Inspirado en el concepto andino de la minga, la unión de la comunidad para lograr un propósito, arrancó el Foro Mundial de la Bicicleta en Quito y desde la ciudad anfitriona se empezó mostrar cómo personas no videntes siguen construyendo su mundo desde las dos ruedas.
Con historias y experiencias provenientes de 21 países del mundo y desde lugares tan lejanos como la mística Nepal, se inició este jueves el Foro Mundial de la Bicicleta 8 en Quito, que da un nuevo giro a las dos ruedes y la manera en que están cambiando las ciudades y con ellas el mundo entero.
Bajo el concepto andino de la minga, esa filosofía indígena que para los organizadores se trata de “convivencia, buena vecindad, solidaridad, esfuerzo mancomunado que mejora la calidad de vida de la gente”, fue presentada una historia y un proyecto perfectos para ejemplificar la potencia de mingar.
“Yo empecé a conocer otra realidad gracias a la bicicleta”, dice con emoción un hombre en el Gran Salón 1 del Centro de Convenciones Eugenio Espejo de la capital ecuatoriana, acompañado por un público que él no puede ver.
Se llama José Benavídez Córdoba y es ciego desde los ocho años. Una vez hace tiempo, intentó montar una bicicleta a pesar de su limitación. Quería sentir esa sensación indescriptible que solo las dos ruedas pueden generar: movimiento, libertad, autonomía, diversión, felicidad, todo junto.
La intrépida acción casi le pudo costar la vida: “Cuando niño me monté en la bici, pedaleé por las calles y cuando me encontré una alcantarilla me fui para abajo, me caí y por suerte tuve la bicicleta entre las piernas, pero quedé asustado, nunca podría montar. Ser ciego y andar en ruedas no es posible, dije”.
Tendrían que pasar muchos años para que un vecino suyo, Miguel Ángel Ramos, se propusiera diseñar una bicicleta en la que José volviera a sentirse un niño en bici.
Buscando que sus hijos no se perdieran en los ciclopaseos (ciclovías) de los fines de semana, un día a este hombre le dio por unir las bicicletas.
Tiempo después conoció a José al que invitó a ‘ciclear’ y pronto se prendió el bombillo del ingenio: su bicicleta unida podría ser una solución útil para que su vecino José volviera a montar en bici. Al principio, José desconfió de la idea, pero pronto pudo comprobar que el “descabellado” propósito de su amigo de invitarlo a montar en bici era seguro y, sobre todo, feliz.
“Saber las cosas teóricamente es hermoso, pero practicarlas ahí es donde usted realmente conoce su vida”, relató José al auditorio.
Así nació Ciegocleta, una iniciativa que Miguel Ángel, quien también es entrenador de la Federación Ecuatoriana de Deportes para Personas con Discapacidad Visual, y un número amplio de voluntarios han logrado llevar durante los últimos 11 años a unas 200 personas con limitaciones visuales o físicas y de esta manera volver a incluirlos en el uso de este aparato de las dos ruedas.
Un proyecto ecuatoriano para el mundo entero
“A mí me han dicho que patente los diseños de bicicletas que tenemos, pero yo digo, ojalá me copien. Que me llamen que yo les ayudo a copiar”, dijo el creador de este esquema en el que un guía voluntario, como él lo fue con José hace más de una década, es el soporte del ciclista invidente o con limitación, para de esta manera llevarlos a tener una verdadera experiencia de vida.
“Los guías nos describen todo lo que está a nuestro alrededor y la experiencia es más placentera, es lo más bonito para un ciego”, dijo Emmanuel Morales, ciclista no vidente beneficiario de Ciegocleta.
Con el apoyo de muchos voluntarios que han hecho el papel de guías y soporte en distintas partes de su país y en su mayoría profesionales como psicólogos, mecánicos, deportólogos, médicos, entre otros, sumados a aliados como la Federación Nacional de Ciegos del Ecuador (FENCE) y entidades públicas, se ha logrado ya contar con 25 bicicletas para este proceso valioso de inclusión en un país que cuenta con más de 65 000 personas en situación de discapacidad de distintos tipos.
¿Y usted que espera de Ciegocleta en el futuro? Le preguntamos a Miguel Ángel, a lo que responde con convicción y entusiasmo: “Quiero que se replique en la mayor parte de las ciudades del mundo. A mí no me interesa patentar nada, porque esto es inclusión, no es negocio”.