Hace unos días iniciamos una serie de webinars llamada “Tomar medidas” en América Latina, que apunta a brindarle una voz a grupos históricamente excluidos para que expresen sus opiniones y deseos de desarrollo de cara a la emergencia de la COVID-19. Esta serie refleja una discusión que está teniendo lugar dentro del Banco Mundial en torno a los efectos omnipresentes del racismo y la discriminación en nuestro trabajo, nuestras comunidades y en nuestros hogares, desencadenada por los lamentables sucesos de las últimas semanas en Estados Unidos. Los recientes acontecimientos también nos llevaron a crear un espacio donde podamos reflexionar mejor sobre la necesidad imperiosa de América Latina de escuchar a sus propias voces haciendo un llamado a la equidad y la justicia social, teniendo en cuenta las diferencias entre los dos casos.
Comenzamos esta serie centrándonos en los afrolatinos, la minoría más grande y menos visible de la región. Un estudio que publicamos en 2018 reveló que 1 de cada 4 latinoamericanos se identifica a sí mismo como afrodescendiente; a la vez, estos representan alrededor de la mitad de aquellos que viven en la extrema pobreza—de hecho, tienen 2,5 veces más probabilidades de ser pobres crónicos—. También tienen el doble de probabilidades de vivir en barrios informales y las mayores tasas de desempleo y subempleo. La violencia que viene devastando a la región en las últimas décadas también los afecta de forma desproporcionada, 3 de cada 4 víctimas de homicidio en Brasil son jóvenes varones afrodescendientes.
Al igual que en Estados Unidos, la pandemia de COVID-19 no impacta de forma igualitaria en América Latina , en donde regiones con una alta concentración histórica de afrodescendientes, como la costa del Pacífico en Ecuador y el norte de Brasil, son las más afectadas por esta crisis. No conocemos el alcance de esta situación, dado que ningún país desglosa los datos epidemiológicos según el grupo étnico. Sabemos que los afrodescendientes padecen muchas de las condiciones previas que los vuelven más vulnerables ante el virus —una elevada prevalencia de diabetes y enfermedad cardiovascular, obesidad —, junto a un acceso inadecuado a la atención médica.
Los afrodescendientes no son observadores pasivos de esta emergencia. Durante el webinar, escuchamos a tres importantes dirigentes afrolatinoamericanos hablar de cómo sus comunidades se organizaron rápidamente para proporcionar servicios que no estaban siendo brindados por sistemas de salud desbordados y gobiernos financieramente sobre extendidos.
Las comunidades garífunas de Honduras establecieron sus propios sistemas de vigilancia y control sanitario, movilizándose rápidamente para apoyar a los más vulnerables. En Colombia, la históricamente influyente dirigencia afrocolombiana estableció una mesa multisectorial, donde diferentes niveles de gobierno y líderes comunitarios realizan reuniones semanales para monitorear y tomar medidas de acuerdo a la evolución de la pandemia en municipios y territorios con afrodescendientes. En Argentina, la Secretaría de Derechos Humanos se asoció con el Banco y la CDHNU para brindar alimentos y alojamiento a migrantes africanos y haitianos, que están entre las comunidades más vulnerables a los efectos de la prolongada y estricta cuarentena en ese país.
Los dirigentes afrodescendientes presentaron ideas sobre cómo puede el Banco Mundial ayudar a tomar medidas:
Trabajar junto a los gobiernos para cerrar las brechas significativas en educación, empleo, nuevas tecnologías y crimen y violencia, entre otras, según se expone en el informe Afrodescendientes en América Latina: hacia un marco de inclusión.
Mantener los compromisos de la Década Internacional de los Afrodescendientes, que corren el riesgo de quedar aún más relegados bajo el contexto de la COVID-19.
Establecer indicadores claros de progreso en áreas donde el Banco Mundial está activo, como educación y protección social.
Apoyo a la propuesta de una Declaración sobre los Derechos de las Personas de Ascendencia Africana, un paso simbólico aunque importante que sirve como un llamado para que los Estados tomen medidas concretas en pos del reconocimiento y promoción de los derechos colectivos de los afrodescendientes, incluido el derecho de ejercer su identidad sin miedo al racismo o la discriminación, a poseer sus territorios de forma colectiva, a participar, y a determinar las condiciones y características de sus formas de vida, entre otros.
“Debemos preguntarnos qué estamos haciendo en cada proyecto para cerrar las brechas que sujetan a tantos afrodescendientes a la pobreza crónica”, dijo Seynabou Sakho, directora del Banco Mundial para Centroamérica. Debemos dialogar con nuestros clientes y establecer estándares más altos para llegar a comunidades históricamente excluidas, lo que entraña cambios en la forma que nos comportamos, hablamos y diseñamos nuestros proyectos.
“El apoyo a las comunidades vulnerables de la región de América Latina y el Caribe, y a la población afrodescendiente en particular, ha formado parte de nuestro trabajo durante muchos años. Pero este momento es diferente. Debemos llevar ese diálogo, ese análisis, la concientización, a un nivel más alto. Debemos cambiar las políticas, movilizar recursos y efectivizar nuestras buenas intenciones”, dijo Jordan Schwartz, director del Banco Mundial para Argentina, Paraguay y Uruguay.
Mientras cerrábamos el seminario web, nos quedamos con un fuerte mensaje, uno que sintetiza la urgencia de Tomar Medidas: “El desarrollo de nuestras comunidades es el desarrollo de nuestros países”.
América Latina sin dudas se recuperará de la pandemia de COVID-19, pero esta es una oportunidad de reconstruir nuestras sociedades de una forma más justa y resiliente. El objetivo dependerá, en gran medida, de la inclusión de los afrolatinoamericanos como protagonistas en la recuperación.
Columna escrita originalmente por Anna Wellenstein, Maria González de Asís y German Freire para el Blog del Banco Mundial