El libro «Street Commerce: Creating Vibrant Urban Sidewalks», del investigador estadounidense Andres Sevtsuk, profundiza en la ciencia de las tiendas, las calles y el espacio público.
¿Cuántos locales minoristas, restaurantes, cafés o establecimientos de servicios hay en las calles de ciudades como Nueva York, Buenos Aires o Bogotá? Sin duda, la cantidad de calles comerciales está relacionada con el tamaño de la población. En el caso de Estados Unidos, las áreas metropolitanas más grandes tienen un establecimiento de este tipo por cada 120 personas, mientras que las áreas metropolitanas más pequeñas tienen uno por cada 100 personas.
También es claro que estos comercios se ven muy impactados por la frecuencia con la que los visitamos: hay, por ejemplo, un restaurante por cada 445 personas en las ciudades y pueblos estadounidenses, pero se necesitan alrededor de 13 000 personas para mantener una librería en un área metropolitana típica de Estados Unidos.
Por supuesto, hay particularidades. Si observas una ciudad balneario como Myrtle Beach (Carolina del Sur), tiene el doble de negocios que la mayoría de los lugares de su tamaño (gracias a los turistas), mientras que Brownsville (Texas), tiene muchos menos. Y muchos vecindarios dentro de las grandes ciudades carecen sorprendentemente de servicios comerciales o los pierden con el paso del tiempo.
En resumen, si bien el comercio urbano tiene algunos patrones claros, sigue siendo impredecible y depende en gran medida de las condiciones políticas y de planificación locales. Andres Sevtsuk, investigador del MIT (Massachusetts Institute of Technology), ha presentado el libro «Street Commerce: Creating Vibrant Urban Sidewalks», que profundiza en la ciencia del comercio y examina casos destacados sobre la sostenibilidad de calles principales de ciudades de Estados Unidos, Reino Unido, Singapur y Estonia.
«Ahora tenemos la ciencia espacial para comprender dónde funcionan los clúster minoristas y dónde les irá bien», explica Sevtsuk, profesor asociado del Departamento de Estudios y Planificación Urbana del MIT. «Sin embargo, este conocimiento no se absorbe mucho en la práctica. Los gobiernos de las ciudades, a menudo, no se basan realmente en la evidencia sobre dónde funcionaría mejor una zona comercial».
Para Sevtsuk no existe un modelo único para ciudades y municipalidades, ya que cada una tiene una población, una trama urbana y una historia únicas. Algunas son más densas, otras tienen un mejor transporte público y algunas tienen patrones de comercio establecidos desde hace mucho tiempo que siguen siendo influyentes. Pero los mismos principios económicos, organizativos y espaciales generales influyen en los patrones de las tiendas en todas partes. El comercio callejero florece cuando los gobiernos de las ciudades, las organizaciones de la sociedad civil y los desarrolladores lo apoyan y valoran.
Pero mientras que una multinacional como Starbucks tiene sus propios recursos dedicados para identificar buenas ubicaciones de tiendas y tipos de edificios adecuados, y para detectar la dinámica urbana, las ciudades y las municipalidades generalmente no lo hacen. Por esa razón, Sevtsuk espera que los legisladores y los funcionarios de las ciudades puedan absorber las lecciones de la investigación y aplicarlas en sus propios lugares.
«Ciertamente, hay muchas cosas que un funcionario público o un planificador pueden hacer para impulsar el comercio en las calles y apoyarlo», afirma Sevtsuk. «Si hay una buena lección de las ciudades donde las calles comerciales se han introducido, reforzado o reinventado con éxito, o donde las fuerzas de la gentrificación se han equilibrado equitativamente, es que el comercio exitoso casi nunca surge o sobrevive como resultado de fuerzas de mercado por sí solas. El buen comercio callejero generalmente también representa el fruto de decisiones de planificación consciente».
Las calles comerciales, espacios de encuentro ciudadano
Sevtsuk argumenta en su libro que las áreas comerciales vibrantes hacen más que solo proporcionar acceso a bienes y servicios: son espacios cívicos y sociales donde las personas se mezclan y acceden a oportunidades.
«Los clúster comerciales son uno de los pocos lugares que quedan en las ciudades contemporáneas donde diversos grupos de personas pueden encontrarse», añade el investigador. «Son lugares importantes para la construcción de comunidades y para la democracia. En ellos nos encontramos con personas de diferentes ingresos, clases, razas e intereses a lo largo de las calles principales, lo que nos ayuda a establecer nuevas conexiones sociales».
Y cuando esos comercios incluyen empresas de propiedad local, señala Sevtsuk, «realmente alimentan la economía local más que las grandes tiendas». Está comprobado que gastar en un negocio local, en lugar de en una cadena de tiendas, mantiene más dinero en la economía local, porque los establecimientos locales obtienen más de sus propios suministros y servicios en ese mismo nivel local.
Las calles comerciales vibrantes, ya sean accesibles a pie o en transporte público, también ayudan a las ciudades a mitigar el cambio climático y las emisiones. Debido a que más de dos tercios de todos los viajes que las personas hacen son con fines comerciales, sociales, recreativos y familiares, el comercio peatonal reduce nuestra huella de carbono. «Cuantas más actividades sociales podamos realizar sin tener que conducir, más eficientes energéticamente serán nuestras ciudades».
El comercio cercano, asignatura pendiente en algunas ciudades
En el caso de Estados Unidos, solo el 15 % de los habitantes viven a 15 minutos a pie de una oferta integral de servicios. (Otro 56 % se encuentra a menos de 3 millas de una de ellas). Para lograr los beneficios sociales, económicos y ambientales que ofrecen las calles comerciales vibrantes, las ciudades deben planificar y apoyar conscientemente el comercio callejero, y no solo en los centros comerciales, argumenta Sevtsuk.
Así como el desarrollo orientado al tránsito se ha convertido en un modelo ampliamente aceptado, el desarrollo orientado al bienestar y a la comodidad también debería entronizarse. En el libro, Sevtsuk sugiere una serie de estrategias y tácticas para apoyar y hacer crecer las calles principales, enfatizando en nuevas herramientas de políticas como los requisitos de espacio comercial asequible para nuevos desarrollos.
Por un lado, los grupos de tiendas exitosos tienen más probabilidades de surgir alrededor de lugares como esquinas de calles e intersecciones en vecindarios pequeños. También es más probable que los grupos de establecimientos se desarrollen en lugares que los acojan arquitectónicamente, con calles transitables que son fáciles de cruzar y con edificios de planta baja que se pueden convertir fácilmente en espacios comerciales. Y estas calles comerciales a menudo se benefician de negocios ancla más grandes como los supermercados, que producen mucho tráfico peatonal.
“En general, es beneficioso para todos tener un buen supermercado o un establecimiento frecuentado permanentemente en la esquina», argumenta Sevtsuk. «Las anclas producen un efecto dominó positivo en las tiendas cercanas».
Las anclas son lo que Sevtsuk llama «complementarias» a la mayoría de las tiendas vecinas, pero tener varios comestibles en las proximidades rara vez funciona, porque compiten entre sí. Sin embargo, algunos clúster prósperos cuentan con empresas que compiten entre sí, donde la proximidad brinda a los clientes más opciones y, por lo tanto, atrae una clientela más grande. Los restaurantes, las tiendas de ropa, las librerías o las tiendas de antigüedades se encuentran a menudo codo a codo en grupos competitivos que mejoran la situación de todas las tiendas.
El acceso al transporte público, la densidad de edificios circundantes y los usos mixtos del suelo también ayudan a que las calles comerciales prosperen, según Sevtsuk.
«La densidad es un verdadero amigo para el comercio, aunque la mayoría de la gente piensa en la densidad de manera negativa: tener que compartir el espacio y las comodidades con más personas», dice Sevtsuk. «Pero la densidad sostiene las comodidades. Y para que los grupos minoristas funcionen, no necesitamos una franja uniforme de densidad en todas partes, sino densidad local, inmediatamente a lo largo de las calles comerciales y los corredores de tránsito».
Planificar luego del COVID-19
El «comercio callejero» ha sido elogiado por los estudiosos urbanos. Ed Glaeser, de la Universidad de Harvard, dice que «proporciona una guía invaluable para el presente y el futuro del comercio minorista urbano» y «nos recuerda que las ciudades modernas se basan en las ganancias del comercio».
Y si bien la investigación del libro se completó antes de la pandemia de COVID-19, los principios empíricos detallados en el libro también deberían aplicarse a la reconstrucción del comercio callejero después de la pandemia.
«Realmente lo siento por estos dueños de negocios en este momento y creo que inevitablemente vamos a tener una gran rotación: tiendas que van a la quiebra, nuevas tiendas que van a entrar, con un mercado minorista diferente y diferentes calles principales emergiendo», dice Sevtsuk. Aun así, señala, los minoristas han desafiado las predicciones de la ruina antes, como las relacionadas con el comercio electrónico. En vez de desaparecer, las tiendas que ofrecen una mejor experiencia al cliente han tendido a prosperar, y el equilibrio del comercio en las calles se ha inclinado un poco más hacia los servicios y los establecimientos de comida.
Con información de MIT News Office