La disciplina urbanística nació para reducir o controlar las enfermedades infecciosas que asolaban a la población durante la Revolución Industrial (s. XIX). Las primeras leyes urbanísticas fueron las higiénicas o sanitarias. Regulaban determinadas actividades fuera de las zonas más densas de población, incluían las redes de abastecimiento de agua y alcantarillado y planes de reforma y renovación urbana. (Higuera & Pozo Menéndez, 2020).
La tuberculosis, por ejemplo, empujó a las ciudades a tener más espacios abiertos y una mejor orientación. La luz del sol y el aire fresco tenían un poder curativo, por lo que los edificios y las ciudades se diseñaron para luchar contra enfermedades como la mencionada. Hoy en día, las ciudades compactas ya no son sinónimos de enfermedades, como lo fueron durante la Revolución Industrial. Sin embargo, continuamos afrontando el reto de construir ciudades más sanas y reducir el riesgo de futuras enfermedades, ya que todavía tenemos el mal aire, aunque esta vez debido a la contaminación ambiental.
(Gutierrez Jaraba & Angulo Blanquicett, 2015) coinciden con (Perez Romero, 2020) en que las epidemias han moldeado nuestras ciudades a lo largo de los años. Históricamente, las ciudades han sido una incubadora de enfermedades. Durante la revolución industrial, cuando todavía estaba vigente la teoría miasmática de las enfermedades[1], la gente miraba con terror a las ciudades densamente pobladas, por el miedo al mal aire, el cual dio nombre a la enfermedad de la malaria. Uno de los mayores logros de la planificación y el diseño urbano ha sido construir ciudades más sanas, sin el aterrador mal aire. Los edificios han sido diseñados con una mejor orientación al sol y ventilación, mientras que el sistema de alcantarillado junto con la recogida de residuos ha ayudado a evitar la propagación de enfermedades.
La COVID – 19 ha dejado claro que los entornos urbanos favorecen el contagio y transmisión de las pandemias. Ahora bien, no se trata de destruir las ciudades y construir unas nuevas. Se trata de comenzar a reorganizar los entornos urbanos que son entes vivos que crecen día a día. La Planificación urbana con el liderazgo de los sectores gubernamentales, son la herramienta precisa para comenzar con la realización de los análisis que permitan planificar ciudades para el diseño de nuevos entornos urbanos ante la amenaza de nuevos brotes.
(Zamorano, 2020) parafraseando a Séneca nos recuerda que “Una era construye ciudades. Una hora las destruye” y que a pesar de las advertencias de diversos estudios académicos y de las autoridades sanitarias, nadie podía predecir ni imaginar lo que iba a suceder en nuestros municipios a comienzos de marzo de 2020. En las conversaciones privadas de las últimas semanas habita esta retroalimentación de mensajes de perplejidad e incredulidad. Visto y no visto: en apenas un par de jornadas, sino horas como dijo el filósofo latino, el coronavirus desgajó el modo de vida que llevábamos, paralizándolo por completo, colapsando hospitales y separándonos de seres queridos durante una larga cuarentena que aún no se sabe hasta cuando se extenderá. Ahora, el reto radica en prever cómo será esa vuelta a la normalidad y en diseñar nuevas formas de convivencia dentro de un entorno metropolitano de proximidad y flexible.
(Gutiérrez Jaraba, 2015) coincide con (Zamorano, 2020) en el hecho de que ha llegado la hora de imaginar una ciudad desde cero. Si hay algo en lo que coinciden todos los expertos es que no podemos volver a ver atascos en la salida de las grandes ciudades los lunes por la mañana, concentraciones masivas de gente a hora punta en el transporte público o kilómetros de calles asfaltadas sin un solo árbol. El esfuerzo de cada uno de los sectores de la población a lo largo de estos meses ha sido ingente, más aún el de los profesionales sanitarios. Ahora que vamos a afrontar la desescalada, los grandes pensadores y científicos de nuestra era, urbanistas, políticos y sociólogos, están concentrando sus energías en vislumbrar la que será la ciudad del futuro bajo la sombra del Covid-19 que, como ya sabemos, va a ser muy alargada, sin dejarnos otra opción que vivir bajo ella hasta que aparezca una vacuna o tratamiento efectivo que la despeje.
Se abre en estos momentos una enorme ventana de oportunidad hacia una vida más armoniosa en los ambientes metropolitanos, continua diciendo (Zamorano, 2020). El cambio de paradigma urbano que se presenta es demasiado grande; he ahí la trascendencia de las decisiones que se tomen a partir de ahora. El dramático contexto sanitario de las últimas semanas hace a suponer que, de aquí en adelante, la salud de los ciudadanos, y por tanto su bienestar, adquiera una importancia como nunca se ha visto en la historia. ¿Qué criterios debería seguir una ciudad, si pudiéramos construirla desde cero, en caso de que este tipo de pandemias se vuelvan habituales? ¿Hay alguna en la actualidad, en nuestro país o en el extranjero, que cumpla con estos estándares de cara a luchar y convivir mejor con una pandemia?
En primer lugar, lógicamente, sería disponer de un sistema sanitario fuerte para hacer frente a nuevos brotes en el futuro. Si hay algo en lo que coinciden los expertos es que las instituciones han entendido que la inversión en materia de sanidad a partir de ahora debe ser prioritaria, y que no podemos depender de otros países para adquirir recursos como mascarillas o guantes; debemos garantizar una reserva estratégica de estos productos de cara al futuro. Por otro lado, ¿habría que aumentar el número de hospitales? ¿Cuántas camas de UCI harían falta? La pandemia se ha encargado de desmantelar las falencias en cuanto a las prioridades que han arrastrado los gobernantes que hoy lideran la cruzada contra la pandemia.
Por otro lado, la ciudad ideal para luchar contra una pandemia debe tener un enfoque integral de todos los problemas de salud, y no centrar toda su atención hospitalaria a casos de virus como el COVID -19, ya que en los últimos meses “se han desatendido las emergencias y necesidades sanitarias de otros enfermos”. Así lo asegura Manuel Franco, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alcalá y la prestigiosa John Hopkins, quien defiende que esa hipotética ciudad debe estar preparada para atender ambas circunstancias.
(Zamorano, 2020) también advierte que “el teletrabajo también genera brechas, ya que no todos pueden hacerlo”. Esta fórmula laboral será clave en esa ciudad ideal de cara a luchar contra una pandemia porque al flexibilizar el horario o los días de asistencia presencial al lugar de trabajo se evitarán aglomeraciones en las horas punta del día, tanto en el tráfico de vehículos privados como en el uso del transporte público. Y hablando de coches, en esa metrópolis ideal “no habría que volver a caer en el error de que hay que utilizarlo para todo”. De ese modo se garantizaría una mejor calidad del aire, un requisito indispensable de cara a frenar una pandemia como el COVID -19, ya que según han demostrado diversos estudios la probabilidad de contagio aumenta drásticamente si la contaminación es alta.
Algunos expertos como José María Ezquiaga, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y presidente de la Asociación Española de Técnicos Urbanistas[i], coinciden en que la ciudad ideal no debería pensarse con base en “La distancia social de los habitantes de esa ciudad ideal, sino más bien en la cercanía”. “La naturaleza debe estar cerca de casa, a rápido acceso, para que tanto mayores como niños puedan desplazarse hasta allí en muy poco tiempo. La actividad económica y el empleo deberán estar a pocos metros del hogar, así como los colegios, los centros de salud o los mercados y tiendas de calle. Habría que diseñar una ciudad organizada por células urbanas, algo que con el tiempo ha ido desapareciendo, ya que en los últimos años ha primado la tendencia a vivir en barrios periféricos de monocultivo de viviendas en los que apenas hay nada”.
Gutiérrez por su parte coincide en que las ciudades ideales ya existen como modelo de ciudad dispersa pero solo son reservadas para aquellas personas que tienen la capacidad económica de poseerla dado su alto costo en el mercado inmobiliario. Esos entornos urbanos con diseño a la medida de sociedades futuristas de alguna manera hoy por hoy son vistos no como producto de la planificación urbanística, sino como un factor de exclusión social debido a que aquellas personas cuya capacidad adquisitiva no es suficiente, conurban en ciudades compactas con servicios muy ajustados y de áreas estrechas y compartidas.
(Zamorano, 2020) citando a Ezquiaga plantea no construir las ciudades desde la premisa de la separación, porque además es imposible. Recalca también que existe la creencia de que si viviésemos aislados no nos contagiaríamos, pero el “Robinson no existe, es una falsa ilusión”. Considera que es importante a avanzar hacia la construcción de ciudades con barrios más autosuficientes, pero solo si la sociedad lo pide de verdad. “No podemos volver al modelo de cuarentena medieval de la época de la peste”. El urbanista comparte con las teorías de “ciudades de 15 minutos«[ii] que ya quieren aplicar grandes urbes europeas como París. Por ello, es preciso ahondar en la importancia de llegar a unos entornos urbanos saludables en los que la naturaleza esté mucho más presente, centrando la atención en los grupos de riesgo como son los mayores.
En realidad, no es nada novedoso pues desde hace ya mucho que se habla de la ciudad de proximidad. No es otra cosa que revalorizar los barrios para que dispongan de todo lo que necesitan sus pobladores, que sean como pequeñas microciudades autosuficientes dentro de la gran ciudad. Esto tiene una gran ventaja. Una ciudad sin tantos desplazamientos no necesitaría tanto sitio para los aparcamientos. Se podría dedicar ese espacio para la movilidad descarbonizada, con “ciclo rutas” y aceras más anchas. Habría más sitio para árboles y zonas verdes, algunas rotondas se podrían convertir en plazas peatonales, en zonas de juego para niños, áreas deportivas. Adicionalmente, ayudaría a evitar el “efecto escape”, muchos estamos deseando que llegue el fin de semana para escapar de la ciudad e ir a un lugar más tranquilo y en contacto con la naturaleza. Si la ciudad fuese más humana se reducirían hasta estos desplazamientos.
* Este artículo es extractado del proyecto: “Resiliencia Urbana y Pandemia: la Necesidad Inaplazable de Repensar las Ciudades.
Referencias Bibliográficas:
Higuera, E., & Pozo Menéndez, E. (23 de April de 2020). Urbanismo y salud: ¿Son las ciudades europeas resilientes a las pandemias? The Conversation. Recuperado el 7 de Junio de 2020, de https://theconversation.com/urbanismo-y-salud-son-las-ciudades-europeas-resilientes-a-las-pandemias-136758
Perez Romero, M. (08 de Abril de 2020). Las ciudades y la prevención de catástrofes. El Economista. Recuperado el 07 de Julio de 2020, de https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Las-ciudades-y-la-prevencion-de-catastrofes-20200408-0026.html
Gutiérrez Jaraba, J. (2015). Ciudades Sostenibles y Resilientes: Actores y Enfoques Innovadores (Primera ed.). Cartagena, Bolivar, Colombia: Ialgore. Recuperado el 20 de Julio de 2020, de https://www.academia.edu/34213155/Ciudades_Sostenibles_y_Resilientes_Actores_y_Enfoques_Innovadores
Zamorano, E. (12 de Mayo de 2020). Así sería la ciudad ideal para luchar contra pandemias como el covid-19. El Confidencial. Recuperado el 07 de Julio de 2020
Fuente de la Imagen: www.freepick.com
[1] La teoría miasmática de la enfermedad o solamente teoría miasmática fue una teoría formulada por Thomas Sydenham (1624-1689) y Giovanni María Lancisi (1654-1720). Según esta teoría los miasmas, que eran el conjunto de emanaciones fétidas de suelos y aguas impuras, eran la causa de enfermedad. Actualmente se considera obsoleta, al haber sido substituida por la Teoría microbiana de la enfermedad.
[i] La Asociación Española de Técnicos Urbanistas (AETU) es una Asociación de ámbito estatal, inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones en 1981 (protocolo número 40156–1981), de carácter multidisciplinar, es decir abierta a arquitectos, ingenieros, abogados, geógrafos, sociólogos, economistas, etc., que se han especializado en la materia urbanística, con el objetivo de servir de cauce a las inquietudes en esta materia y suscitar el estudio y debate de las cuestiones de actualidad. Fuente: https://www.aetu.es/
[ii] El concepto «ciudad de 15 minutos» o «ciudad del cuarto de hora» fue acuñado por Carlos Moreno, urbanista colombiano, director científico y catedrático de Emprendimiento, Territorio e Innovación (ETI) de la Universidad Sorbona, de París. Fuente: https://www.innovaspain.com/carlos-moreno-la-ciudad-de-los-15-minutos/