“La tarea del líder es llevar a la gente desde donde están hasta donde no han estado”
Henry Kissinger
Las ciudades de América Latina y el Caribe, son construcciones sociales cuyo crecimiento en el mayor de los casos, ha sido desordenado, sin planificación urbana, sin perspectivas acordadas, con una concentración del 85% de la población regional y en otros casos, impulsadas por caprichos y deseos de poder de muchos gobernantes, que en nada buscan democratizar los espacios urbanos. A pesar del crecimiento económico que ha tenido la región en las últimas décadas, pocas son las notables experiencias de la retribución que ha tenido este progreso en nuestras ciudades, cuyos problemas se acrecientan, en la medida que no se toman medidas urgentes que consideren los derechos humanos de nuestros ciudadanos.
Entender que la acción de gobernar va mas allá del hecho de haber sido electo en un proceso de votación, conlleva a considerar las cualidades que deben tener, quienes tienen bajo su responsabilidad, el deber de velar por el cumplimiento de los derechos ciudadanos y de transformar nuestras realidades adversas, en espacios sociales que David Harvey denomina «escenarios de encuentro para la construcción de la vida colectiva». En este sentido, para lograr tan anhelada transformación, muchos dilemas han surgido en las ultimas décadas en cuanto a la necesidad de que nuestros gobernantes, sean ciudadanos con rasgos y competencias que le permitan impulsar los procesos innovadores y de desarrollo que requieren los centros urbanos latinoamericanos.
Señalaba en una oportunidad Robert Stevenson, que la política es la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación y tenía razón, pero no es menos cierto que los problemas y los nuevos contextos exigen nuevas cualidades más allá del hecho de ser parte del juego político. Bajo este entorno, es necesario poseer una cualidad imprescindible para tener éxito en política, como lo es el liderazgo político, cuyo rasgo le permitirá atraer la atención y el apoyo de sus ciudadanos en pos de un objetivo colectivo. Igualmente, este liderazgo político debe procurar cumplir con los siguientes rasgos:
- Credibilidad, que le permita mantener la confianza de sus ciudadanos.
- Firmeza, para afrontar los retos que debe afianzar en contextos difíciles y bajo fuerte presión social y política.
- Autoridad, para hacer valer los derechos de los ciudadanos y cumplir los deberes que le exige la ley.
- Honestidad, como un valor que congregue al resto de los ciudadanos en la construcción colectiva de una ciudad.
- Convicción, para actuar bajo el diálogo y la concertación ciudadana.
- Empatía, para comprender los problemas que aquejan a los ciudadanos.
Por otra parte, si bien es importante el liderazgo político, no menos relevante es considerar las cualidades gerenciales que debe tener quien va a liderizar organizaciones, recursos y proyectos que buscan mejorar la gobernabilidad y el manejo eficiente y expedito de los problemas que presenta la sociedad. Para lograr este propósito, el gobernante (líder político, pero también gerente), debe cumplir con las siguientes premisas: saber delegar, saber definir metas claras y factibles, tener capacidad de comunicación, entender el trabajo colaborativo, saber escuchar, pensar en soluciones a largo plazo, no ser egoísta y, sobre todo, actuar como un servidor público que fue elegido para administrar una ciudad.
Asimismo, otro aporte para entender la importancia de contar con líderes con capacidad gerencial, lo señala el profesor Rufus Fears, quien sostiene que un gobernante es un líder de personas libres que debe poseer cuatro habilidades esenciales:
- Una plataforma de principios, apoyada en verdades firmes, estables y fundamentales en la que cree profundamente y que forma la base de su filosofía. Frente a tiempos cambiantes, oposiciones y retos, esta base permanece intacta. Un gobernante puede cambiar los detalles de sus políticas y sus métodos, pero solo si esto solidifica aún más sus principios a largo plazo.
- Un compás moral, en el que el gobernante entienda que no gobierna a base de las encuestas de opinión pública, sino que toma decisiones siguiendo su propio compás moral, uno que está cimentado en el sentido del bien o el mal absoluto. No es un relativista. Cuando cree que algo está mal, lo dice y hace todo lo posible por combatirlo. Cuando algo está bien, está dispuesto a derrotar cualquier oposición para perseverar.
- El gobernante es ambicioso, y tiene que serlo para poder lograr una posición de poder, pero hay cosas que sencillamente hará o no hará para lograrlo. Es un hombre de integridad, que dice la verdad. Gobierna con autoridad moral y representa lo mejor para sus ciudadanos.
- Una visión clara de lo que su ciudad y su gente pueden llegar a ser. Sabe dónde los quiere llevar y qué se necesita para lograrlo. La previsión es una de sus cualidades más importantes porque tiene que poder reconocer los problemas en el horizonte y encontrar soluciones buenas tanto de corto como de largo plazo. El gobernante no solo se concentra en el hoy y el ahora, sino en el mundo que las generaciones futuras heredarán.
Ante estas nuevas exigencias gerenciales y de liderazgo político, nuestras ciudades esperan cambios significativos en la conducción de nuestros proyectos colectivos de ciudad. Para transformar socialmente las ciudades de América Latina y el Caribe, tenemos que evolucionar también en nuestra cultura colectiva, y elegir gobernantes con cualidades gerenciales que lidericen los procesos de cambio que urgentemente requieren nuestras ciudades.