‘Pensar en las clases medias profesionales’, es el nuevo libro que reflexiona sobre los efectos de la llamada ‘flexibilización’ laboral.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), 186 millones de latinoamericanos integran la clase media de la Región. Y aunque el año anterior, con base en su informe Pulso Social 2016: Realidades y Perspectivas, la entidad afirmó que “los beneficios del crecimiento económico desde principios de los años 2000 han contribuido a la expansión de la clase media”; otra cosa concluye el trabajo de Jonny Orejuela Gómez, Doctor en Psicología Social del Trabajo de la Universidad de Sao Paulo y Jefe del Pregrado de Psicología en la Universidad Eafit: es una población cada vez más amplia pero mucho más “precarizada” que antes.
LA Network dialogó con el autor de ‘Pensar en las clases medias profesionales’, el libro resultado del acopio de diferentes aproximaciones investigativas de psicólogos de las universidades Icesi, del Valle y Eafit, “de la inquietud acerca de cómo las clases medias profesionales contemporáneas están siendo afectadas por las nuevas lógicas del trabajo, la precarización de ese trabajo, las transformaciones de la fuerza laboral cualificada”.
Según el doctor Orejuela, un tema del que pocos han hablado, escrito o investigado en Latinoamérica, un escenario común de las transformaciones y afectaciones que viven las clases medias profesionales de la región.
¿Qué está afectando a la clase media según su trabajo?
Lo que estamos advirtiendo es que las lógicas del trabajo, fundamentalmente de flexibilización, han implicado para las clases medias profesionales un deterioro de las condiciones de calidad del empleo. Eso tiene un impacto, no solamente sobre las condiciones objetivas del trabajo, sino de las subjetivas, produciendo un malestar, incluso afectaciones psicosociales.
¿Qué consecuencias tiene esa flexibilización?
Tiende a precarizar el trabajo y derivado de la fragmentación del trabajo contemporáneo, bajo la impronta de la globalización, hace que la clase media haya aumentado en número pero perdido en opulencia.
¿Cuáles ciudades son el escenario de esta pérdida? ¿Tienen un denominador común?
Sí, creemos que el libro refleja la tendencia de precarización de las condiciones laborales y de vulnerabilidad laboral en América Latina en general, esto le puede pasar a un brasileño, un argentino, un chileno o un colombiano. Creemos que esta situación de precarización del trabajo que es la fuerza calificada, la profesional, es una situación generalizada en el continente, aunque es una tendencia muy evidente en el mundo: un aumento del número de la clase media pero una pérdida de estabilidad y de protección por ejemplo en Estados Unidos, en Europa.
En el mundo en general se trabaja por reducir la pobreza, ¿esto afecta a la clase media?
Hay una situación paradójica porque pasa lo siguiente: mientras la clase baja es beneficiaria de subsidios, la clase alta tiene mayores exenciones. Entonces, entre esos dos extremos, la clase media es la que más tributa, la que está más gravada fiscalmente y menos beneficios recibe.
¿Entonces alcanzar la clase media no genera ascenso social?
Lamentablemente no, el ascensor social que significó la educación en las décadas del 70 u 80 ya no opera tan eficazmente en este momento actual y la educación es una cosa paradójica: se hace mucha exigencia de que se tenga mayor nivel de cualificación y educación pero no se tiene la misma condición en la calidad del empleo, mientras los salarios disminuyen, las exigencias aumentan.
¿Es una visión bastante desmotivante para quienes luchan en las ciudades por mejorar su condición social?
Es complejo realmente. Quisiéramos tener una visión más optimista pero sentimos que la precarización en vez de detenerse es cada vez más creciente. El Banco Mundial dice que el 42% del mundo es clase media, que aumentó, pero no está en la misma condición de opulencia de la misma población que tuvo ‘casa, carro y beca’. Ahora es una clase que accede al circuito de consumo, que tiene mayor cualificación pero también un mayor nivel de endeudamiento. Esto paradójicamente nos deja en una situación de mucha controversia. Tenemos mayores niveles de cualificación, de reflexibilidad, pero también menos poder político para oponernos significativamente a una tendencia del capitalismo financiero contemporánea que parece avasallador.
¿Tienen estas dinámicas efectos sobre la salud mental de los ciudadanos?
Sin duda aumentan los riesgos psicosociales para las personas en condiciones de mayor precariedad, de mayor incertidumbre y vulnerabilidad laboral. Expertos consideran que experimentamos un mayor nivel de inseguridad ontológica en relación con el trabajo. No nos sentimos suficientemente seguros con el trabajo y eso no deja de afectar la salud psíquica y mental.
¿Se está enfermando esa clase media?
Aparecen nuevas patologías dentro de las cuales hay una subestimada pero que está presente y es el suicidio en el trabajo. Cada vez el trabajador experimenta más individualizado y más solo todos los avatares del mundo laboral, sin tantas protecciones colectivas como en el pasado y eso lo lleva a situaciones extremas como quitarse la vida en contra de su trabajo. Se trata no del suicidio general sino el asociado con la gente que se suicidad en los lugares de trabajo como un resultado del nivel de desesperación y desesperanza abrumadora que representa esta fragmentación precarizante del trabajo contemporáneo.