Ciudades para el Bien Común

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HENRY HORACIO CHAVES PARRA
23 junio, 2017 - Gobernanza
Chirstian Felber exlica la EBC. Cortesía Congregación Mariana de Medellín.

Superado el dilema entre capitalismo y comunismo, viene abriéndose paso la idea de una Economía del Bien Común que favorezca a los ciudadanos sin acabar con la propiedad privada. Para el austriaco Christian Felber, creador del modelo, lo conveniente es retomar el sentido de la economía, ordenar la casa y servir al bien común. En ese intento, recomienda –entre otras  cosas- limitar el nivel de ganancia y poner el énfasis en propósitos de bienestar más que en la acumulación de riqueza.

El modelo se aplica con éxito en diferentes tipos de empresas, tanto del sector público como del ámbito privado y del sector cooperativo. La idea es que las compañías no renuncien a sus rendimientos económicos pero tampoco a la posibilidad de generar beneficios a los consumidores, a sus trabajadores y a los ciudadanos en general. Una especie de gana-gana que se va convirtiendo en un espiral virtuoso porque cada empresa motiva a otras a través de la selección de proveedores, por ejemplo, o de beneficios a los trabajadores, protección del medio ambiente, el pago justo de los impuestos y otras prácticas éticas por ese estilo.

Pero si es posible la aplicación del modelo en sectores tan diversos de la economía como la banca, el comercio o la industria, puede ser mucho más potente cuando son las ciudades, los gobiernos locales, quienes deciden poner en orden las cosas y comprometerse en la búsqueda del bien común, que se supone es su razón de ser. Por su puesto eso implica cambiar la dinámica actual en la que los alcaldes obedecen a las agendas de partidos políticos y/o grupos económicos, antes que al interés ciudadano. Pero no significa abandonar los partidos políticos, divorciarse de la clase empresarial ni desentenderse de las realidades nacionales. Todo lo contrario, la idea es que sirviéndoles a los ciudadanos la administración local pueda impulsar cambios significativos en la economía que promuevan mejores prácticas y beneficios para todos.

“El movimiento de la Economía del Bien Común, igual que la idea es holístico, es decir se compone de empresas, municipios, universidades, organizaciones orientadas al bien común, que vayan sumando y se vayan ajustando las leyes acorde con los postulados constitucionales, que en los estados democráticos siempre apuestan por el bien común”, dijo recientemente en Medellín, Christian Felber. Precisó que ya hay algunas experiencias incipientes de aplicación del modelo por parte de gobierno locales, en Portland, Estados Unidos; en la Comunidad Autónoma de Valencia en España; y en Barcelona, también en España.

Allí, explicó, comenzó con un distrito de 120.000 habitantes. “Siempre un paso pequeño primero, después otro y otros más”. Entonces se diseñó un balance del bien común para el municipio, que funciona más o menos igual que para las empresas, con ajustes pequeños aunque pertinentes, en donde, por ejemplo, en lugar de clientes se piensa en ciudadanos. Una vez implementado su instrumento de medición, el municipio invita a las empresas privadas a realizar a su vez su propio balance del bien común y comienza a recompensar los buenos resultados con diversos tipos de estímulo: “desde eventos de celebración con capital simbólico, hasta medidas más duras como la prioridad en la contratación pública”, dijo Felber y subrayó el caso de Portland en donde se aplica una tasa diferencial de impuestos que favorece a las empresas que demuestran buenas prácticas éticas en favor del bien común.

Por supuesto que un paso como ese requiere un comportamiento ciudadano distinto que podría comenzar con la financiación de aspirantes y movimientos sociales que promuevan un cambio en ese sentido y que puedan hacerle frente a los candidatos financiados por los grupos económicos cerrados, los cabilderos o los dineros ilícitos. Luego se necesitará de un proceso de participación ciudadana que ayude a definir el índice de bien común municipal que supere los intereses individuales o sectoriales.

Corresponderá entonces a los ciudadanos el diseño de un parámetro de medición  del progreso en cada ciudad, según sus prioridades y sus valores. Los 20 aspectos más relevantes de calidad de vida. Lo que realmente vale, la salud, la educación, la participación, el bienestar de las comunidades, el respeto por el medio ambiente, el fomento al uso y buen mantenimiento del espacio público, la convivencia, entre otros.

Más allá de un postulado utópico, la Economía del Bien Común busca convertirse en alternativa de progreso conjunto, equilibrado e integrado, que promueva una sociedad más justa y más sostenible en el tiempo. Y si cada vez más la sociedad está concentrada en las ciudades, son los gobiernos locales los que deben impulsar el cambio de momo que habitarlas no sea un castigo sino un ejercicio cotidiano placentero, más justo y más promisorio. ¿Cuál será entonces el primer ejemplo en América Latina? Amanecerá y veremos.