El país entero entró en pausa…Una pausa que hay que entender muy, pero muy bien, para no caer en el error de pensar que la reactivación será dar clic al botón de play para reiniciar justo desde el punto en que nos quedamos.
No será así…Porque cuando salgamos de nuestras casas vamos a encontrar una realidad muy diferente a la que dejamos atrás al inicio de la pandemia.
Vamos a encontrar una economía muy debilitada, que implica una reestructura de la demanda que tendrá que ver con la pérdida de empleos y niveles de ingreso, pero que además, tendrá que ver con una serie de inevitables cambios en conductas sociales, modelos de comercio, así como de objetivos, planes y estrategias de desarrollo urbano.
¿Qué va a pasar con cines, restaurantes y líneas aéreas, que deberán enfrentar procesos en que sus clientelas regresarán en forma gradual, pero en que tendrán también que incorporar nuevos modelos que consideren reducir sus capacidades, en la medida en que habrá que incrementar los sanos espacios de separación entre mesa y mesa o asiento y asiento?
¿Qué va a pasar con el espacio y el transporte público?
¿Será que veremos un vigoroso retorno del automóvil privado como medida familiar para limitar riesgos sanitarios?
¿Qué va a pasar con los horarios de escuelas y oficinas?
¿Será que los gobiernos locales tendrán la visión y capacidad de traducir lo que estamos viviendo, en planes y programas de desarrollo urbano de alto impacto? ¿Planes y programas que entiendan en forma diferente la ciudad, redefiniéndola con base en estructuras policéntricas debidamente servidas con transporte público y equipamientos que fomenten modalidades complementarias de movilidad?
¿Qué papel tendrá que jugar en esto el sector inmobiliario y qué harán las autoridades para que lo pueda hacer?
No es tema sencillo… Porque si al inicio de la emergencia parar obras era la mayor preocupación de los desarrolladores inmobiliarios, hoy esto ha cambiado en forma radical, y lo que más tendría que preocuparlos es el mercado que habrán de encontrar cuando termine el aislamiento.
Es muy posible que la pérdida de empleos e ingresos, sumada al desánimo generalizado se traduzcan en una reestructura y contracción del mercado.
Muchos mexicanos perderán o verán disminuidas sus capacidades de compra o renta y ello dará nuevos lineamientos al mercado, nuevas hojas de ruta que deberán reconocer los desarrolladores inmobiliarios… Pero que no serán los únicos cambios que deberán incluir en los nuevos planes de sus empresas…
Porque otro factor al que habrá que poner mucha, pero muchísima atención, es al cambio de paradigmas en los criterios que hasta ahora habían marcado la pauta del mercado inmobiliario…
¿Cuáles serán las nuevas prioridades de una persona, familia o empresas que requiera un inmueble?
¿Comprar o rentar, con o sin estacionamiento, urbano o suburbano, casa o departamento, con amenidades convencionales o mejor con espacios adecuados para el home office, metros cuadrados o ubicación?
¿Qué va a pasar con quien tenía una oficina y ahora vio que, siempre sí, el trabajo a distancia es una opción, que quizá se puede complementar con menos espacio en oficina propia y eventuales incursiones en algún complejo de coworking?
¿Qué va a pasar con modelos como Airbnb y el coliving?
¿Qué van a hacer los bancos para atender esta reconfiguración del sector inmobiliario y qué van a hacer también los grandes inversionistas que han confiado sus recursos a esta industria?
Por supuesto, todo esto tiene que ver con lo que la pandemia provoque en la redefinición de la demanda del consumidor, pero también, en la capacidad de respuesta del desarrollador, del sistema financiero, del profesional inmobiliario, y… un MUY importante «y», del inversionista…
Todo empieza por reconocer que no…Reactivar no será volver a empezar desde el punto en que nos quedamos…