En este periodo de transición y nombramientos, Donald Trump ha dejado claro que los hombres que se encargarán de los asuntos energéticos y de protección del medio ambiente, tienen una visión muy lejana y apática frente al calentamiento global.
El Departamento de Energía de Estados Unidos afirma en su informe sobre energías limpias de 2016, que el futuro para esta clase de energías ha llegado. Y lo dice amparado en las cifras de 5 tecnologías claves: la energía eólica, por ejemplo, ya representa el 41% de toda la capacidad de generación energética del país en 2015; la energía de paneles solares creció un 43% en comparación con 2014 y hoy suma 14 mil megavatios; 490 mil vehículos eléctricos han sido vendidos a la fecha y ya ruedan por las vías estadounidenses; las bombillas e iluminación LED superan los 200 millones de piezas vendidas con un crecimiento del 146% en relación con el año 2014; y un millón de hogares y negocios ya han instalado paneles solares para generar energía limpia. Sin duda, el secretario de Energía de Estados Unidos, Ernest Moniz, académico y hombre de las entrañas del MIT (Massachusetts Institute of Technology), tiene mucho de que sentirse satisfecho. Aunque no por mucho tiempo.
La llegada del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, parece que significará un frenazo al interés estadounidense demostrado en los últimos 8 años de acelerar el crecimiento de las energías limpias. Como en su momento sucedió con George W. Bush, y que parece ser una constante del partido republicano, el nuevo gabinete presidencial tiene muchísimas relaciones con los sectores petroleros y de energías fósiles, que tendrán el respaldo y la anuencia del gobierno para posicionarse de nuevo como líderes de la producción energética. Y ello además, amparados en políticos escépticos y negacionistas del cambio climático.
A pesar de las evidencias para la mayoría de los científicos y expertos sobre la existencia y las consecuencias del calentamiento global, existen los llamados negacionistas, quienes no creen que el cambio climático sea un problema o esté provocado directamente por el hombre. Hoy Donald Trump hace parte de ese grupo de personas y de políticos.
El empresario y ahora presidente Trump ha repetido en decenas de escenarios que el cambio climático es “una falsa alarma” e incluso ha llegado a considerar como “un efecto menor” las consecuencias del calentamiento de la Tierra.
Desde la firma del Acuerdo de París, en diciembre de 2015, 55 países, que representan el 55% de las emisiones de carbono, ratificaron el acuerdo y asumieron el compromiso de materializarlo en políticas públicas. Entre los principales países que ratificaron los acuerdos están Estados Unidos y China. Para la administración de Barack Obama el tema ha sido y es una prioridad.
El Acuerdo trazó como meta principal mantener el calentamiento global menor a dos grados Celsius. Si el planeta llegara a los cuatro grados, el clima experimentaría un incremento de los ciclones naturales, sequías, hambruna y un aumento del nivel del mar en las costas.
Lo cierto es que, este acuerdo, parece no será la prioridad para Donald Trump ni para el equipo de integrantes de su gabinete que se encargará de las políticas públicas en materia de medio ambiente.
Scott Pruitt, un abogado escéptico del cambio climático
En mayo de este año, el fiscal general de Oklahoma, Scott Pruitt, fustigaba en un artículo del National Review, publicación que reúne la ideología conservadora estadounidense, al gobierno de Barack Obama porque un grupo de fiscales generales demócratas anunciaron la intención de investigar criminalmente a las compañías de petróleo y gas que desconocen el cambio climático. Incluso Pruitt afirma en ese artículo que “los científicos siguen en desacuerdo sobre el grado y la extensión del calentamiento global y su conexión con las acciones de la humanidad.” Ese episodio previo sirve para mostrar de la mejor manera a Pruitt, el nuevo director de la Agencia Estadounidense de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés).
Incluso Trump advirtió ya el papel de Pruitt al anunciar su nominación para este cargo. “Durante demasiado tiempo la EPA ha gastado dinero de los contribuyentes en una descontrolada agenda contra el sector energético que ha destruido millones de puestos de trabajo”, dijo en el comunicado de prensa que reveló este nombre. Ya Pruitt tiene experiencia en atacar y en enfrentarse a la agencia que a partir de enero dirigirá. Ha demandado regulaciones emitidas por la EPA, dos de esas demandas las ha perdido, una ha sido desestimada y otras están pendientes de ser definidas en los estrados judiciales.
Varios congresistas demócratas han advertido que la nominación de Pruitt no será tranquila. El nuevo líder de la oposición demócrata en el Senado, Chuck Schumer, afirmó en su cuenta de Twitter sobre el nombramiento de Pruitt que este hombre “estará del lado de las grandes petroleras y los negacionistas del cambio climático, no del lado de las familias y los estadounidenses que luchan por las energías limpias y el agua limpia”. Entre tanto, el senador y excandidato a la presidencia, Bernie Sanders, dijo que “Pruitt, negacionista del cambio climático, ha trabajado con las empresas petroleras para hacernos más dependientes de las energías fósiles”, al tiempo que anunció que se opondrá a este nombramiento.
Rick Perry, el nuevo líder de la cartera de energía
El gobernador por 15 años del estado de Texas y excandidato a la presidencia, Rick Perry, llega precedido por dos inconsistencias a la Secretaría de Energía de Estados Unidos. La primera es que en campaña calificó a Trump como un “cáncer del movimiento conservador”, lo que parece no importarle ya mucho a él ni a Trump, quien lo ha nominado para ese cargo. Y la segunda y más delicada de cara al futuro, es que en un debate presidencial entre republicanos, Perry afirmó que aboliría la secretaría que hoy va a dirigir.
Perry, sin duda, tiene un perfil muy distinto al de sus predecesores en ese cargo y que tuvo Barack Obama durante los ocho años de su mandato. El presidente saliente nombró a Steven Chu, premio Nobel de Física y un hombre respetadísimo en el ambiente académico global y luego al físico nuclear y profesor del MIT, Ernest Moniz. Un gran contraste con el mismo Perry, que viene del estado que produce más petróleo de EEUU – 1,2 millones de barriles diarios- , es miembro de la Asociación Nacional del Rifle y ha calificado el cambio climático de “invención”. Con esas credenciales aspira a regir una cartera que en los últimos tiempos se ha volcado a la promoción de las energías limpias y alternativas.
El papel de Perry ya fue adelantado por Trump, quien anunció que rescindirá la moratoria de Obama de arrendamiento de las minas y explotará de manera intensiva yacimientos no tradicionales para recuperar el liderazgo energético del país. Un rol del que Perry estará encantado, como opositor a toda regulación ambiental.
Rex Tillerson, la nueva cara de las relaciones internacionales
Y un tercer nombre también ligado a los asuntos energéticos y ambientales, que evidencia el color “petróleo” del gobierno Trump es su secretario de Estado, Rex Tillerson. Este hombre durante los últimos 10 años ha sido un negociador de primer orden con numerosos países como presidente de la Exxon Mobil, la principal petrolera global.
Luego de graduarse en Ingeniería Civil en la Universidad de Texas, en 1975 Tillerson entró a formar parte de la petrolera, primero como ingeniero de producción. Desde entonces ha ido escalando posiciones, en especial en la última década: en 2001, se convirtió en vicepresidente senior de la firma; en 2004, presidente y miembro de la junta directiva; y finalmente, en 2006, consejero delegado, un cargo que ejercerá hasta el próximo 1 de enero, cuando ya deba prepararse para dirigir la política exterior estadounidense.
Quizás la mayor inquietud que tienen algunos sectores políticos con Tillerson es su cercanía con el presidente ruso Vladimir Puttin.
Estos nombres, sin duda, no dejan tranquilos a los ambientalistas ni a aquellos sectores que habían reconocido un mayor liderazgo de Estados Unidos en el último tiempo para luchar contra el cambio climático. Ese mismo tiempo dirá cuáles serán las políticas del nuevo mandatario estadounidense. Eso sí, los nombres elegidos y ya conocidos para liderarlas no son un buen augurio.