Por Bridget Hoffmann – María Paula Medina Pulido
En las primeras semanas de la pandemia, se detectaron señales de que las restricciones destinadas a frenar la propagación del coronavirus, como las cuarentenas y las medidas de distanciamiento social, tenían un aspecto positivo, a saber, las mejoras en la calidad del aire.
En un comienzo la calidad del aire, medida por estaciones de monitoreo de calidad del aire y por datos satelitales, mejoró en numerosas ciudades de América Latina y el Caribe. Sin embargo, con el tiempo ha quedado claro que las mejoras no han sido tan grandes y persistentes como se esperaba y que estas varían ampliamente de ciudad en ciudad y según los tipos de contaminantes. Esto ilustra la importancia que tienen en la medición de los niveles de calidad del aire las condiciones climáticas locales y las fuentes de emisión adicionales a las relacionadas con actividades humanas, como ser el conducir automóviles o las actividades industriales.
Para analizar cuán prolongado y persistente ha sido el efecto de las restricciones relacionadas con el coronavirus en la calidad del aire en la región, estudiamos varias sustancias contaminantes en tres ciudades de América Latina: Bogotá, Ciudad de México y Santiago de Chile. El análisis sugiere que la importante reducción observada de la movilidad por sí sola no nos llevará demasiado lejos por la senda hacia una mejor calidad del aire a lo largo de todo el año; se requerirían otros cambios sistémicos sustanciales.
Empezamos analizando las concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2). El NO2 se emite a través de la quema de combustibles utilizados por los vehículos, camiones y buses, las centrales eléctricas y otros equipos. Debido a estas fuentes de NO2, se esperaría que las restricciones de movilidad tuvieran un impacto en las concentraciones de NO2. Comparamos las medidas de NO2 utilizando datos de las redes de estaciones de monitoreo terrestres con medidas provenientes de los datos satelitales recogidos en el Tablero de Impacto del Coronavirus del BID y IDB Invest. Estas dos fuentes de datos tienen diferentes ventajas y se complementan. Las estaciones terrestres de monitoreo proporcionan medidas precisas del volumen de gases/partículas contaminantes en el aire y el nivel de exposición para las personas que se encuentran cerca de estas estaciones, pero las mediciones dependen de contar con una red de estaciones que sea densa geográficamente. Los datos satelitales están disponibles alrededor del mundo y permiten una mejor cobertura geográfica. Sin embargo, las medidas de los satélites no tienen en cuenta diferentes condiciones climáticas que se producen cerca de la superficie, como los vientos, la lluvia o las nubes, las cuales podrían generar estimaciones imprecisas de la calidad del aire en una localización determinada.
Para asegurar que la estacionalidad, las condiciones ambientales y la variabilidad meteorológica, que pueden influir en la concentración de contaminantes en diferentes meses del año, no influyan en el análisis, utilizamos como punto de referencia los datos promedio de las medidas registradas entre 2018 y 2019 para las estaciones de monitoreo y los datos de 2019 para las medidas capturadas por los satélites. Comenzamos nuestro análisis en la primera semana de enero de 2020 para confirmar que los niveles de contaminación atmosférica de 2020 eran similares a los del período 2018-2019 y antes de que las restricciones relacionadas con la pandemia del coronavirus fueran impuestas.
Utilizando los datos satelitales y de las estaciones terrestres de monitoreo, los Gráficos 1 y 2 muestran tendencias consistentes: las restricciones impuestas para frenar el coronavirus inicialmente contribuyeron a las reducciones de las concentraciones de NO2, pero las mejoras están disminuyendo. Como muestra el Gráfico 1, justo después de la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo de 2020 y del establecimiento de cuarentenas (en diferentes grados en diferentes ciudades), los niveles de NO2 de 2020 difieren del período 2018-2019 en todas las ciudades. La brecha es particularmente visible en los datos de las estaciones de monitoreo terrestre, pero también se detecta con los datos satelitales. Sin embargo, conforme avanza el tiempo, las reducciones de NO2 disminuyen y alcanzan niveles de concentración similares a los observados en años anteriores.
Para tener una mejor idea de la magnitud de los cambios, el Gráfico 2 muestra los cambios porcentuales en comparación con los años de referencia (2018-2019). Por ejemplo, en el caso de Bogotá, para la mayor parte del período después de la declaración de la pandemia por parte de la OMS en marzo de 2020, los niveles de NO2 son aproximadamente un 40% más bajos que los niveles observados en las mismas fechas en 2018-2019. Cuando se declaró la cuarentena nacional el 25 de marzo, los niveles de concentración se situaron muy por debajo de los observados en la misma semana de años anteriores. Sin embargo, en las últimas semanas de mayo, los niveles de concentración comenzaron a moverse hacia niveles similares a los años anteriores y las mejoras iniciales habían prácticamente desaparecido. Por el contrario, los cambios observados en Santiago se han mantenido por debajo de los observados en 2018-2019.
Para tener un cuadro completo de la calidad del aire a lo largo de este período, también analizamos otros contaminantes atmosféricos habituales utilizando datos de la red de estaciones de monitoreo terrestres. Observamos que, en general, los niveles de los contaminantes atmosféricos más habituales han disminuido en relación con los niveles de 2018 y 2019, pero en algunos casos la reducción ha sido pequeña y no persistente. Este es el caso de los cambios en las medidas de material particulado (MP). Por ejemplo, en Bogotá después de caer a niveles alrededor del 70% por debajo de los niveles de 2018-2019 a mediados de abril, los MP10 y MP2,5 han vuelto a los niveles comparables a años anteriores (ver Gráfico 3). Esta tendencia es similar en México y en Santiago, aunque la reducción al comienzo fue menor (cerca del 20%). El material particulado es uno de los contaminantes sobre los que hay más evidencia de los efectos negativos para la salud. Aunque una fuente de material particulado son los motores de combustión interna (tanto diésel como gasolina) muchas fuentes de MP no se ven necesariamente afectadas por la disminución de la movilidad y la actividad económica provocada por la pandemia. Otras fuentes de MP son la combustión de combustibles sólidos (carbón, lignito, aceites pesados y biomasa) en la producción de energía para el consumo de los hogares y la industria.
En cuanto a los niveles de otros contaminantes, Bogotá ha visto disminuciones considerables del dióxido de azufre (SO2) y el monóxido de carbono (CO) desde mediados de marzo. En cambio, Santiago ha visto un aumento considerable del SO2 y los niveles de CO son similares a años anteriores (ver Gráfico 4). El dióxido de azufre es producido principalmente por la quema de combustibles fósiles (carbón y petróleo) y por la fundición de minerales que contienen azufre. El monóxido de carbono es emitido fundamentalmente por los vehículos motorizados y por maquinaria que quema combustibles fósiles. Los niveles inferiores de SO2 y CO comparados con los datos observados en 2018-2019 podrían indicar una desaceleración de la actividad económica, particularmente en los procesos industriales y manufactureros. Las diferencias entre ciudades se podrían explicar por diferentes niveles de rigurosidad de las medidas de control del coronavirus y la vigilancia de su cumplimiento.
En cuanto a los niveles de ozono para 2020, estos han estado usualmente por encima de los niveles observados en años anteriores, hasta en más de un 100% durante algunas semanas, particularmente en Bogotá y Santiago. La producción de ozono se ha asociado con los compuestos orgánicos volátiles que contienen habitualmente una variedad de productos de limpieza, desinfectantes, aerosoles, purificadores del aire, pinturas y disolventes. Los resultados de este análisis apoyan la hipótesis de que las personas podrían haber llevado a cabo más limpieza y reparaciones en sus hogares debido al virus y a la cuarentena.
En resumen, los habitantes de Bogotá, Santiago y Ciudad de México han experimentado algunas mejoras en la calidad del aire a lo largo de los últimos meses, pero la evidencia sugiere que no deberíamos esperar que estas mejoras perduren. Se requerirán más análisis para evaluar los efectos de diferentes tipos de cuarentena en las ciudades y el retorno progresivo a las condiciones anteriores a la cuarentena. A pesar de esto, las circunstancias sin precedentes generadas por el COVID-19 da a los científicos y a los formuladores de políticas públicas una perspectiva de cómo se podrían lograr reducciones de los contaminantes atmosféricos mediante grandes mejoras de la movilidad sostenible, por ejemplo, mediante una mayor adopción del transporte público y de vehículos con emisiones más bajas. Asimismo, cambios en las prácticas de los negocios y de los hogares serán claves para contribuir a mejoras en la calidad del aire. Tanto el sector público como el sector privado tendrán que trabajar juntos para transformar los beneficios observados durante las restricciones del coronavirus en resultados sostenibles a largo plazo en América Latina y el Caribe.
Artículo publicado originalmente en Blogs del BID