la región -Argentina, Brasil y México- están entre las que presentan patrones de crecimiento más erráticos.
Un ejercicio simple de simulación sugiere que, si la economía de la región hubiera tenido una crecida en los peores años de colapso a tasas igual a la tasa media de largo plazo, la tasa media de crecimiento habría sido del 2,23 % y no del 1,52 %. A dicha tasa, la renta per cápita sería hoy de casi un 40 % mayor. Por lo tanto, perseguir políticas que mitiguen riesgos de colapsos y promuevan el crecimiento sostenido debe ser un objetivo de política de la región. Las evidencias muestran que más importante que promover políticas que mide tasas de crecimiento aceleradas es promover políticas que alienten el crecimiento sostenida.
Los países de la región están enfrentando el doble desafío del crecimiento sostenible y sostenido, lo que impone a los gobernantes la tarea de combinar políticas públicas complejas. Después de todo, hay que reconocer que promover el crecimiento sostenible en un entorno de bajo crecimiento y una alta volatilidad no es una tarea políticamente trivial.
Se debe considerar, sin embargo, que el crecimiento sostenible y sostenido pueden ser caras de la misma moneda. Después de todo, crecimiento sostenido contribuye a lo sostenible porque, al perseguir la visión de crecimiento a largo plazo, el uso más equilibrado y eficiente de los recursos económicos y naturales.
Pero el crecimiento sostenible también contribuye al sostenido al promover el uso más racional y responsable de los recursos naturales y políticas de inclusión y alentar soluciones y tecnologías verdes que, al final de cuentas, rentables oportunidades de nuevos negocios. Por lo tanto, es razonable suponer que la promoción de uno tiende a venir acompañado del otro y que no habría necesariamente una tensión entre ellos.