En la actualidad se ha mostrado un gran incremento del poder económico por parte de las ciudades y es que no solo cada vez son más habitadas y más grandes, sino que estas comienzan a tener un mayor impacto a nivel económico, político y social que incluso algunos países.
Gracias a Saskia Sassen, socióloga, escritora y profesora neerlandesa, surge el concepto de ciudad global el cual “Se aplica a las ciudades que cumplen con una serie de características debido al efecto de la globalización y al constante crecimiento de la urbanización. Las más complejas de estas entidades serían las «ciudades globales»: las que tienen un efecto directo y tangible en los asuntos mundiales a través de algo más que el medio socio-económico, con influencia en términos de la cultura y la política.”
“ciudades globales” es un concepto que parece bastante simple pero en realidad es un fenómeno complejo al cual aún nos estamos adaptando y aunque este parece no afectarnos directamente es algo que afecta a la población en general, en este caso hablaré de cómo la afecta negativamente.
El hecho de ser una ciudad global implica cumplir con ciertos aspectos como: Ser el centro de una gran conurbación y poseer una población en el área metropolitana suficientemente grande, tener un avanzado sistema de transporte dentro de la ciudad y con otras ciudades y tener una infraestructura avanzada en el mundo de las telecomunicaciones; entre otros ámbitos que nos llevan a la conclusión de que para ser una ciudad global hay que contar con alta tecnología, alto nivel de producción, buena infraestructura, gran cantidad de personas y por tanto más zonas urbanizadas, crecimiento económico y en general ser ciudades que funcionan constantemente a un ritmo que se puede comparar incluso con el de países enteros.
Pero ¿que factor que en la actualidad adquiere cada vez más peso no es tenido en cuenta a la hora de analizar a una ciudad global?
Al mencionar todos los requerimientos anteriores para ser una ciudad global surge una pregunta y es, ¿si estas ciudades tienen tanto nivel de producción, tantas personas, tantas empresas, tanto de aquello y de lo otro, que tanto están teniendo en cuenta el factor de desarrollo sostenible?
Para nadie es un secreto que el ritmo de estas ciudades tiene como consecuencia grandes impactos en el ambiente, no solo por la emisión de gases que causan las empresas y los vehículos en los que se transportan los civiles tanto públicos como privados, sino la falta de espacios como parques y zonas verdes donde pueda haber gran cantidad de fauna encargada de purificar el aire contaminado que estas metrópolis generan cada día, y es que no se necesitan ni una ni dos zonas verdes, sino cuantas para lograr limpiar el aire de toda una ciudad cuyo crecimiento exponencial lo lleva a ser más grande que incluso algunos países, lo que me lleva a la conclusión de que aunque estas personas vivan en ciudades globales, con gran tecnología, altos niveles de empleo y producción, entre otras mencionadas anteriormente ¿qué tanta calidad de vida tienen?, ¿cómo es el aire que respiran?, ¿son conscientes del aumento exponencial que tienen estas ciudades en todos los aspectos?
Este artículo es a manera de reflexión sobre qué tan responsables somos con nuestro consumo y tener en cuenta que todas las acciones tienen repercusiones que pueden afectar la calidad de vida como ya lo están haciendo, así que debemos preguntarnos queremos todo este desarrollo y toda esta tecnología e infraestructura, crecimiento económico y un sector productivo muy eficaz, pero ¿a cambio de qué? ¿qué estamos dispuestos a sacrificar para obtener lo anterior? O mejor aún ¿qué podemos hacer para encontrar un equilibrio?