El desperdicio de alimentos es uno de los problemas más importantes de los sistemas alimentarios actuales. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha estimado que más de un tercio de los alimentos se pierde o desperdicia a lo largo de toda la cadena de suministro, lo que provoca importantes impactos económicos, sociales y ambientales.
Desde el punto de vista ambiental, el desperdicio de alimentos representa entre el 8 % y el 10 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, mientras que la huella hídrica anual de la fase agrícola del desperdicio de alimentos es de aproximadamente 250 km3, casi el mismo volumen del lago Winnipeg (Canadá) y más alta que cualquier otro huella hídrica del consumo nacional de alimentos.
El Informe Especial sobre el Cambio Climático y la Tierra (2018) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático IPCC, estima que el 37 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) son atribuibles al sistema alimentario considerando su ciclo completo, desde la agricultura y el uso de la tierra, almacenamiento, transporte, envasado, procesamiento, venta minorista, consumo y desperdicio. En la Unión Europea (UE), por ejemplo, cada año se generan 88 millones de toneladas de desperdicio de alimentos (es decir, 173 kg per cápita) con importantes impactos económicos, ambientales y sociales.
Las ciudades han surgido como actores cruciales en la geografía de la seguridad alimentaria global: hoy ocupan solo el 3 % del total de la tierra, pero el número de personas que viven en áreas urbanas superó por primera vez al número de personas que viven en áreas rurales. Los centros urbanos son, por tanto, la mayor fuente de desperdicio de alimentos posconsumo, ya que utilizan entre el 70 % y el 80 % de los alimentos del mundo.
Sin embargo, las ciudades vienen siendo, muchas de ellas, ejemplares en la lucha contra el desperdicio de alimentos, lanzando políticas e iniciativas efectivas para abordarlo.
Un estudio publicado recientemente titulado Pérdida y desperdicio de alimentos: el desafío de una gestión sostenible a través de una perspectiva de economía circular y que se basó en el análisis de 40 ciudades de 16 países europeos, propuso un nuevo marco para evaluar las políticas e iniciativas de desperdicio de alimentos en los centros urbanos.
«La pérdida y el desperdicio de alimentos se reconoce como una de las distorsiones más desafiantes del sistema alimentario actual», explicó Marta Antonelli, científica senior de la Fundación del Centro Euro-Mediterráneo contra el Cambio Climático CMCC y Jefa de Investigación de la Fundación Barilla. «Hablamos de distorsión porque producimos toneladas de desperdicio de alimentos comestibles cada año. La pérdida de alimentos ocurre desde la granja hasta la venta al por menor, mientras que el desperdicio de alimentos ocurre en la venta al por menor, el servicio de alimentos y el hogar.
Las causas de este fenómeno van desde una mala manipulación, transporte o almacenamiento inadecuado, falta de capacidad de la cadena de frío, condiciones climáticas extremas a los estándares cosméticos, y falta de habilidad de planificación y cocina entre los consumidores. Este año, además, se ha experimentado en el mundo un aumento en la pérdida y desperdicio de alimentos como resultado de restricciones de movimiento y transporte debido a la pandemia de COVID-19.
Reducir la pérdida o el desperdicio de alimentos significa más alimentos para todos, menos emisiones de gases de efecto invernadero, menos presión sobre el medio ambiente, especialmente sobre los recursos hídricos y terrestres, mayor productividad y crecimiento económico, y sociedades más sostenibles.
«La gestión del desperdicio de alimentos es un desafío muy complejo», señala Antonelli, «ya que requiere acciones diversificadas pero integradas que involucran a muchas autoridades públicas locales, como ciudades, regiones, áreas metropolitanas y provincias, y otros actores como minoristas, comedores escolares, hospitales , mercados de alimentos, ciudadanos y organizaciones no gubernamentales Todos estos actores y niveles de gobernanza deben trabajar de manera sinérgica para garantizar políticas de desperdicio de alimentos urbanos eficaces.
Las ciudades pueden tener un papel crucial actuando en diferentes sectores y niveles del sistema alimentario urbano. El Ayuntamiento de Milán, por ejemplo, aprobó una deducción de impuestos por desperdicio para los actores que contribuyen a reducir el desperdicio de alimentos a través de donaciones. En particular, la ciudad de Milán ha declarado explícitamente su ambición de reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030 y su intención de adoptar un enfoque de cadena de suministro de alimentos, con el fin de reducir el desperdicio de alimentos en todos los niveles de la cadena, desde la producción de alimentos hasta el consumo final».
Los autores de este informe partieron de una revisión de la literatura más reciente sobre marcos de evaluación de políticas de desperdicio de alimentos y sobre iniciativas de desperdicio de alimentos urbanos para poner el foco en las especificidades de los contextos urbanos e identificar las iniciativas y políticas urbanas más interesantes implementadas. Por último, identificaron vínculos directos e indirectos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), mostrando el papel que pueden desempeñar las ciudades en el logro de los objetivos de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. El marco propuesto identifica y arroja luz sobre los vínculos entre los diferentes tipos de políticas lanzadas (basadas en la información, basadas en el mercado, regulatorias, iniciativas de empuje, etc.), las principales áreas de intervención abordadas, así como los diferentes actores que intervienen en el desperdicio urbano de alimentos.
El análisis destacó que varias políticas o iniciativas de desperdicio de alimentos urbanos (por ejemplo, en Bari, Bolonia, Milán, Turín, Génova, Venecia y Cremona, con iniciativas públicas y privadas) demostraron ser efectivas para abordar la pobreza y la exclusión socioeconómica mediante donaciones de alimentos y, también, mediante la creación de nuevas oportunidades laborales para algunos grupos marginados de la población.
“Abordar el desperdicio de alimentos puede ser un componente clave de iniciativas más amplias basadas en la gestión integrada de los desafíos urbanos y que promuevan la colaboración y coordinación del ecosistema urbano”, agregó Antonelli. «Si nos fijamos en las intervenciones urbanas sobre el desperdicio de alimentos, tenemos muy pocos casos de gestión integrada, multisectorial del desperdicio de alimentos. Las ciudades están promoviendo actualmente nuevos modelos de gobernanza, por ejemplo, lanzando nuevos entornos institucionales como los Consejos de Política Alimentaria, creando redes regionales y globales de alcaldes que abogan por sistemas alimentarios más sostenibles y coordinando iniciativas para abordar los desafíos relacionados con el desperdicio de alimentos de una manera integrada, desde la producción de alimentos hasta la distribución de alimentos «.
El estudio enfatiza en la importancia de proporcionar a los funcionarios de la ciudad herramientas efectivas para recopilar datos sobre los niveles de desperdicio de alimentos urbanos, comprender el alcance del problema y diseñar acciones. Las brechas en métricas y datos aún son muchas. Todavía faltan indicadores concretos y herramientas de cuantificación disponibles y públicamente desarrolladas en cada ciudad.
Además, es fundamental “que las políticas e intervenciones de desperdicio de alimentos urbanos estén totalmente alineadas con las metas de la Agenda 2030”, concluye Antonelli. «Solo en cuatro casos (Cremona, Lieja, Milán y Montpellier), las intervenciones sobre el desperdicio de alimentos se relacionaron explícitamente con los ODS. La investigación mostró que las ciudades rara vez utilizan los ODS como marco político, lo que limita la evaluación del impacto de estos intervenciones en la agenda de sostenibilidad.
Por lo tanto, es importante crear más conciencia entre los responsables políticos locales, los funcionarios públicos, el sector privado y los ciudadanos para monitorear completamente el vínculo y el impacto del desperdicio de alimentos en los ODS. Las ciudades están implementando muchas iniciativas de desperdicio de alimentos urbanos, pero lo que aún es raro es una visión integrada para abordar estos problemas En este sentido, la estrategia ‘De la granja a la mesa’ recientemente adoptada, parte del objetivo más amplio de hacer del sistema alimentario de la UE el estándar mundial para la sostenibilidad, representa el primer paso de la Comisión Europea para abordar los desafíos relacionados con el sistema alimentario de manera integrada, por ejemplo, poniendo la salud humana y la sostenibilidad al mismo nivel «.
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Desperdicio urbano de alimentos: un marco para analizar políticas e iniciativas