El nuevo inquilino de la Casa Blanca no cree en los efectos del calentamiento global. Tal postura y una eventual inacción en este asunto representan un riesgo para la comunidad latina, la más vulnerable ante el cambio climático, según un estudio.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha logrado en 10 días de mandato algo que parecía impensable meses atrás: motivar en todo el continente un sentimiento de unidad latinoamericana ante la polémica construcción de un muro fronterizo con México y el desafío de acabar con las ciudades santuario, donde la mayoría de los latinos vive como inmigrantes.
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Pero otro frente empieza a abrirse en el impredecible escenario entre la comunidad latina y el nuevo mandatario. Y no está relacionado con asuntos migratorios sino con el medio ambiente.
Es bien sabido que Donald Trump es un negacionista del cambio climático y que su gabinete confirmado para reglar este tema tiene como objetivo arrasar con toda política que aliente reconocer y prevenir el fenómeno. Ahora bien, a luz de un informe publicado en octubre pasado por el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC por sus siglas en inglés), el asunto pasa a ser un nuevo motivo de preocupación para los latinos.
En Estados Unidos viven cerca de 56 millones de latinos. De ese número, el 60 por ciento vive en California, Texas, Florida y Nueva York, estados que son extremadamente vulnerables a las amenazas relacionadas con el clima, tales como: la contaminación del aire, las inundaciones o el calor extremo. Ante el inminente cambio en las políticas ambientales, los latinos hoy son doblemente vulnerables.
La presión del aire contaminado
Aunque desde los año 70, Estados Unidos ha hecho un esfuerzo por mejorar la calidad del aire, millones de personas “siguen expuestas diariamente a partículas microscópicas (incluyendo polvo y hollín); compuestos orgánicos volátiles; mercurio; ozono a nivel del suelo (gran componente del esmog); y cientos de contaminantes más”, emitidos por plantas eléctricas, vehículos y otros aparatos.
El estudio de la NRDC muestra cómo más de 24 millones de latinos viven en 15 ciudades de los Estados Unidos con el mayor nivel de contaminación por esmog. Esto conlleva una propensión alta a enfermedades de carácter respiratorio, inmunológico y cáncer. Seis zonas urbanas de California aparecen en el listado de las más contaminadas: Bakersfield, Visalia–Porterville–Hanford, Fresno–Madera, Los Ángeles–Long Beach, El Centro y Modesto–Merced.
A esto hay que sumar que los hispanos en Estados Unidos comúnmente no tienen un seguro médico para ser atendidos por enfermedades como el asma, comparado con los no hispanos. Las barreras del lenguaje también dificultan el acceso al servicio médico y el status migratorio igualmente descalifica a muchos para acceder a la cobertura en salud.
Las inundaciones en las ciudades costeras
La subida en el nivel del mar representa una amenaza para millones de habitantes de las ciudades costeras en el mundo. Las urbes estadounidenses no son ajenas a esta realidad.
El sur de la Florida, en donde para el 2014 vivían más de 2.7 millones de hispanos, enfrenta una de las peores amenazas en todo el país en lo que respecta a inundaciones a causa del nivel del mar y de huracanes.
Científicos del Instituto para la Investigación del Impacto Climático de Potsdam estiman que “aún si el día de hoy el mundo entero dejara de emitir contaminantes que calientan la atmósfera”, por lo menos ocho ciudades de la Florida con grandes comunidades serán inundadas con futuras mareas altas.
Según un estudio adelantado en el 2014 en el Área Metropolitana de Miami–Fort Lauderdale– Pompano Beach, una de las zonas urbanas más hispanas del país, es más probable que los hispanos que estén en territorios de inundación vivan en zonas de alto riesgo a que vivan en zonas de riesgo moderado.
También está claro en caso de emergencia, que “los latinos con poco dominio del inglés o aquellos que han llegado recientemente a zonas inundables puede que no tengan la experiencia o el conocimiento para tomar decisiones informadas sobre el desalojo y los preparativos para una tormenta”, señala el estudio de NRDC.
El calor que mata
El informe de la NRDC, evidencia en este apartado que los latinos sufren un mayor impacto climático a raíz de sus ocupaciones. El 48 por ciento de los trabajadores en agricultura y el 28 por ciento de los trabajadores en construcción en Estados Unidos son latinos y esta población es tres veces más propensa a morir en la jornada de trabajo debido al calor extremo.
La Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos estima que esta participación alta de la comunidad latina en la agricultura y la construcción “explica parcialmente el ritmo de enfermedades y muertes ocupacionales, pero existen también factores adicionales, como la barrera del idioma (mediante la cual aquellos que no hablan inglés no son capaces de entender advertencias e instrucciones con respecto al calor u otros peligros), condiciones precarias en el hogar y entrenamiento inadecuado”. En el 2010, por ejemplo, un estudio de 170 campamentos de trabajadores agrícolas en Carolina del Norte halló que los trabajadores migrantes (de los cuales el 95 por ciento provenían de México), estaban expuestos rutinariamente a temperaturas altas.
A pesar de la alerta reflejada por el informe de NRDC, vale rescatar que los latinos son una fuerza poblacional que crece todos los días y cada vez está más preocupada por los problemas ambientales y de salud pública. Ante esta realidad exigen soluciones. Hoy 9 de cada 10 latinos quieren que se adopten medidas contra la contaminación. Y así como hoy los latinos se preparan para una mayor organización ciudadana y movilización ante las amenazas que suponen las medidas de Donald Trump en asuntos migratorios, deberán hacerlo por la inminente inacción del mandatario frente al cambio climático. Ya está probado que de no hacer nada, sufrirán las mayores consecuencias por la alteración climática.