América Latina y el Caribe también aportaron al aumento global del hambre en 2016, al crecer el porcentaje de personas que padecen este flagelo al 6,6 %. América del Sur tuvo el mayor incremento.
Aunque en el panorama global, el aumento de las personas con hambre en el mundo registró sus mayores guarismos en África y Asia, el continente latinoamericano también experimentó un inquietante aumento, según los resultados del informe presentado el viernes pasado por las distintas agencias del sistema de Naciones Unidas.
El porcentaje en América Latina y el Caribe pasó de 6,3 % en 2015 a 6,6 % en 2016, lo que significa una cifra de 42 millones de personas que padecen hambre en la región.
El crecimiento más llamativo se observó en América del Sur, donde se pasó de un porcentaje en 2015 de 5 a 5,6 % el año anterior. Mientras que América Central bajó de 6,7 a 6,5 % y en el Caribe descendió también de 18,4 a 17,7 % en 2016.
A pesar del descenso en América Central, allí la alteración del clima y las fuertes sequias hicieron compleja la situación en países como El Salvador, Honduras y Guatemala.
En América Latina se observó asimismo un mayor nivel de inseguridad alimentaria durante el trienio 2014-2016, en donde el indicador aumentó del 4,7% al 6,4%, siendo las mujeres uno de los segmentos poblacionales más vulnerables.
Este empeoramiento de las condiciones de la seguridad alimentaria está asociado a la desaceleración económica que menoscaba los ingresos fiscales y los ingresos en divisas. Esto afecta tanto a “la disponibilidad de alimentos, debido a la reducción de la capacidad de importación, como al acceso a los mismos, por un margen fiscal más limitado para proteger a los hogares pobres contra el alza de los precios internos de los alimentos, como se ha observado, por ejemplo, en algunas zonas de América Latina y Asia occidental”, señaló el informe.
Los costos han aumentado considerablemente en los países que recurren, por regla general, a los ingresos procedentes de las exportaciones de petróleo y de otros productos básicos para financiar sus importaciones y subvenciones alimentarias. La disminución de los precios del petróleo y de los minerales ha limitado la capacidad de los gobiernos de realizar inversiones y gastos públicos, con la consiguiente desaceleración, estancamiento o recesión propiamente dicha en el sector real de algunas economías.
Esto lleva a un aumento del desempleo, que ha conducido a una disminución de los ingresos. Además, estas recesiones económicas han reducido los recursos fiscales y han erosionado los recursos disponibles para mantener subsidios en servicios básicos y prestar apoyo a través de programas de protección social.
Vale señalar que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se adoptaron en septiembre del año 2000, reuniendo al mundo en torno a la reducción de la pobreza. Y en el caso concreto de América Latina y el Caribe, se hicieron enormes esfuerzos interinstitucionales y el hambre se redujo a menos de la mitad en los pasados 25 años (línea base 1990-92). Pero este nuevo aumento prende la alerta para no permitir que se convierta en un asunto estructural que impida el cumplimiento del objetivo de Hambre Cero en la región.