Por Carlos Moreno*
Pensar el crono-urbanismo significa preguntarse profundamente sobre lo que la ciudad propone a los habitantes para el uso de su tiempo de vida. La herencia del Fordismo, de un modo de vida basado en la fuerte especialización, con una vida urbana segmentada espacialmente, se traduce por el “robo” de lo más preciado para el hombre: nuestro tiempo útil.
Pero ¿de qué tiempo hablamos? Lo que constatamos es abrumador, porque es la propia noción del tiempo la que nos ha sido sustraída en favor de su única faceta visible, el tiempo lineal. Nos hemos convertido en prisioneros de la cadencia del reloj, que marca el ritmo de la vida urbana, con sus obligaciones que entrañan prisas casi permanentes. Ganar o perder tiempo se ha convertido en un problema urbano medible en fracciones monetizadas, una de cuyas formas nos es familiar con la famosa expresión «trabajar más, para ganar más«. ¿Pero es realmente ese, el único tiempo del que disponemos como forma de vida? ¿Una sutil pero muy real servidumbre, que nos parece elástica pero que en realidad debemos aceptar voluntariamente o por la fuerza para gestionar, ante todo, la necesidad?
De hecho, en la mitología griega, donde tenemos nuestras raíces, Chronos es un Dios que encarna el Tiempo, pero también es el Destino. Se une con la Diosa Anankè, la Necesidad. De sus tres hijos, el Caos representa lo inmanejable, el desorden, la desolación. Este tríptico de Tiempo lineal, Necesidad, Caos, ha llegado a ocultar las otras expresiones del Tiempo. Porque entre los griegos había otras dos encarnaciones del tiempo, mucho menos conocidas. El Kaïros, el tiempo del momento oportuno para la creación, el del instante donde cristaliza la acción, el de la profundidad del instante, y Aiôn, el de la fuerza de la vida, de la inmanencia, de la individuación, de la duración de vida ilimitada.
La crisis de nuestras sociedades predominantemente urbanizadas nos lleva a volver a las fuentes de esta noción del tiempo de vida. Frente al peligro climático, que amenaza la supervivencia misma de nuestra civilización de cara al final de este siglo y que ya perturba claramente nuestro estilo de vida; frente a la sexta extinción de la biodiversidad y sus consecuencias en nuestro medio ambiente, la vida urbana está en el corazón del problema, pero debe ser también la fuente de la solución. Tomar conciencia de la disociación existente entre el espacio y el tiempo es un paso clave para poder cuestionar en profundidad nuestros estilos de vida, producción y consumo, incluidos nuestros desplazamientos, grandes consumidores de tiempo lineal, que son solo un corolario. El desafío es por tanto comprender que el tiempo lineal, el Chronos, se ha llevado una gran parte de nuestra alma interior, la de nuestra humanidad, de nuestro aliento vital, el tiempo del Aiôn, que nos regenera, y al mismo tiempo, el de la llama creativa, del momento en que todo cambia cuando la creatividad está a nuestro alcance, de la oportunidad aprovechada para innovar, el tiempo del Kaïros.
La ciudad se convierte entonces en un lugar que podemos ver de manera diferente si nos ofrece la posibilidad de reencontrar estas otras dos dimensiones del Tiempo. Este es realmente el verdadero problema que se desarrolla actualmente ante nuestros ojos. ¿En qué ciudad queremos vivir? ¿Aquella que, de acuerdo con la forma de vida utilitaria actual, basada en la segregación y la separación entre el espacio y el tiempo de la vida, nos lleva a mantener las prisas, a vivir solo en un tiempo lineal agotador, que inevitablemente vacía su reloj de arena? ¿O, por el contrario, según otra forma de vida, que nos permite hacer visible el Kaïros, como momento de creación y reencuentro de nuestra humanidad con el tiempo del Aiôn, nuestro profundo aliento interno y social, dando otra dimensión a nuestras acciones? Esta ciudad, que propone una amplia gama de lugares posibles, supone otra forma de ofrecerse a nosotros. Desde un urbanismo funcional útil, el urbanismo de los usos adquiere su pleno significado. Cuando Ítalo Calvino nos interpela en las «Ciudades invisibles«, en este sublime diálogo imaginario entre Marco Polo y el emperador Kublai Khan, nos lleva por este camino: «Las ciudades, como los sueños, están hechas de deseos y temores, aunque el hilo de su discurrir sea secreto, sus normas absurdas, sus perspectivas engañosas; y cada cosa esconda otra. No disfrutas de una ciudad por sus siete o setenta y siete maravillas, sino por la respuesta que da a cada una de tus preguntas «.
Redescubrir una nueva convergencia entre el espacio y el tiempo va más allá del crono-urbanismo, porque en realidad se trata de encontrar el deseo de una ciudad de luchar contra los temores que engendra y que nosotros amplificamos. Es por eso por lo que son esenciales otros dos elementos, la cronotopía para hacer converger nuestros espacios y tiempos de vida, para hacer visible el discurrir de la ciudad, para comprender las reglas de la vida común y domesticar los lugares en los que vivimos. Es por esta proximidad por lo que podemos escapar del control del tiempo lineal, del Chronos, para encontrar los intersticios que hacen visible el Tiempo oportuno de la creatividad, el Kaïros.
Es en este enfoque donde encontramos el sentido profundo de la «ciudad de los 15 minutos«, de la ciudad de las proximidades, de la ciudad de las distancias cortas. Se trata de romper el ritmo del tiempo lineal, del Chronos, del cronómetro que mide, cuantifica y regula el uso de nuestro tiempo de vida. Es así como nos damos cuenta de que existen otros tiempos, el del Kaïros, de la creatividad, del vínculo con los demás, del descubrimiento de recursos, que eran invisibles y que se convierten en tantos momentos oportunos. Tantas oportunidades para aprovechar que en esta proximidad se hacen accesibles. Y este es, de hecho, el significado en latín, de Kaïros, Opportunitas, aprovechar cómo su encarnación alada nos lleva en un viaje, el del tiempo de la creatividad.
Es por eso por lo que también la ciudad de los 15 minutos es lo opuesto al aislacionismo y constituye, por el contrario, la oportunidad de deshacerse de las limitaciones, de transformar cada lugar en una multitud de posibilidades, que cada uno de nosotros convertirá en otros, como una sucesión de nuevas posibilidades. Un lugar, varios usos, cada uso, nuevas formas de creatividad.
Nos queda dar su lugar al otro tiempo indispensable, el de la inmanencia, del Tiempo de vida ilimitado, de la dignidad de cada cual, el de crecer como humano en su fuero interno, el tiempo de Aiôn. Significa para nosotros tomar conciencia de lo que somos y magnifica los lugares donde vivimos. Por lo tanto, es el amor que llevamos dentro de nosotros, el que se expresa a través del amor de los lugares que frecuentamos, que forman parte de nosotros. Es el amor a los lugares, el amor a las posibilidades de cada lugar, el amor a la vida en cada uno de sus lugares. Es la Topofilia, aquello por lo que nuestra experiencia se vuelve perenne y se convierte en un recuerdo positivo; para que la memoria forme parte de nuestro presente y guíe nuestro futuro. Porque siendo tan conscientes de dónde venimos, ayudamos a dar forma a dónde vamos. Es la base esencial de los nuevos espacios urbanos, el respeto por los lugares y los objetos. Este es el principio rector para no ensuciar el suelo, no destruir el bien público, respetar el bien común, no apropiarse de un bien privado. La topofilia es un poderoso vector para la apropiación de un recuerdo vivo, de un encuentro entre uno mismo, su sociabilidad y los lugares que le rodean. Parafraseando a Jean-Marc Besse, citado por Augustin Berque en el “Écoumène”, «entre yo, y yo mismo, la ciudad«. Porque cuanto más la descubro, más forma parte de mí, la encarno en mí mismo y la protejo. La Topofilia como herramienta colectiva es un instrumento que nos permite canalizar nuestros afectos hacia lugares, en torno a un marco de vida común.
Crono-urbanismo, Cronotopía, Topofilia, tres conceptos que convergen alrededor de la ciudad de los 15 minutos para permitirnos experimentar una infinidad de lugares de posibilidades urbanas. No es una transformación instantánea, es una ambición, una hoja de ruta, un camino. Es un viaje para encarnar los lugares, encontrar a la humanidad al final de la calle, dotar de corazón al corazón de la ciudad.
Es un desafío cambiar nuestra mirada sobre lo que somos, sobre nuestros tiempos de vida, a salir de la inevitable linealidad del cronómetro, del reloj y encontrar eso otros tiempos que hacen de nosotros una verdadera humanidad creativa, plena de dignidad, alteridad y compasión.
París, 21 de febrero 2020
*Profesor y Director científico de la Cátedra ETI, IAE París – Universidad Pantheón-Sorbona.
Medalla de la Prospectiva 2019, Academia Francesa de Arquitectura
Artículo escrito inicialmente en francés y traducido al español por @Guille_Mas. Cortesía del autor para los lectores de LA Network.