Existen temas recurrentes en el discurso político de América Latina y el Caribe, que se desdibujan por las dinámicas sociales y económicas de una sociedad inmersa en una conflictividad propia de países con múltiples carestías mas allá de las económicas. En las ultimas décadas, la región ha experimentado un crecimiento urbano acelerado, lo que ha generado profundos cambios culturales, sociales y económicos perceptibles desde las estadísticas, pero no en las acciones.
Para finales de 2022, la proporción de personas en situación de pobreza en América Latina y el Caribe se redujo al 29% de la población (181 millones de personas), lo que representa una disminución de 1,2 puntos porcentuales en comparación con los niveles previos a la pandemia de COVID-19. Además, la pobreza extrema cayó al 11,2% de la población (70 millones de personas), manteniéndose en cifras similares a las de 2019, acorde al Panorama Social de América Latina y el Caribe 2023 de la CEPAL. A pesar de la mejora en los indicadores, más de 180 millones de personas en la región carecen de ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas y, de ellas, 70 millones no tienen los recursos para adquirir una canasta básica de alimentos.
A esto se suma un proceso de urbanización que ha estado marcado por la persistencia de altos niveles de pobreza y desigualdad, en donde estos avances en algunos indicadores económicos, no impactan proporcionalmente en la distribución de la riqueza y el acceso a servicios básicos, siendo este un escenario en donde el discurso aparece en momentos cuando la campaña política esgrime de herramientas para articularse con los más necesitados.
Esta breve reflexión examina las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad en las ciudades de América Latina y el Caribe, sus consecuencias sociales y económicas, y las posibles soluciones desde una perspectiva sociológica que busca contribuir a aspectos no observados en muchos de los discursos políticos recientes.
Desigualdad Estructural: un legado histórico
La desigualdad en América Latina y el Caribe tiene raíces profundas que se remontan a la época colonial. Durante siglos, la región fue explotada en función de los intereses de las élites coloniales y, posteriormente, de las oligarquías nacionales. Este legado histórico ha creado una estructura social altamente estratificada, en la cual las oportunidades de movilidad social son limitadas para las clases más desfavorecidas.
Cuando se aborda el tema de las barreras al desarrollo y los asuntos sociales, el énfasis suele estar en la pobreza y en la falta de recursos. Sin embargo, en América Latina y el Caribe, el problema no radica en la escasez de recursos, sino en la desigualdad y la mala distribución de estos, lo que impide alcanzar un desarrollo más significativo. (Burchardt, 2021).
Igualmente, en las ciudades, esta desigualdad se manifiesta de diversas formas, desde la segregación espacial hasta el acceso desigual a servicios públicos como la educación, la salud, y el transporte. Las zonas urbanas más pobres suelen estar ubicadas en áreas periféricas o marginales, con infraestructuras deficientes y una menor presencia del Estado. (Oxfam, 2021). Esta segregación territorial refuerza las disparidades sociales y económicas, creando una dinámica de exclusión que es difícil de romper.
Pobreza Urbana: Factores y dinámicas
La pobreza en las ciudades de América Latina y el Caribe no es solo una cuestión de falta de ingresos, sino que está vinculada a una serie de privaciones multidimensionales. La falta de acceso a servicios básicos, la inseguridad alimentaria, la precariedad laboral y la violencia son características comunes de la pobreza urbana en la región.
Uno de los factores clave que perpetúan la pobreza es el mercado laboral informal. Una gran proporción de la población urbana trabaja en empleos informales, que no ofrecen seguridad social, estabilidad ni ingresos suficientes para mantener un nivel de vida digno. Esta informalidad laboral está estrechamente relacionada con la desigualdad educativa, ya que las personas con menos acceso a educación de calidad son más propensas a caer en el empleo informal. (BID, 2018).
Además, la migración interna, desde áreas rurales hacia las ciudades, ha contribuido al crecimiento de los cinturones de pobreza en las zonas urbanas. Los migrantes a menudo llegan a las ciudades sin las habilidades necesarias para integrarse en el mercado laboral formal, lo que los lleva a asentarse en barrios informales donde las condiciones de vida son extremadamente precarias.
Impactos Sociales y Económicos de la Desigualdad Urbana
La persistencia de la pobreza y la desigualdad en las ciudades tiene consecuencias devastadoras no solo para los individuos afectados, sino también para la cohesión social y el desarrollo económico de la región. En términos sociales, la desigualdad genera resentimiento y desconfianza hacia las instituciones, lo que puede derivar en un aumento de la violencia y la criminalidad. La falta de oportunidades para los jóvenes, en particular, es un factor que contribuye al crecimiento de la delincuencia en las áreas urbanas más pobres. (Montero, et al, 2017).
Desde una perspectiva económica, la desigualdad limita el crecimiento económico sostenible. Las personas que viven en la pobreza tienen menos capacidad para invertir en su educación, salud y bienestar, lo que perpetúa un ciclo de pobreza que es difícil de romper. Además, la segregación espacial y la exclusión social limitan la movilidad social y económica, lo que impide que amplios sectores de la población contribuyan plenamente al desarrollo económico de sus ciudades.
Respuestas, Políticas y Desafíos
Abordar la pobreza y la desigualdad en las ciudades de América Latina y el Caribe, requiere un enfoque integral que combine políticas económicas inclusivas, reformas educativas, y una mejor planificación urbana. Sin embargo, implementar estas políticas enfrenta varios desafíos, incluyendo la resistencia de las élites, la corrupción, y la inestabilidad política.
Las políticas de redistribución de la riqueza, como la implementación de impuestos progresivos y la expansión de los programas de transferencias monetarias condicionadas, son esenciales para reducir la desigualdad. Asimismo, mejorar el acceso a la educación y la salud en las zonas urbanas más desfavorecidas es crucial para romper el ciclo de pobreza. (Toro et al, 2021).
En términos de planificación urbana, es necesario promover un desarrollo urbano más inclusivo que facilite la integración de las zonas marginales en el tejido urbano de las ciudades. Esto incluye la mejora de la infraestructura en los barrios informales, así como la provisión de servicios públicos esenciales.
Reflexión final
La pobreza y la desigualdad en las ciudades de América Latina y el Caribe, son el resultado de una combinación de factores históricos, estructurales y sociales impulsados por nefastas decisiones políticas y la ausencia de una visión a largo plazo que combine el anhelo de sus habitantes con enfoques de desarrollo más creativos. Estas orientaciones también deben promover respuestas coordinadas y multidimensionales.
A pesar de los desafíos, la inestabilidad política en la región rubricada en la eterna lucha ideológica entre la izquierda y la derecha, ha frenado muchos de los intentos por avanzar hacia sociedades más justas y equitativas. Bajo este escenario de ya más de 200 años de experimentos, las nuevas acciones debe ir encaminadas a dar protagonismo a sus habitantes, promoviendo su efectiva inclusión social, económica y territorial, en donde la reducción de la desigualdad no solo es un imperativo moral, sino también una condición necesaria para el desarrollo sostenible y la estabilidad social en la región.