Thomas Kimber es un joven chileno, fundador de Karün, una empresa B comprometida con la sostenibilidad ambiental y cuyo negocio tiene verdadera “visión de futuro”
Las imágenes de los océanos contaminados por plástico pueden verse con ojos de lástima o con mirada indiferente. También con inquietud visionaria, como le sucedió a Thomas Kimber cuando vio “las islas flotantes de plástico que se forman donde se juntan las corrientes de los océanos”.
Ésa y otras afrentas contra la naturaleza lo marcaron y la idea de “hacer algo” lo llevó a tomar la decisión de fundar la empresa Karün (www.karunworld.com), concebida como una alternativa, entre las miles que se requieren, contra el desastre que significa arrojar al mar cada año ocho millones de toneladas de plásticos, el 10% de ellas procedentes de las redes de pesca.
A partir de la recuperación de estos aparejos descartados al final de su vida útil por pescadores artesanales y empresariales, y a partir de sobrantes de madera proveniente de demoliciones o de árboles caídos procedentes de bosques certificados, Karün ostenta el distintivo de haber sacado al mercado los primeros anteojos en el mundo hechos cien por ciento con plásticos reciclados de las inmensidades de los mares. Esta experiencia de Karün fue finalista el año pasado del Premio Avonni de Diseño.
Con motivo del Primer Encuentro Latinoamericano de Empresas B, realizado entre el 30 de noviembre y el 2 de diciembre en la Universidad Eafit, en Medellín, LA Network dialogó con Thomas Kimber, quien espera que cada vez sean más las empresas, organizaciones, académicos, innovadores e instituciones educativas vinculados a la red global Sistema B que desde hace una década, cuando nació en Estados Unidos, viene impulsando una exitosa estrategia empresarial y académica para reorientar el objetivo y la forma de hacer negocios, y de paso hacerle un aporte de importancia a la tarea urgente de cambiar el rumbo equivocado que lleva el mundo.
—Thomas, ¿cómo cambiarle el rumbo de acumulación y avaricia que tienen los negocios en todo el mundo?
—Haciendo negocios bajo un punto de vista diferente. Teniendo en cuenta, en primer lugar, que los seres humanos hacemos parte de la Tierra y no estamos separados de ella. Nosotros hacemos anteojos y trabajamos con materias primas recicladas como maderas nativas de árboles caídos procedentes de la Patagonia, y con redes de pesca recicladas del mar que, en asocio con una empresa de Estados Unidos que se llama Bureo, las convertimos en gafas de muy alta calidad. Todo este proceso lo hacemos con la participación de comunidades locales de la Patagonia.
—¿Cómo se gesta esta idea que hoy recibe aplausos en cada lugar donde es presentada?
—Empezamos en 2012. Hemos avanzado mucho desde allí. El objetivo nuestro es demostrar, a través del ejemplo, que podemos crear una lógica diferente para los negocios. Usamos los anteojos como un elemento icónico para transmitir este mensaje en la industria de la moda.
—¿Quiénes hacen parte de Karün?
—Al final, somos todas las personas que estamos metidas en Sistema B. Pero nosotros en Karün somos un grupo de doce personas que actuamos en colaboración con empresas de Estados Unidos, Italia, Francia, Suecia y Chile. Juntos estamos armando un ejemplo que pueda ser una fuente de inspiración para más personas alrededor del mundo. O sea, si nosotros logramos desde Chile armar una forma diferente de negocio, elaborar un producto que sea de la mejor calidad, que compita con los mercados más exigentes y que en todo este proceso participen comunidades locales, significa que en cualquier parte del orbe esto se puede hacer.
—¿En la mente de quién nació la idea?
—Soy el fundador. Tenemos 104 socios que son personas de diferente experiencia empresarial, gente de ONGs, personas del mundo ambiental, del arte, el diseño, la escritura. Todos alineados bajo el mismo propósito: demostrar que podemos cambiar la forma de interactuar con la naturaleza, porque el modelo económico actual está construido bajo el pensamiento de que los seres humanos somos algo separado de la naturaleza. Creemos que somos dueños del universo y por eso usamos la Tierra para beneficio propio.
—Y nada más apropiado que unos anteojos para ver la diferencia.
—A través de nuestros anteojos se ve el mundo desde otro punto de vista. ¿Y cómo podemos demostrar que eso es posible? Es posible porque en todo nuestro proceso productivo y en la cadena de valor está la capacidad de reciclar desechos contaminantes, está la capacidad de empoderar comunidades rurales, locales e indígenas, y está el convencimiento de que son las propias comunidades las que pueden preservar sus territorios a partir de emprendimientos locales. No olvidemos que las culturas indígenas llevan trece mil años en el mundo y han logrado un perfecto equilibrio entre la naturaleza y los seres humanos. En definitiva, los anteojos Karün permiten convencernos de que tenemos la responsabilidad de hacernos cargo del daño que le hemos hecho a la naturaleza.
—¿Cómo es el procedimiento para obtener las materias primas recicladas?
—La madera de árboles nativos caídos, como roble, lenga y raulí, proveniente de demoliciones o bosques certificados FSC, es acumulada en varios sitios de la costa chilena. Y las redes de pesca las obtenemos a través de un programa colaborativo que se llama NETpositiva (http://www.net-positive.org), liderado por la empresa Bureo, situada en California, Estados Unidos (https://bureo.co). Ellos fabricaron el año pasado una tabla de esquí con plástico reciclado del mar. El programa de reciclaje de Bureo en Chile permite la eliminación responsable, es decir, la acción está enfocada a evitar que las redes desechadas sean quemadas o tiradas al mar. Porque el problema que tienen la mayoría de las comunidades costeras de bajos recursos es la tremenda dificultad de hacerse cargo de los desechos por un tema de costo. El objetivo de Bureo y de NETpositiva es transformar el pensamiento de sostenibilidad de vanguardia en herramientas y enfoques prácticos para las empresas y para la educación. Vale la pena conocerles.
—¿Cómo logran articularse con las comunidades?
—Por cada kilo de red, Bureo brinda apoyo financiero a la mano de obra local y a las comunidades participantes. Y esos fondos se invierten en educación y en mejora de infraestructuras. De esa forma les incentivan a preservar el medio ambiente, manteniendo las redes de pesca plásticas fuera de nuestros océanos. Y a nosotros esos comportamientos nos permiten obtener materias primas y diseñar gafas en Chile, fabricarlas en Italia y venderlas en Suecia y demás países nórdicos de Europa.
—¿Por qué en Italia?
—Allí está la mejor industria de la óptica, con empresas que se preocupan por los empleados y por el medio ambiente, o sea que comparten nuestra visión de negocio.
—En términos de negocio, ¿hay diferencia entre comprar el plástico y reciclarlo?
—Efectivamente lo de nosotros es un negocio. Y la única manera de hacerlo sostenible a través del tiempo y que podamos crecer y que podamos aumentar el impacto mediante la venta de más anteojos, radica en demostrar que otras comunidades pueden emprender proyectos similares dándose cuenta que es posible reutilizar las cosas, que es posible cambiar nuestro rol en el planeta al hacer las cosas. Nosotros en vez de pagarle a un proveedor para que nos fabrique un plástico virgen a partir de los derivados del petróleo y con químicos y con toxinas, estamos haciendo lo que ya he explicado. Y entre reciclar el material y comprarlo, el gasto es muy similar. Pero lo de nosotros tiene un componente y es que no se trata solamente de una rentabilidad económica, lo importante es la rentabilidad social y la rentabilidad ambiental. Eso hace exitoso un proyecto.
—Y eso hace exitoso al Sistema B.
—Karün, NETpositiva y Bureo somos empresas del Sistema B y en este movimiento global una empresa no busca ser la mejor del mundo sino la mejor para el mundo. Una tremenda diferencia y una tremenda certificación para las empresas que están trabajando de manera concreta y colaborativa para ayudar a la comunidad, para ayudar al medio ambiente y para crecer los negocios. De una cosa estamos convencidos y es que la única manera de hacer un cambio importante en el mundo es que sea hecho por todos, es decir, que haya colaboración.
—Todo lo que has dicho es destacable, ¿pero ha sido complicado hacerlo?
— Claro que hacer algo así es complicado en cualquier país. El mundo entero está regido por la misma lógica de crecer y acumular a partir de depredar el planeta. Y cambiar este paradigma es muy difícil pero no imposible porque en todas partes hay talento. En realidad falta mucho camino por recorrer. Pero sobre todo la gente joven que quiere hacer un cambio está viendo que a partir de un proyecto concreto puede intentarlo y que el Sistema B es un camino.