Andrés Linares es planeador urbano en la firma AECOM en Colombia, donde ha participado en la reconstrucción de un asentamiento destruido por una catástrofe natural y en la planeación de la expansión urbana de Bogotá.
¿Cómo influye la variable de la informalidad en las construcciones de nuevos asentamientos planeadas por AECOM?
Le dediqué varios años a planear la reconstrucción de Gramalote, un pequeño pueblo de 3 000 habitantes ubicado en el noreste de Colombia que fue gravemente afectado por un deslizamiento de tierra ligado al fenómeno de la Niña en 2010. El Gobierno colombiano se comprometió a reconstruir el asentamiento en otro lugar que les permitiera a los habitantes reconstruir a la vez su tejido social y sus actividades económicas, dado que el riesgo de desastres en la ubicación anterior no era mitigable. Al momento de planear la reubicación nos dimos cuenta de que más de 60 % de los habitantes no contaban con derechos de propiedad, es decir que vivían en arriendo u ocupaban ilegalmente predios públicos o privados. No obstante, se estableció que todos los habitantes que no tuvieran propiedades en otros lugares y estuvieran debajo de la línea de pobreza tendrían derecho al hábitat en el Nuevo Gramalote. Ese fue un primer encuentro con la informalidad. La planeación parte del supuesto de la formalidad, no se espera que haya invasiones. Un instrumento legal no puede partir de la ilegalidad. En todo caso de la informalidad al nivel de la propiedad.
Al otorgarles títulos de propiedad, mediante la política nacional del Ministerio de Vivienda que consistía en entregar 100 000 viviendas gratis, los habitantes debieron empezar a pagar el impuesto predial. Aunque el monto de este no fuera muy alto, su pago era una novedad para muchos de ellos.
¿Hasta qué punto puede el diseño de un nuevo asentamiento incidir en el desarrollo económico local?
La reconstrucción de Gramalote no incluyó construcción de nuevas carreteras, por lo tanto, el pueblo sigue estando relativamente aislado de grandes centros urbanos. De hecho, es posible comparar la historia de Gramalote con la de Radiador Springs el pueblo de la película animada Cars. Al no estar en la intersección de rutas entre centros urbanos importantes, los pueblos tienen tendencia a decaer. Inclusive en ausencia de la catástrofe, se estima que Gramalote hubiera perdido 20 % de sus habitantes en 10 años. La reconstrucción en sí atrae gente, crea un boom económico que requiere mano de obra. Sin embargo, muchos jóvenes que se mudaron a Cúcuta, la capital regional, durante la reconstrucción, prefirieron quedarse a vivir allá, pues hay mayor oferta laboral que en un pequeño pueblo. Los nuevos habitantes son en su mayoría personas pensionadas atraídas por la calidad de vida de Nuevo Gramalote. La planeación urbana en América Latina se hace principalmente desde la óptica de dar acceso a la vivienda, pero si esta no se acompaña de ofertas suficientes de empleo y educación la población no se quedará a mediano plazo.
Con relación a las finanzas municipales, antes del desastre el pueblo se encontraba en un grave déficit. Ahora que el nuevo asentamiento ha sido construido con estándares de diseño más altos y costosos de mantener, se plantea la pregunta de la sostenibilidad financiera. La administración municipal ha recurrido a recaudar más y nuevos impuestos de la gama prevista por la ley, pero el reto sigue presente.
¿Cómo interactúan los usos del suelo y la dinámica del comercio informal en el espacio público?
La planeación en Colombia hoy en día siempre propende por los usos mixtos, en parte para no fomentar el comercio informal. Todas las viviendas de Nuevo Gramalote se diseñaron teniendo en cuenta el principio de usos mixtos. Cada vivienda cuenta con un espacio que la familia puede dedicar al comercio. El zoning del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) dispuso que el centro podía tener mayor intensidad de comercio. Ciertas actividades como por ejemplo un taller de mecánica no son aptas para ser realizadas dentro de una vivienda y requieren un espacio dedicado. Se hizo un benchmark del tejido comercial en pueblos vecinos, así como un estudio de la oferta de bienes y servicios que existía en Gramalote para saber qué oferta comercial necesitaba Nuevo Gramalote, qué espacio requería esta y cuál era la ubicación ideal. De esta manera, se redujo la ocupación informal del espacio público.
¿Qué diferencia resaltaría usted entre el tejido económico del antiguo y el nuevo Gramalote?
Identificamos a la gente que tenía comercios anteriormente, sin importar si este era formal o informal, y el Estado les ofreció programas de rehabilitación económica. Las familias tenían que competir con planes de negocio para recibir la asesoría del Estado en el fortalecimiento y formalización de sus negocios. En particular, se ofrecía apoyo técnico del SENA (organismo encargado de la educación técnica y tecnológica) y financiación para montar el negocio. Esta iniciativa fue exitosa. Hoy en día los negocios asesorados por el Gobierno funcionan, generan ingresos y pagan impuestos. Sin embargo, el progreso económico del pueblo como tal aun no puede ser medido, dado el poco tiempo que ha pasado y el hecho de que las empresas aún están recibiendo subsidios.
¿Según su experiencia, puede el diseño de un asentamiento incidir negativamente en los niveles de informalidad?
El ejercicio de planear, al ser llevado a cabo por el gobierno local o nacional, está por definición muy ligado a la voluntad de formalizar. Aunque está claro que de manera involuntaria se pueden producir otros efectos. Por ejemplo, se estableció que Nuevo Gramalote debería cumplir con todos los estándares internacionales de diseño urbano introducidos por la Nueva Agenda Urbana. Esto resultó en que el pueblo pasara de tener una superficie de 30 ha a alrededor de 100 ha. Esta expansión implicó que las distancias se alargaran y que emergiera una oferta informal de transporte que antes no existía: el moto-taxismo.
¿Cuáles son las diferencias entre planear pueblos y planear ciudades?
Durante los talleres de planeación, a los habitantes se les dijo que el nuevo pueblo iba a tener mucho más espacio verde que el anterior. Sin embargo, a ellos esto poco parecía importarles, algo que no pasaría en una ciudad, ya que el pueblo está rodeado de campo y muchos de sus habitantes tienen fincas donde se dedican a la agricultura. Esto resalta la importancia de la participación ciudadana en el proceso de planeación.
Entrevista hecha por Andrés Melendro para Oxford Urbanists