El antropólogo colombiano Carlos Castaño Uribe, comparte, a través de un libro que resume tres décadas de investigación, un pedido al mundo: no toquemos este tesoro natural y cultural.
Está ubicado en el extremo noroccidental de la Cuenca Amazónica colombiana, cuenta con 4.3 millones de hectáreas, tiene 2 000 millones de años de antigüedad y se calcula que habitan allí unas 32 etnias, varias de las cuales no han sido contactadas.
Se trata del Parque Nacional Natural Serranía del Chiribiquete que fue declarado como tal en 1989 y que es el objeto de un trabajo de más de tres décadas del antropólogo Carlos Castaño Uribe, ex director de Parques Nacionales de Colombia que, en 1986 en un sobrevuelo ‘descubrió’ este tesoro natural y cultural del que se enamoró y cuya pasión por conocer, comprender y sobre todo proteger; se ha reflejado en el libro Chiribiquete, la maloka cósmica de los hombres jaguar que fue publicado en noviembre pero que apenas hace poco fue presentado en Medellín por el Grupo Sura, empresa multilatina y mentora de la publicación.
LA Network estuvo presente en este acto en el que el mensaje fue un grito urgente en tiempos de calentamiento global, deforestación e incendios en la Amazonia: la mejor manera de proteger este tesoro es mantenerlo intacto.
“Chibiriquete nos enseña, al lado del jaguar, de la existencia de la tradición cultural de esta serranía sin precedentes, hasta ahora única y excepcional que recientemente hemos incorporado a la lista de Patrimonio Mundial Cultural y Natural, es decir uno de los 38 sitios existentes con esta particularidad planetaria. Allí se localizan grupos de aborígenes no contactados y en aislamiento voluntario, los cuales dependen de la fortaleza de su país y nuestra sociedad, para defenderlos allí, como a la tradición que pretendemos proteger a toda costa. Démosles a ellos y a este sitio sagrado, la oportunidad de mantenerse en este estado en el que han permanecido durante siglos, durante milenios. Será nuestra insignia como estirpe humana, la muestra de nuestro temple y nuestra afinidad con nuestra propia nacionalidad. Debemos todos convertirnos entonces en guardianes de Chiribiquete”, expresó al autor tras una extensa presentación en la que describió la cosmogonía que las etnias y sus relaciones con el sol, la luna, el jaguar y la Vía Láctea; entre otros.
El libro ha sido publicado en dos formatos, uno de gran volumen con 460 páginas y otra versión de bolsillo que, si bien son diferentes en forma, tienen los propósitos comunes de primero, dar a conocer la riqueza de este parque y esta serranía, rica en biodiversidad y en cultura que se caracteriza por sus gigantescos tepuyes, afloraciones rocosas de hasta 900 metros de altura y que el geógrafo y militar italiano Agustín Codazzi, confundió con gigantes edificios en la ciudad de El Dorado.
En segundo lugar, los textos tienen como objetivo llamar a la conciencia colectiva de que, pese a su enorme atractivo natural y cultural, Chiribiquete no puede convertirse en un atractivo turístico más en tiempo del llamado ecoturismo y cuando en años anteriores se han detectado actividades de minería ilegal en el río Apaporis (que nace allí) y de deforestación que amenazan el parque y la serranía de unos 300 kilómetros de longitud y unos 60 de ancho.
“Apoyamos este proyecto porque tenemos la visión de crear bienestar y desarrollo sostenible para las personas y nuestra sociedad. Agradecemos a todas las organizaciones que han unido sus esfuerzos para que este paraíso se mantenga intacto y que este libro sea la mejor manera para que todos podamos ir sin ir a Chiribiquete y cada vez más instituciones y personas se sumen a proteger este legado para todas las generaciones presentes y futuras”, expresó David Bojanini García, presidente del Grupo Sura.
Y es que además de la mencionada riqueza natural del parque, es el tesoro cultural que acoge, otro de los aspectos que más impresionan de Chiribiquete y que Castaño Uribe ha investigado en numerosas expediciones: sus pinturas rupestres con unos cerca de 70 afloramientos documentados y que, según el antropólogo, constituyen para él solo un 10 % de los posibles murales que, durante milenios, los chamanes de la serranía han reflejado a una altura medio en los tepuyes.
“Chiribiquete es una metáfora de esperanza y de futuro, una metáfora sobre la necesidad de reconocer y construir, desde esa gran riqueza que es nuestra biodiversidad, de unir esfuerzos para trabajar en propósitos comunes. En este caso el propósito que nos convoca es el llamado a proteger este patrimonio ambiental, arqueológico, antropológico y cultural de Colombia y de la humanidad”, señaló el autor.