La arquitecta colombiana Natalia Castaño Cárdenas, integrante del Centro de Estudios Urbanos y Ambientales, Urbam, de la Universidad Eafit en Colombia, es la autora de este libro que se sumerge en el espíritu artístico del barrio.
Fueron dos viajes, literalmente, los que llevaron a Natalia Castaño Cárdenas, arquitecta y magíster en Paisaje y Medio Ambiente Urbano de la Universidad de la Plata (Argentina), a la escritura: el primero, aquel que hizo en la ciudad de Medellín, de la mano de los Planes Urbanos Integrales (PUI) que se desarrollaron en los barrios populares asentados en las colinas de esta ciudad colombiana; y el segundo, ya más personal y de introspección, por los recovecos de su alma, para responder un poco a esa recurrente pregunta de qué somos y para qué andamos rodando en este mundo.
La fusión de estas dos experiencias dio como resultado el libro Barrios que cuelgan de la montaña, que acaba de ser publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Eafit y en el que Castaño dialogó con los artistas, los gestores y los grupos culturales más reconocidos en estos barrios de Medellín y que jugaron un papel fundamental en la vida de la ciudad, en sus dramas, pero, sobre todo, en sus transformaciones.
Es así como el libro visibiliza la poesía de Helí Ramírez, que plasma en sus versos las vivencias del barrio Castilla; las pinturas del muralista Fredy Serna, que representan los paisajes de las comunas de Medellín; la ciudad retratada en el cine de Víctor Gaviria; o el teatro comunitario de la Corporación Cultural Nuestra Gente, un actor reconocido del barrio Santa Cruz.
“Realmente no sabría decir cómo empezó. Fue un viaje personal, un viaje profesional que me permitió acercarme a estas líneas y tratar de plasmarlo en un documento cuyo interés era que fuera un libro para todo el público, no solo un documento académico. Para mí es de verdad como devolver todos los aprendizajes a las personas con las que he estado conversando los barrios durante todos estos años”, explicó la arquitecta y autora quien ahora funge como Líder de Proyectos en este Centro de Estudios tan arraigado en la vida de las ciudades de la región.
LA Network dialogó con Castaño Cárdenas sobre el libro que tuvo como eje central de su relato el papel de los artistas y la cultura en el espíritu de estos barrios de ladera que son, como no, casi que un relato transversal a los barrios latinoamericanos.
¿De qué se trata este relato urbano?
Quise resaltar en mi investigación cuál había sido el papel del arte y los artistas de los barrios, cómo en muchos de los procesos que se habían dado en la ciudad, especialmente en los barrios del norte de Medellín, de las laderas nororiental y noroccidental, estaba presente este elemento. La ciudad ha sido muy reconocida por todos los proyectos que se han desarrollado como el Metrocable, los parques, los Proyectos Urbanos Integrales -de los cuales hice parte-, pero me interesaba entender, resaltar y visibilizar cuál ha sido el papel de los artistas mucho antes de que toda la acción más pública se llevará a cabo.
¿Y por qué una arquitecta toma el camino del arte en las ciudades?
“Porque me interesaba conectar esos dos mundos, el mundo de lo social, de los procesos urbanos y del arte. Muchas veces se ven como cosas separadas pero me interesaba precisamente ver cómo muchos artistas se han involucrado en la transformación de sus barrios, de los espacios públicos, de los lugares, pero también cómo simbólicamente nos han ayudado a transformar la mirada sobre estos territorios y cómo ha permitido que también personas como yo, que venimos del mundo del urbanismo, sintamos como una necesidad que no es no solo mirarnos en lo físico o en lo cuantitativo, sino también la importancia de valorar estas miradas sugestivas, emotivas, más cercanas a la construcción de valores estéticos”.
¿Cuáles fueron esos hallazgos en este viaje?
En el marco de lo que se entiende como paisaje, muchas veces se entiende solo como la naturaleza, pero lo interesante desde el concepto de paisaje es que también tiene que haber representación, es decir, puede haber naturaleza, pero no siempre hay paisaje. Hay paisaje cuando suceden este tipo de expresiones artísticas y miradas del arte que permiten mediar un lugar y permiten impregnar en él otros valores: el de la belleza, del color, todo lo que implica mirar un territorio más allá de su forma y sus datos, mirarlo con otros ojos. En ese sentido, lo que cuento es cómo estos artistas tienen un compromiso social por, además de generar una obra con un valor propio y alto, comprometerse desde lo social a transformar sus propios territorios.
Y es que el arte ha jugado un papel fundamental en los momentos más aciagos de una ciudad como Medellín…
Sí, claro. Entonces ahí es donde hablo con un artista como Fredy Serna, que sale de su estudio para pintar las calles y los murales por fuera, en los lugares con valor, con memoria, con identidad. Lo mismo el teatro, aquellos que construyen obras de teatro que se hacen en las salas pero también se apropian del espacio público e impregnan a ese espacio cargado muchas veces de cosas negativas, de miedo, de desconfianza por el otro, impregnan una cantidad de valores, de convivencia, de mirarse a los ojos, de usar también el espacio público entendiéndolo como un todo en el contexto histórico, en el que también hay muchos barrios donde la calle se convirtió en el territorio de disputa”.
¿Dirías que el libro es también un homenaje a estos artistas que muchas veces lucharon contra la violencia?
Ahí aparecen los elementos de resistencia, de identidad, de reconocer que en la ciudad también se pueden poner esas dos ciudades: la ciudad planificada y la ciudad autoconstruida, donde estos artistas cumplen esa labor de ayudar a mediar en los procesos. Por ejemplo, la Casa Amarilla como la casa cultural que se ha comprometido para hacer obras, pero además se ha comprometido decididamente en participar en los Proyectos Urbanos Integrales. Esto significa que se pasa de la obra misma que reconocemos en los artistas, a impregnar muchos procesos de convivencia barrial.
En ese sentido sí es un reconocimiento a esos artistas, que artistas más jóvenes en otros territorios de la ciudad también los reconocen como referentes. Por otro lado, también es un aporte que quiero hacer para dar cuenta de cómo esas miradas del paisaje y del territorio pueden ser claramente comparadas a los procesos de desarrollo urbano; procesos donde considero que tenemos divisiones disciplinarias que hacen que uno no logré conectarse con esas otras maneras de mirar la ciudad y mirar el territorio. Es una invitación a entender mucho más los procesos de ciudad, en la medida que incorporemos otras formas y estas voces del arte, estas manifestaciones del arte, nos permitirá conectarnos de otra manera.