Des-centralización

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Bibiana María Guerra De Los Ríos
19 febrero, 2021 - Gobernanza

Medidas restrictivas redujeron en 47 % la contaminación del aire en Bogotá
Foto: Alcaldía de Bogotá

El 5 de febrero del año 2021 se conmemoraron 30 años de la Asamblea Nacional Constituyente, que dio origen a La Constitución de 1991, que rige actualmente. Dicha Carta Magna afirma principalmente, que el país es “un Estado social de derecho; organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran, y en la prevalencia del interés general”.  Aunque este artículo primero es muy diciente e idealista, la realidad es que respecto a la descentralización aún queda mucho camino por recorrer.
Bogotá, como capital y centro geográfico del país, siempre ha sido el lugar donde se toman las mayores decisiones a nivel nacional, donde tienen asiento las entidades más importantes, donde prácticamente ocurre y se delega todo. A pesar de que en cada nuevo Gobierno se promete dar autonomía a los departamentos y municipios, lo cierto es que Colombia sigue siendo un país centralista que maneja los hilos económicos y administrativos desde la capital. En muchos casos se busca atender las necesidades locales con modelos únicos que aplican a todas las ciudades. Pero ese modelo de copiar y pegar a lo largo y ancho del territorio ya no sirve, no es útil y mucho menos exitoso.

Con el paso de los años, se ha demostrado la importancia que tienen las ciudades para lograr soluciones más estables, no solo por estar más cerca a sus ciudadanos, sus necesidades y sus realidades, sino porque los procesos son más rápidos y menos burocratizados. El concepto de desarrollo económico local entra a jugar un papel importante, puesto que utiliza el potencial de cada territorio para mejorar el bienestar y la calidad de vida de la población local mediante procesos endógenos. La importancia de este tipo de desarrollo, sumado a la descentralización y autonomía de los municipios radica en que la mayor fuerza de trabajo y los insumos son locales, por lo que las comunidades tienden a involucrarse más y a encontrar modelos más apropiados para atacar sus problemas. De igual forma, los beneficios sociales y económicos logran quedarse en el mismo territorio mejorando los estándares de vida. A modo de ejemplo, los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), que se adelantan actualmente en 170 municipios del país, son un gran avance en la materia que merece todo el esfuerzo y el reconocimiento.

Lograr la descentralización real no acabará con el poder nacional ni la Rama Ejecutiva, por el contrario, se le dará un rol determinante de coordinador e integrador muy necesario para el desarrollo económico y el progreso social del país. Los problemas que aquejan a las naciones son complejos e involucran una serie de temas diversos por lo que, así mismo, requieren la atención y el compromiso de todos los niveles de Gobierno. Aunque los municipios ya cuentan con herramientas como los planes de desarrollo, los cuales se deben explotar en mayor medida para alcanzar las metas, es necesario dar mayor autonomía tanto en la gestión de políticas públicas como de los recursos fiscales. La coordinación debe ser nacional pero la ejecución debe ser local.

Artículo publicado originalmente en El Meridiano