Este movimiento que propende por la unión de voluntades para satisfacer necesidades puede aportar en la sostenibilidad de las ciudades latinoamericanas, en opinión del experto Oswaldo León Gómez.
Un ejemplo destacado de cooperativismo en Latinoamérica es el de algunas ciudades pequeñas en Colombia: allí sus pobladores se reúnen en una cooperativa que gestiona el acueducto local para suministro de agua potable, uno de los Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
Con acciones de este calado y claro, otras de mayor expresión e impacto económico -como la unión de pequeños capitales para la creación de grandes proyectos empresariales-, es que afirma Oswaldo León Gómez que el cooperativismo, ese movimiento que avanza a sus casi 200 años de presencia mundial, puede aportar a cumplir los ODS.
El gerente cooperativo de Confiar, una cooperativa colombiana que nació en la década de los años 70 con los aportes de 33 trabajadores de una ensambladora que unieron sus ahorros navideños y que hoy es una cooperativa con presencia en buena parte del país.
Gómez explica que en Latinoamérica los modelos políticos han influido el desarrollo o no, del cooperativismo. Un ejemplo de ello es Chile donde “está reducido a su mínima expresión pues allí prima el modelo neoliberal. Unas pocas experiencias rurales y unas en las ciudades que reúnen a empleados del gobierno con intermediación financiera a sectores como la educación”.
Agrega el experto que en México las cajas populares que en su momento fueron importantes han perdido presencia con relación a otras organizaciones “como las microfinancieras con presencia en Centroamérica también, que buscan prestarle dinero a los pobres pero que ven a esta población no como una opción de inclusión sino una de negocios”,
Sin embargo, explica Gómez, en países como Argentina el cooperativismo “tiene un desarrollo importante en ahorro y crédito por la unificación de las cooperativas en Credicoop que es un banco importante que tiene”.
Otro enfoque para Gómez es el que han tomado las cooperativas en países con gobiernos que él denomina “progresistas o alternativos como Bolivia y ni se diga en Venezuela”.
Teniendo en cuenta que el cooperativismo genera cohesión social y también, además del enfoque crediticio y financiero, su enfoque esencial es el empresarial, Gómez explica que es una gran oportunidad para generar sostenibilidad a las ciudades y zonas colombianas en el inicio de su posconflicto y su proyecto de paz.
Explica que cada uno de los excombatientes recibirá poco menos de US$3.000 para proyectos productivos. Sí esa inversión se realiza de manera individual, ese capital podría ser insuficiente para sostener el emprendimiento. De hecho estudios de Global Entrepreneurship Monitor para Argentina han indicado que en países emergentes entre el 50 y 75% de los emprendimientos fracasa en los tres primeros años porque no es rentable.
Un remedio para ello, según Gómez, es el cooperativismo. “Tenemos que trascender el modelo educativo actual; que promueve el individualismo y que todo el mundo puede ser emprendedor con un pequeño capital; para pasar a trascender más acciones colectivas. Sí un guerrillero toma ese dinero sus posibilidades van a ser muy mínima, al cooperativizar puede hacer cosas más sólidas, de carácter empresarial”, reiteró.
Generación de empleo, de vivienda, de empresa, de entidades financieras y de ahorro, son posibilidades de desarrollo sostenibles y que impactarían directamente algunos de los ODS de la ONU. Pero Gómez no oculta que en el contexto mundial el movimiento cooperativista es objeto de influencias negativas. “Hay mucha presión de la banca mundial. Desde Basilea salen las políticas para el mundo financiero y cada día hay más presión internacional del mundo para aplicar normas y políticas que son contrarias al sector cooperativo”.
Pese a ello, Gómez indica que el movimiento cooperativo también tiene trabajo por hacer y un ejemplo es el colombiano que pese a ser uno de los modelos cooperativos más fuertes en el enfoque de ahorro y crédito, su influencia en las ciudades es mínimo, al contrario de lo que pasa en poblaciones de las áreas rurales: “Estamos muy perdidos, el impacto porcentual en las ciudades es mínimo porcentualmente. En un pueblo se participa en el 50 a 60% de la actividad financiera local, en Medellín es el 2% y en Bogotá, con relación el sector financiero, es el 1%”.
El cooperativismo, según el Gerente, ha tenido un logro muy importante y ha sido aportar en la contención de la pobreza, o el fin de la pobreza como postula el primer Objetivo de Desarrollo Sostenible. Por ello, “hay que ser consecuentes con los principios de la solidaridad del cooperativismo, equidad, ser más protagonistas y en ese orden de ideas el cooperativismo tiene más futuro. Una posición consecuente y consciente. “Cuando la gente entienda que juntos rinden más y se genera más rendimiento, pues será maravilloso”.