Por Agustina Calatayud, Santiago Sánchez, Francisca Giraldez Zúñiga, Felipe Bedoya Maya
¿Quién no se ha encontrado parado en medio de un atasco en una gran ciudad? Esta es una escena que se ha vuelto cada vez más recurrente, especialmente en América Latina y el Caribe (ALC). Según las estadísticas proporcionadas por INRIX, hoy cuatro de las diez ciudades más congestionadas del mundo son latinoamericanas. Sin embargo, y a pesar de este contexto, existe un vacío de análisis sobre las implicaciones de la congestión y sus costos para la región.
La reciente publicación del BID es la primera aproximación donde se estiman los costos generados por la congestión en diez de las áreas metropolitanas más importantes de ALC. Este estudio se ha desarrollado a partir de técnicas de Big Data y algoritmos de inteligencia artificial que permiten no solo estimar los costos de la congestión, sino entender su dinámica y evaluar la eficiencia del diseño de políticas públicas para contrarrestarlos.
De acuerdo con los resultados obtenidos en la publicación, las ciudades de ALC tienen unos costos de congestión considerablemente altos. El área metropolitana de Sao Paulo, urbe con el mayor costo de la congestión entre las analizadas, llegó a registrar pérdidas superiores a los US$ 2 mil millones en 2019. De acuerdo con estas cifras, la ciudad pierde cerca de US$ 6 millones cada día. En contexto, esta cifra equivale a lo que el gobierno local invierte en atención a salud pública. Las siguientes ciudades en el escalafón de la región son, en su orden, Buenos Aires y Ciudad de México, las cuales registran costos de US$ 1,7 y 1,2 mil millones, respectivamente. Esto representa el doble de lo que cada gobierno local invierte en educación.
¿Qué sucede cuando comparamos estos costos con el tamaño de las economías de las ciudades analizadas?
En los casos de Río de Janeiro y Bogotá, por ejemplo, en 2019 estos ascendieron al 0,9 % del Producto Interno Bruto (PIB) de dichas ciudades. Pero fue en Buenos Aires y Sao Paulo donde los costos fueron mayores, alcanzando el 1,1 % del PIB.
Si los costos agregados de la congestión nos permiten vislumbrar la dimensión del problema para nuestras ciudades, a continuación, cabe preguntarse también cuánto nos afecta la congestión a nivel individual. En Santiago de Chile, el costo anual para los usuarios de vehículo particular sobrepasó los US$ 400 en 2019. En Bogotá esta cifra ascendió a US$ 340. Piensen que esto representa un costo de 5 centavos por cada dólar percibido en ingresos salariales para el caso de Santiago y 9 para el caso de Bogotá.
Si bien muchas de las ciudades analizadas han avanzado significativamente en el fortalecimiento de sus sistemas de transporte público, el incremento de las tasas de motorización previsto para ALC indica que se requiere redoblar esfuerzos en promover una movilidad más sostenible. En este sentido, la publicación del BID propone una serie de medidas que ayudaría a reducir la congestión.
Estas medidas están comprendidas en una batería de cinco políticas, que deben ser implementadas desde una perspectiva integral, para poder alcanzar los beneficios esperados. Estas son:
- Políticas de gestión de tráfico, entre las que se propone provisión de infraestructura, control de acceso a las vías, carriles de alta ocupación, entre otros
- Restricción del uso del vehículo particular; a partir de implementación de políticas de cargos por congestión e incrementos a los impuestos tanto de los combustibles como a la adquisición de vehículos
- Mejora de la calidad y promoción del transporte público, activo y compartido
- Integración de la movilidad y el uso del suelo
- Sincronización entre la logística y la movilidad urbana, que garantice un uso eficiente del espacio público.
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