Sin evaluar a México y Brasil, la COVID-19 llevaría a 10 millones de personas más hacia la inseguridad alimentaria severa, advierte el Programa Mundial de Alimentos de la ONU.
A las graves consecuencias que ha dejado la pandemia por COVID-19 en Latinoamérica como los cerca de 800 000 contagiados y las aproximadamente 38 000 víctimas mortales (cifras de 27 países), ahora el Programa Mundial de Alimentos de la ONU – PMA (WFP, por sus siglas en inglés), advierte que, de no tomarse las medidas necesarias, la crisis sanitaria podría convertirse en “una pandemia de hambre”.
Según cifras de esta agencia de la ONU tomadas sobre los países en que tienen operaciones, el año anterior se contabilizaban 3.4 millones de personas que enfrentaban la inseguridad alimentaria severa, aquel concepto que el periodista argentino Martín Caparrós, calificó de eufemismo para calificar “el hambre”, el mismo título que lleva el libro que escribió sobre esta tragedia mundial.
Sin embargo, las condiciones de confinamiento y la detención de las actividades económicas por más de dos meses en la mayoría de los países de Latinoamérica y El Caribe, que según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) tendrá una contracción económica de -5.3 %; llevaría a esa hambre a otros cerca de 11 millones de personas, lo que dejaría a la región con 14.4 millones de hambrientos sin contar con datos de Brasil y México.
“Es vital y urgente que prestemos asistencia alimentaria al creciente número de personas vulnerables en la región, así como a aquellos que dependen de un trabajo informal”, advirtió Miguel Barreto, director regional para América Latina y el Caribe del PMA.
Con operaciones en 83 países del mundo, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, aporta capacitación a las comunidades en aspectos como nutrición, fomento de la resiliencia y oferta de soporte alimentario para unas 86.7 millones de personas anualmente.
Del total de la población mundial, 821 millones de personas, es decir nada menos que una de cada nueve, termina el día sin haber consumido alimentos. Una de cada tres personas de esta crisis sufre desnutrición.
Para la agencia de la ONU, estos datos incluyen a Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Perú, República Dominicana y otros pequeños estados insulares en desarrollo en el Caribe, en los que el mayor impacto de la pandemia y sus medidas restrictivas ha sido la pérdida de empleos entre la población más pobre a lo que se suma la imposibilidad de que aquellos que están en la informalidad y debían salir a diario a las calles para obtener su sustento, ya no pueden hacerlo sin poner en riesgo su vida y la de los demás.
Aunque la proyección de cifras del Programa Mundial en la región no incluyó a los gigantes México y Brasil, ni tampoco a la debilitada Venezuela, señala que en los andinos Colombia, Ecuador y Perú donde existen cerca de 540 000 migrantes venezolanos que viven en la incertidumbre de si comerán o no, esa cifra aumentaría a 1.000.000 de personas en grave riesgo de hambre.
Ahora, tan solo en 2018 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) de México informaba que 24.600.000 mexicanos padecían de inseguridad alimentaria, es decir hambre.
Por su parte en Brasil, las cifras más recientes (Índice Global de Seguridad Alimentaria), indican que este país ocupa el puesto 39 entre 100, siendo 1 el de menor hambre y 100 el de mayor tragedia. Allí se calcula que unos 13,5 millones de personas sobreviven en situación de extrema pobreza, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) para el año 2019.
En este mismo sentido, el Programa Mundial señala que adicionalmente, Haití y el denominado ‘corredor seco’ de Centroamérica (los países no insulares), es un sector en grave riesgo en el que las cifras del hambre podrían casi que duplicarse.
“En Haití, el número de personas en inseguridad alimentaria severa subiría de 700 000 a 1.6 millones”, indica la agencia de la ONU.
En Centroamérica, los 1.6 millones de habitantes que padecen inseguridad alimentaria, pasarían a ser cerca de 3 millones debido a las condiciones actuales de aislamiento y dificultades para regresar a la ‘normalidad’.
Ante este panorama, el Programa Mundial de Alimentos con su director regional para América Latina y el Caribe, exhortó a los países en los que tiene presencia en la región, a que brinden un mayor apoyo a los grupos de población más vulnerables como lo son las personas que viven en la informalidad y los migrantes.
“Trabajando juntos, podemos minimizar el riesgo de inseguridad alimentaria y proteger a los países y comunidades más vulnerables de los efectos potencialmente devastadores de la pandemia”, dijo Barreto.
La advertencia del experto impacta directamente los propósitos del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), específicamente el Objetivo número 2 ‘Hambre Cero’ que tiene como meta a 2030 la eliminación de esta condición de hambre: “Para 2030, poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas, en particular los pobres y las personas en situaciones vulnerables, incluidos los lactantes, a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año”.