¿Cómo podemos aprovechar la economía digital para hacer que la movilidad sea más sostenible? Esta pregunta fue el enfoque principal de la conferencia Transforming Transportation (Transformando el transporte) de este año, que reunió a varios de los pensadores más creativos e innovadores en el mundo de la movilidad. Uno de ellos fue Davis Wang, CEO de Mobike, una startup originaria de China, pionera en el desarrollo de los sistemas de bicis compartidas sin anclaje, que a hoy está presente en más de 200 ciudades en 12 países. En su intervención, Wang planteó varios puntos sobre el futuro de las bicis compartidas sin anclaje, con lo que me motivó a escribir para continuar conversando sobre el futuro de los sistemas de bicis compartidas sin anclaje (BiCSA) y su potencial para convertirse en una nueva modalidad para el transporte urbano.
¿Qué son exactamente los sistemas de bicis compartidas sin anclaje (BiCSA)?
Popularizados en Beijing hace poco menos de dos años, los sistemas BiCSA se han extendido rápidamente por todo el mundo. En la Ciudad de Washington, Mobike y tres compañías más iniciaron un piloto con cerca de 2 mil bicis en septiembre de 2017.
Como su nombre lo indica, la principal característica que distingue a los sistemas BiCSA o «libres» de los sistemas de bicis compartidas tradicionales (aquellos donde debes tomar y dejar tu bici en un muelle o anclaje fijo) es que los usuarios tienen la capacidad de tomar y dejar estas bicis en cualquier espacio público apto para estacionar una bici. Esto es posible gracias a un pequeño dispositivo web incluido en cada bici que permite que los potenciales usuarios que tengan un teléfono inteligente puedan localizar y desbloquear cualquier bici compatible en cuestión de segundos. ¡En efecto, las BiCSAs son un derivado más de la revolución del “Internet de las cosas”!
El precio por usar estas bicis depende de la duración del viaje. En EE.UU., esto cuesta, en promedio, 1 dólar por cada media hora, que se cobra a la tarjeta de crédito del usuario a través de la misma app. Debido a que estas «bicis inteligentes» son bastante novedosas, las compañías de BiCSA se esfuerzan para hacer sus bicis atractivas, amigables y fáciles de usar. Aunque cada compañía tiene su propia flotilla y una combinación de colores única, todas las BiCSAs están diseñadas para ser duraderas y fáciles de identificar. Por ejemplo, un usuario que decida usar una BiCSA por primera vez necesita solo cerca de tres minutos para descargar la app, abrir una cuenta y ponerse en marcha, en parte gracias a las instrucciones puestas en puntos clave de la bici.
Según las cifras de Mobike, el costo promedio de poner una de estas bicis en la calle es de USD 200 a 400, y en promedio es usada entre mil y seis mil veces por año. Los sistemas BiCSA se están convirtiendo en el próximo hype en movilidad activa, al punto que Mobike debutó en septiembre pasado en el listado de las «50 compañías que están cambiando el mundo en 2017», publicado por Fortune 500.
Oportunidades y desafíos
Teniendo en cuenta su popularidad, muchos creen que este modelo llegó para quedarse: en Shanghai, la «meca» de los sistemas BiCSA, ya hay cerca de 1.7 millones de estas bicicletas en funcionamiento.
Los sistemas BiCSA han sido reconocidos como una gran adición al entorno urbano que posiblemente incentivará a que más personas se desplacen en modos activos. En EE. UU., algunas investigaciones incipientes también sugieren que las BiCSAs pueden (1) coexistir con los sistemas tradicionales de bicis compartidas; (2) aumentar la participación modal del ciclismo; y (3) atraer a más comunidades socialmente diversas al ciclismo urbano.
Por otro lado, también es posible que haya escuchado algo de la prensa negativa sobre cómo las BiCSAs terminan obstruyendo el limitado espacio, o sobre cómo pueden ser destrozadas, arrojadas a ríos (echa un vistazo a las ebikes JUMP para una posible solución) o, incluso, pueda que estés enterado que una empresa de BiCSAs en China recientemente quebró. Sin lugar a dudas, los sistemas BiCSA siguen siendo una tecnología emergente con altibajos, y la regulación aún no se ha puesto al día para mitigar las consecuencias adversas. Eso es precisamente lo que China está buscando con su nueva regulación nacional.
Planificación del transporte urbano en la era de Big Data
La conversación sobre lo positivo y lo negativo de los sistemas BiCSA suele pasar por alto un punto muy importante sobre esta tecnología: los DATOS. Como cada bicicleta está equipada con la tecnología de Internet de las Cosas y cada usuario tiene un teléfono inteligente habilitado para GPS, las BiCSAs pueden generar toneladas de datos. Específicamente, generan hasta 30 terabytes por día, según el libro blanco de Mobike en China. E, hipotéticamente, para los usuarios que acepten compartir anónimamente su ubicación desde sus teléfonos, estos sistemas podrían mapear millones de viajes diarios, proporcionando información valiosa sobre los patrones de viaje de los usuarios: ¿usan la bicicleta para llegar a una parada de transporte masivo? ¿O la usan para hacer viajes cortos a la hora del almuerzo? ¿Quizás para llegar a una parada de bus algo más distante de su casa y ahorrarse un transbordo? También nos pueden responder: ¿Qué género y grupo de edad conducen por más tiempo o más repetidamente estas bicis?
Si bien es demasiado pronto para saber qué depara el futuro para los sistemas BiCSA, su ecosistema genera información que potencialmente puede dar un nivel de claridad sin precedentes para los ejercicios de planificación urbana y de transporte. En la era de la movilidad inteligente y los grandes volúmenes de datos, las encuestas de movilidad tradicionales de papel y lápiz empiezan a parecerse a la televisión en blanco y negro en la era de alta definición. El círculo virtuoso conformado por la innovación en los sistemas de movilidad, la generación de más datos y la mejora en la planeación de transporte, nos hace pensar que cada vez tenemos más herramientas para gestionar y mejorar la movilidad urbana y la demanda de transporte y así tomar decisiones informadas sobre cómo construir un mejor transporte… y, claro, sobre ¡cómo ubicar mejor las bicis compartidas!
Publicado originalmente en Voces – Blog del Banco Mundial