Nuestro sistema de educación social se caracteriza por obstaculizar sistemáticamente las oportunidades de desarrollo individual de las personas: A través de la estandarización de los contenidos educativos y de las formas de enseñanza en las escuelas, las universidades, la formación profesional, etc., el desarrollo y la autorrealización de las personas se ven cada vez más forzados a seguir caminos uniformes establecidos por los responsables políticos.
Debido a la creciente destrucción de las oportunidades educativas individuales, numerosas capacidades individuales de las personas quedan necesariamente sin desarrollar, lo que significa que no pueden desarrollar su potencial de forma autodeterminada: Patrones de vida tópicos, biografías estancadas, depresión y agresividad son las consecuencias inevitables y cada vez más frecuentes de esta política educativa, que en sus intenciones se orienta exclusivamente a la conservación de las estructuras políticas y económicas actuales y debe impedir la educación libre para no poner en peligro la continuidad de estas estructuras: La gente se educa en nuestro sistema no por su propio bien, sino por el sistema.
Esta concepción inhumana imposibilita sistemáticamente las reformas sociales, porque las reformas requieren competencias, las competencias tienen que ser formadas, y la formación de competencias requiere las correspondientes oportunidades de formación, que el sistema actual no proporciona. Por lo tanto, innumerables personas son incapaces de aportar su potencial a nuestra sociedad porque este potencial sigue sin formarse.
La consecuencia necesaria de esta evolución es un estancamiento de la sociedad, cada vez más incapaz de hacer frente a sus problemas sociales -precisamente por esta razón- cada vez más graves.
Tres formas de educación
La estandarización de los contenidos y las formas de la educación tiene lugar principalmente a través de las instituciones educativas socialmente reconocidas, como las escuelas y las universidades. Sin embargo, además de esta educación institucional, existen otras dos formas de educación, a saber, la educación interpersonal o social, en la que dos personas aprenden directamente unas de otras a través de su encuentro personal, y la autoeducación, en la que un individuo se educa a sí mismo por iniciativa propia por medio de cursos, recursos audiovisuales, etc.
Una educación institucional centrada en el ser humano se caracterizaría por integrar la educación social y la autoeducación como componentes esenciales. Por ejemplo, en una escuela, los requisitos educativos generales, la estructura y las normas escolares, los planes de estudio, etc. están predeterminados institucionalmente.
La educación social se desarrolla en las relaciones individuales entre los alumnos y los profesores, entre los alumnos y también dentro del personal docente, mientras que los pasos de desarrollo que dan los alumnos y los profesores por iniciativa propia se basan en la auto-educación.
La creciente estandarización de la educación institucional se debe al hecho de que la configuración de las relaciones interpersonales y el comportamiento de aprendizaje exigido a los individuos se adaptan cada vez más a patrones funcionales uniformes predefinidos y deben ser controlados y supervisados continuamente a este respecto (un proceso que ha ganado una enorme popularidad bajo el nombre igualmente eufónico y engañoso de «desarrollo de la calidad»).
El verdadero problema de nuestro sistema educativo es, por tanto, la destrucción sistemática institucionalizada de las posibilidades de desarrollo individual de las relaciones interpersonales y de la posibilidad de procesos educativos autodeterminados, iniciados y responsables.
¿Es posible una reforma en el sistema educativo?
Si nuestro sistema educativo ha de ser reformable, al menos no mediante una reforma de la educación institucional.
En nuestro sistema social, las reformas institucionales de la educación parten siempre de la política, ya que se basan en la aplicación de propuestas legislativas. Por lo tanto, quien quiera transformar nuestras instituciones educativas tendrá que reformar primero las estructuras políticas.
Una reforma de este tipo parece imposible por el momento, sobre todo debido al carácter cada vez más centralizado de la dirección de la política. Un enfoque viable para la reforma de nuestro sistema educativo tendría que aspirar, en cambio, a crear el mayor espacio posible para las formas individualizadas de educación de la educación social y la autoeducación, porque inicialmente sólo de ahí pueden emanar los impulsos para la liberación de nuestro sistema educativo.
Además, se plantea entonces la cuestión de si las instituciones educativas libres son posibles en absoluto, o si esto no es una contradicción lógica. Este parece ser un problema muy general, que consiste en contrarrestar la tendencia general a la generalización con una tendencia suficientemente general a la individualización, que impida que toda la vida institucional y -en consecuencia, toda la vida social se vea arrastrada por la tempestad de la estandarización.