Ante el riesgo de la escasez de comida, del hambre, las estrategias son: acortar las cadenas de distribución, por un lado; y aumentar la producción local, por el otro.
Pese al potencial del planeta para abastecer a todas las personas de la cantidad de alimentos suficientes, 800 millones de personas padecen hambre, de las cuales más de 150 millones son habitantes de las ciudades y en la capital ecuatoriana Quito, sus habitantes solo alcanzan a producir el 1 % de los alimentos que consumen, lo que propicia que el resto de su dieta sea más costosa en relación con el ingreso promedio.
Para el caso de Latinoamérica, por ejemplo, una dieta saludable en Quito es un 60 % más cara que una regular, lo que dificulta a la mayoría de personas el poder pagar incluso una alimentación rica en energía, aún más, una óptima en nutrientes.
De otro lado, la capital ecuatoriana enfrenta diferentes retos climáticos que también se convierten en obstáculos ante la seguridad alimentaria y que involucran amenazas como terremotos, erupciones volcánicas, deslizamientos de tierra, inundaciones o incendios forestales. El problema, radica en que la mayoría de los alimentos importados llegan a la ciudad a través de una de las dos entradas que atraviesan las colinas que rodean la ciudad.
Ante este panorama, Quito ha adoptado la resiliencia como uno de sus caminos a la seguridad alimentaria. Según Eugene Zapata, director gerente para América Latina y El Caribe de la Red de Ciudades Resilientes, Quito “está construyendo un sistema alimentario resiliente para transformar su entorno alimentario y garantizar el acceso a alimentos saludables y nutritivos”.
Justamente, LA Network dialogó con David Jácome-Pólit, Director de Resiliencia de Quito, para conocer sobre los desafíos de la seguridad alimentaria y el acceso a los alimentos en entornos urbanos, específicamente a través de las estrategias impulsadas desde su oficina.
¿Cuál es la actualidad en seguridad alimentaria de una ciudad capital tan importante como Quito?
Quito es una ciudad que tiene grandes retos en términos de seguridad alimentaria, pero gestionar de manera efectiva, inclusiva y sostenible es una oportunidad muy valiosa que debe ser aprovechada. Los retos están determinados por la cantidad de personas que tienen dificultad para tener una alimentación adecuada, que permita su desarrollo y participación en la sociedad; la oportunidad es que esto ocurra y, de esta manera, aprovechar el posible bono demográfico de la ciudad.
¿Cómo fue que, en el proceso de la Estrategia de Resiliencia de Quito, identificaron la seguridad alimentaria como un objetivo estratégico esencial?
Identificamos la economía alimentaria como una de las mejores respuestas para lograr dos cosas: uno, ofertar empleo de calidad a jóvenes y mujeres (de acuerdo con el estudio de @EY_People), como aporte de la Red de Ciudades Resilientes. Y dos, reducir la vulnerabilidad socioeconómica para disminuir la inseguridad alimentaria. Esto, a su vez, ayuda a evitar la creación de escenarios de riesgo en la ciudad, ya que la vulnerabilidad es uno de los factores que configuran ese riesgo.
Quito ha comenzado a transformar su sistema alimentario y ha aumentado la producción y distribución local de alimentos, además de fortalecer sus sistemas alimentarios, ¿Cómo lo han logrado y cuál ha sido el aporte de la oficina que usted dirige?
Este es un esfuerzo que se impulsa día a día. Este proceso se soporta primordialmente en el programa Agrupar (Agricultura Urbana Participativa), impulsado por Agencia de Promoción Económica Conquito y liderada por Alexandra Rodríguez. La mirada que se tiene ahora en la ciudad es sistémica, lo cual permite invitar a actores que representan varios sectores de este sistema a través del Pacto Agroalimentario de Quito. Este proceso también está apoyado por Rikolto (ONG que trabaja por la promoción de la agricultura sostenible) y Ruaf. Sin embargo, el mayor aporte viene de quienes trabajan en el día a día en este esfuerzo, donde se destacan los agricultores urbanos o el Banco de Alimentos de Quito. La clave está en asegurar la mayor cantidad de dividendos de resiliencia.
El Banco de Alimentos de Quito, parte del Pacto Agroalimentario de la ciudad (PAQ), ha distribuido más de 440 mil 500 kilogramos de alimentos a más de 193 mil personas de bajos ingresos, ¿cómo se hace esta selección de familias beneficiadas?
El Banco de Alimentos de Quito, soportado por la @epn_ecuador, hace su trabajo como pívot. Por un lado, recibe, gestiona y distribuye alimentos provenientes de empresas de elaboración, transformación o venta de alimentos y distribuye los alimentos a quienes tienen mayores dificultades para acceder a los mismos. Varios grupos en situación de vulnerabilidad se ven beneficiados, como mujeres jefas de hogar, migrantes o personas en situación de pobreza. Lo destacable y lo que hace una gestión exitosa es la capacidad de responder con seriedad y transparencia en ambos sentidos.
La dieta saludable en Quito es un 60 % más cara que una dieta regular, ¿las estrategias que han enfocado también intentan regular la cadena de producción para evitar la especulación?
Efectivamente, este es uno de los factores que contribuyen a existencia de la inseguridad alimentaria en Quito. Las largas cadenas de distribución de alimentos no solo encarecen los alimentos, sino que también hacen que estos tengan una mayor huella de carbono. Una de las estrategias es acortar estas cadenas, por un lado, y aumentar la cantidad de producción local, por el otro.
De otro lado, las familias que comenzaron la agricultura a pequeña escala antes de la emergencia de salud se encuentran mucho mejor que la familia promedio durante el COVID-19, ¿cómo han logrado desde su oficina mantener esa regularidad?
Este es un logro de Agrupar. Lo destacable aquí es la forma en que el programa es manejado, donde los técnicos que capacitan a los agricultores están muy comprometidos, y los agricultores ayudan a sus familias y aprovechan los beneficios de producir sus propios alimentos. Sin embargo, en épocas de crisis que afectan al municipio de Quito, ha sido necesario reorientar recursos económicos, y un presupuesto remanente que quedaba en el PNUD Ecuador, proveniente de la Red de Ciudades Resilientes, fue trasladado para comprar insumos de producción para estos agricultores, sobre todo para los que producen para subsistencia. El agradecimiento ha sido importante.
Una reflexión final. ¿Cuáles han sido las lecciones valiosas y replicables sobre resiliencia urbana en Quito que pueden ayudar a otras ciudades a mejorar la seguridad alimentaria?
El proceso seguido por la ciudad, la política alimentaria, sus programas y proyectos han logrado varios resultados exitosos: 1. Agrupar, 2. El PAQ, 3. la Estrategia Agroalimentaria de Quito, 4. la Carta Agroalimentaria de Quito, entre otros, que recogen y articulan varios actores del sistema. Sin embargo, Quito tiene mucho por recorrer aún. Esperamos hacerlo juntos, entre todos los quiteños.