La bicicleta: mi amiga urbana

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Pablo David Lebedinsky
21 octubre, 2016 - Movilidad

Durante mi niñez anduve en bicicleta por las calles de mi barrio, muy tranquilo y hace ya varias décadas, cuando aún no se hablaba de movilidad sustentable.
Luego crecí y fui dejando de andar en bicicleta ante el crecimiento de una ciudad que me abrumaba y ponía en peligro mi integridad física, y un día la abandoné completamente, casi sin darme cuenta.
Hoy ya soy adulto y padre de familia, y volví a agarrar la bicicleta hace algunos años y en la misma ciudad que un día casi me obligó a dejarla.
La bicicleta, ese medio de transporte tan simple y tan versátil, hoy se ha transformado en casi una obsesión para mí y no puedo dejar de usarla ni siquiera cuando el clima me juega en contra.
La bicicleta, que en modo fijo en cualquier gimnasio te hace entrar en calor, me ayuda a moverme en la ciudad con la comodidad de quien va al mercado a comprar verduras. Es verdad que la ciudad todavía no se adapta a mis exigencias urbanísticas, pero me hace sentir feliz.
La bicicleta, aún muy resistida por muchos, es sin lugar a dudas un medio de transporte que se sostiene solo. Es poner el pie sobre el pedal y moverse hacia adelante. No consume combustibles contaminantes y tampoco genera contaminación sonora, otro gran problema de la ciudad sin resolver.
La bicicleta, ese gran misterio de dos ruedas y del equilibrio perfecto, no para de sumar adeptos en todo el mundo y ese es un gran avance en la sociedad. Me siento muy a gusto salir a la calle y ver cada día más ciclistas dándole al pedal.
La bicicleta, que con su silenciosa marcha marca el camino a seguir, no tiene hoy enemigos que puedan opacarla, aunque me duele mucho ver y escuchar personas que todavía no entienden que lo que estamos haciendo es ayudar a que la gente viva mejor en las ciudades.
La bicicleta, sin ser un vehículo veloz, me lleva a todos lados en el menor tiempo posible sin que tenga que preocuparme por los atascos propios de quienes se mueven en auto, a pesar de que muchos de ellos aún creen que es la bicicleta la causante del deterioro paulatino de la ciudad.
La bicicleta, de mecánica simple y aunque casi no necesita mantenimiento, sigue a paso firme en su camino de redención ante una cultura automovilística muy instalada en la ciudad desde hace más de un siglo.
La bicicleta, con su parsimonia citadina, seguirá siendo el eje de mi activismo urbano que espero se vea reflejado en muchos otros ciclistas que día a día salen en bicicleta a trabajar, a pasear, a reunirse con amigos…siempre mejor en bici.
La bicicleta, si LA BICI, mi gran amiga urbana.