Uno de los temas fundamentales de Hábitat III es la promoción de ciudades resilientes, capaces de sobreponerse a sus tragedias y de estar preparadas para eventuales riesgos. Ciudad de México es un ejemplo de compromiso con este propósito. Dialogamos con el director de la estrategia, Arnoldo Matus Kramer.
Atascos generalizados en la red vial, un aire que enferma, cifras que le sitúan entre las capitales más desiguales del mundo y, en el futuro inmediato, una escasez de agua que traería consecuencias fatales.
Esas son las problemáticas que, entre otras, afligen hoy a los moradores y visitantes de Ciudad de México, pero que las autoridades reconocen como retos impostergables.
La situación se plantearía caótica si, de por medio, no estuvieran el esfuerzo colectivo para enfrentar las calamidades y la capacidad imaginativa para tratar de encontrar soluciones, así se tenga bien claro que el resultado de los correctivos solo se verá en el largo plazo.
Arnoldo Matus Kramer, director de Resiliencia de Ciudad de México, asegura que le reanima comprobar cómo los esfuerzos de salir adelante mantienen enfocados bajo objetivos comunes al gobierno, a las comunidades, al sector productivo y a las organizaciones sociales.
Aunque nadie desconoce la proporción de este compromiso, la finalidad de todos es lograr mejores niveles de calidad de vida para los más de 21 millones de habitantes de esta capital: la mayor población del continente americano y de los países hispanoparlantes.
El reciente ingreso a la red de 100 Ciudades Resilientes (100RC), patrocinada por la Fundación Rockefeller, se ha convertido en una fuente de aliento debido a la asesoría, el financiamiento y el acceso a recursos para el diseño de estrategias que permitan enfrentar con acierto los más relevantes desafíos sociales, económicos y físicos.
En diálogo con LA Network, Arnoldo Matus Kramer celebró que el jefe del Programa de Resiliencia de ONU-Habitat, Dan Lewis, manifestara el pasado mes de julio que “México es el único país que está avanzando en la agenda [de resiliencia] en el ámbito nacional, local y metropolitano al mismo tiempo”.
—¿A cuáles problemáticas que concentra Ciudad de México se le está haciendo frente mediante la estrategia de resiliencia?
—Ciudad de México sufre múltiples riesgos por su localización geográfica y también por su contexto social. Históricamente el terremoto de 1985 puso a prueba las instituciones que se vieron rebasadas en sus capacidades para atender una tragedia de la magnitud y el desastre que causó el sismo. A partir de ahí se creó el Sistema Nacional de Protección Civil que al día de hoy es reconocido por su eficiencia y por generar capacidades a nivel local. Esa es una historia que concentra los últimos 30 años. Pero, en la actualidad tenemos nuevos desafíos. Uno de ellos es la movilidad que está generando graves problemas como mala calidad del aire, pérdida de tiempo en el desplazamiento urbano e inconvenientes de competitividad económica y social.
—¿De qué forma están atacando ese complejísimo problema de la movilidad?
—Hay una agenda de transformación que está priorizando soluciones a partir de invertir la pirámide de la movilidad tradicional, donde, en primer lugar, está no el auto particular sino la persona que camina la ciudad, que usa la bicicleta y que usa el transporte público para desplazarse a sus destinos. Esas prioridades son de nivel legal porque nuestra normatividad de movilidad así lo estipula. Pero, poco a poco tenemos que transitar a que en las inversiones públicas también opere esa inversión. De lo contrario sería muy difícil o los resultados muy pobres.
—Teniendo también presente el lío por la polución.
—Por supuesto que los altos niveles de contaminación atmosférica están íntimamente relacionados con el sistema de movilidad que fomenta el incremento del parque vehicular. Pero hay otra contaminación que nos preocupa en Ciudad de México y es que el automóvil particular, en el que se traslada el 30% de las personas, ocupa el 80% del espacio público. Para la ciudad eso es algo completamente inequitativo, ante lo cual se requieren alternativas de resiliencia que incentiven el uso eficiente y seguro del transporte público, la bicicleta y los desplazamientos caminando.
—¿Y no es abrumador que a todo lo anterior se sume el fenómeno de la violencia?
—En la Ciudad de México afortunadamente no hemos experimentado la violencia de otras ciudades de la república. Se ha invertido mucho en tecnología. Al día de hoy se han instalado más de veinte mil cámaras y tenemos un sistema de mando unificado para la policía. Ése es un contexto totalmente distinto al de otras ciudades del país. O sea que en control de la violencia y en brindar seguridad no estamos experimentando.
—Pero en el contexto de la desigualdad, Ciudad de México sí ocupa los primeros lugares en Latinoamérica.
—Sí. Eso lo tenemos identificado como uno de los retos más importantes en la estrategia integral de resiliencia. Nosotros, desde la resiliencia, lo que pensamos es que hay que atacar la inequidad a través del espacio público. Al final, si tenemos un espacio público de calidad es porque tenemos acceso a servicio de calidad. A nivel tanto social como espacial hay inequidad, porque en una parte de la ciudad se dan inversiones, se tiene un mejor equipamiento urbano y un mejor acceso a los servicios, mientras que en el otro lado de la ciudad hay segmentos de la población muy pobres, marginados de las oportunidades, sin el mismo acceso a ese equipamiento urbano, sin áreas verdes ni zonas de recreación y deportivas, sin servicios de calidad. En ese sentido, lo que nosotros estamos promoviendo es que a nivel táctico urbano y del espacio público logremos reducir las desigualdades y brindar una mejor calidad para la población en general.
—¿Y el tema del agua para Ciudad de México no se está presentando como un nubarrón en el horizonte?
—Efectivamente. Ése es otro de los grandes retos en una ciudad que se caracteriza por su capacidad de resiliencia y en la que estamos sobreexplotando el acuífero del valle de México, que hoy provee a la región del 50% del recurso hídrico. Ese problema estará presente en el mediano plazo. O sea que en treinta o cuarenta años va a poner en jaque a la ciudad. ¿Y de dónde, entonces, vamos a traer el agua? Ése es el interrogante hoy. Por eso estamos enfrentando muchas ineficiencias del sistema, como las muchas fugas en la red de agua potable que están cuantificadas en más de un 40%. El programa actual busca reducirlas por el momento a la mitad. También estamos impulsando una nueva visión que integra la resiliencia a la captura del agua lluvia en el espacio público y al re-uso del líquido para atender la pobreza hídrica en aquellos segmentos de la población que no tienen acceso al sistema formal. Encontrar alternativas hoy es otro de los temas urgentes que estamos atendiendo.
—¿Se intercomunican las ciudades latinoamericanas?
—Los directores de resiliencia de las ciudades de Latinoamérica practicamos la hermandad, porque nuestros territorios comparten retos comunes y disponen de un potencial muy grande para el intercambio de experiencias y de conocimientos.
—Y México como país tiene mucho que enseñar.
—Tenemos cuatro urbes que figuran entre las 100 Ciudades Resilientes: Ciudad de México, Juárez, la zona Metropolitana de Guadalajara y Colima. En paralelo hay una iniciativa nacional mediante la cual se está buscando una evaluación de resiliencia en 18 ciudades más. Y estamos iniciando pláticas con el Gobierno Federal para hacer una alianza de apoyo a esas 18 localidades y que el programa 100CR también participe. La idea es que a través de las redes podamos contribuir en el mediano plazo a gestar una idea mucho más completa que permita expandir los objetivos a diez mil ciudad resilientes.