COCEAVIS es una organización centroamericana que trabaja en la autogestión de vivienda solidaria. Iris Isabel Pérez, una de sus líderes en San Salvador, relata cómo es posible empoderar a las comunidades para hacer de la vivienda un derecho humano y no un elemento de mercado.
Una persona que por ejemplo viva en San Salvador, que dependa de un trabajo independiente con ingresos bajos y que no tenga vivienda, puede aspirar a convertirse en propietario mediante un proceso cooperativo y autogestionario que se viene consolidando en la región centroamericana.
Iris Isabel Pérez, integrante del colectivo de vivienda solidaria COCEAVIS, afirma que “el sueño de cientos de mujeres y hombres es acceder al mercado de la vivienda, pero sacando nuestras aspiraciones del ámbito del mercado y transformándolas en un derecho humano. Y lo hemos logrado”.
Para alcanzar este resultado fue necesaria una etapa previa de movilización, argumentación de propuestas, capacitación, formación ciudadana y autogestión que orientó los primeros pasos a concebir una visión colectiva y una agenda común que habla del derecho a la ciudad, del derecho al suelo urbanizado y del financiamiento estatal o proveniente de organismos internacionales de cooperación.
Esto hizo posible, tiempo después, la expedición de políticas públicas por parte de los tomadores de decisiones.
“Y esta unión de todos los países de la región centroamericana –explica Iris Isabel– permitió que personas de sectores vulnerados nos convirtiéramos en sujetos de crédito dentro del sector de la vivienda, que hasta ese momento no lo éramos, y a que se abriera la posibilidad real de acceder al suelo con calidad”.
Construir comunidad
Además de que también alcanzaron el derecho a la tenencia por medio de una escritura, otro resultado de este esfuerzo comunitario es que el crédito de los proyectos habitacionales no los adquiere la persona sino la cooperativa.
“Esa es una forma de construir, no cuatro paredes y un techo, sino una forma de construir vida, de construir comunidad, de construir un hábitat incluyente, porque nosotros no solamente conseguimos la vivienda sino que practicamos acciones que nos garanticen que el proyecto sea sostenible en el tiempo y financieramente”, argumenta.
Entre esas acciones de beneficio a la comunidad hay proyectos productivos, guarderías, tiendas de barrio y huertos organopónicos, lo mismo que actividades de formación para que el proceso se fortalezca y en él prime el convencimiento de que “las personas de escasos recursos también pueden gozar del derecho a la ciudad”.
Rescate habitacional del centro
Para COCEAVIS, la problemática habitacional de San Salvador es un tema que preocupa porque, como lo afirma Iris Isabel Pérez, la parte metropolitana está sobrecargada de asentamientos informales sin acceso a los servicios básicos.
Allí también se han ejecutado –dice– “programas de interés social o, entre comillas, viviendas para pobres, sin garantía de una buena calidad de vida”.
Pero, en medio de tantas dificultades por superar, Iris Isabel destaca el programa que, luego de siete años de espera, comenzará a hacerse realidad en el propio centro histórico, a partir de enero de 2017.
“Ha sido concebido –explica– como un proyecto de rescate habitacional del centro histórico de San Salvador, el cual se construirá mediante el modelo cooperativo de vivienda autogestionada”.
La financiación, canalizada por el gobierno central, proviene del gobierno italiano.
Este proyecto es en altura, con la garantía de todos los servicios básicos y, por primera vez en este país, el gobierno y el sector solidario trabajarán en forma conjunta. En total participarán 12 cooperativas.
Serán beneficiadas más de 400 familias nativas que habían sido expulsadas del centro histórico, después de que sus ancestros habían residido allí por más de un siglo.
Iris Isabel admite que este programa, además de contribuir al rescate de la función habitacional del centro de la capital y de proporcionar nuevos espacios públicos, entra a fortalecer el propósito de la ciudad compacta, de la ciudad que crece hacia adentro, evitando la expansión urbana hacia la periferia y hacia los bordes verdes de la ciudad.
“Queremos que estas prácticas cooperativistas –asegura Iris Isabel–, que ayudan al desarrollo de las ciudades, que ayudan a la cohesión social y que en ningún momento promueven el asistencialismo -porque no estamos pidiendo nada regalado sino poniendo en práctica nuestras capacidades como personas, como familias y como comunidades organizadas-, se conozcan en otros países y la aspiración es que lleguen a toda la región latinoamericana”.