Datos muestran el impacto de la COVID-19 en la pobreza y la desigualdad

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Columna de Nishant Yonzan – Consultor, Unidad de Pobreza y Desigualdad, Grupo de Gestión de Datos sobre el Desarrollo, Banco Mundial

Una recuperación lenta y desigual del empleo (i) en muchos países en desarrollo agita el fantasma de una creciente desigualdad en los mercados laborales. Foto de Tatiana en Pexels

Cuando nos acercamos al tercer año de la crisis provocada por la COVID-19, profundizamos nuestra comprensión del impacto de la pandemia en la pobreza y la desigualdad en todo el mundo. Uno de los muchos cambios generados por la COVID-19 fue la forma en que recopilamos los datos.  Realizar encuestas de hogares, nuestro principal método de recogida de datos antes de la pandemia, repentinamente no fue posible en la mayoría de los países en desarrollo, debido a los requisitos de distanciamiento social. Las encuestas telefónicas de alta frecuencia (i), llevadas a cabo por el Banco Mundial en colaboración con las oficinas nacionales de estadística, llenaron el vacío. Estos sondeos son más sencillos que las encuestas de hogares regulares en cuanto a formato y alcance, pero proporcionan una oportunidad que nos permite analizar los cambios en el bienestar de las familias cuando no se dispone de otras fuentes de datos.

En el informe Perspectivas económicas mundiales recientemente publicado (consulte el capítulo 4 [PDF, en inglés], los aspectos destacados [PDF, en inglés] del mismo capítulo y los gráficos [archivo comprimido]) y en un documento de antecedentes relacionado se utilizan las encuestas telefónicas de alta frecuencia para estimar el impacto de la COVID-19 en la pobreza y la desigualdad en 34 países repartidos en cinco regiones geográficas.[1] Este blog contiene un resumen de esas estimaciones.

Las encuestas telefónicas revelan la proporción de hogares que han sufrido pérdidas, que han experimentado ganancias o que no han tenido cambios en sus ingresos desde el inicio de la pandemia. No es posible conocer a través de las encuestas telefónicas de alta frecuencia la posición de los hogares en la distribución del ingreso, pero podemos usar información sobre las características del hogar, como la demografía, el nivel educativo y la residencia rural o urbana, disponibles en dichas encuestas, además de la última encuesta de hogares en el país para tratar de determinar la probabilidad de que un hogar experimente una pérdida de ingresos en 2020. Esto nos ayuda a entender si la parte superior o inferior de la distribución tenía más probabilidades de perder ingresos en ese año.

Comparamos las pérdidas en dos grupos: el 40 % inferior y el 60 % superior de la distribución del ingreso para cada país. El gráfico 1 muestra la diferencia en la probabilidad de pérdidas entre los dos grupos para las zonas rurales y urbanas, y a nivel nacional.

Una estimación positiva indica que los dos quintiles inferiores tenían más probabilidades de perder ingresos que los tres quintiles superiores. En el caso de los hogares rurales, las pérdidas fueron mixtas: en 12 países, el 60 % superior tenía una mayor probabilidad de sufrir pérdidas de ingresos en comparación con los 20 países en que el 40 % inferior tenía una mayor posibilidad de experimentar pérdidas. En el caso de los hogares urbanos, las pérdidas fueron predominantemente mayores para el 40 % inferior: 29 de los 34 países informaron que el 40 % inferior sufrió pérdidas más altas en comparación con el 60 % superior. El análisis indica que la pandemia fue particularmente dura para los hogares urbanos pobres y puede haber aumentado la desigualdad en las zonas urbanas. 

Gráfico 1: Proporción de hogares con pérdidas de ingresos durante 2020, el 40 % inferior menos el 60 % superior

Las encuestas telefónicas no capturan el volumen de estas pérdidas de ingresos, pero al distribuir el crecimiento del PIB sectorial de los países entre los hogares urbanos y rurales utilizando la información del gráfico 1 y algunos supuestos adicionales analizados en el documento de antecedentes, podemos calcular la pobreza y la desigualdad en 2020.

Encontramos que la pobreza extrema aumentó en 2020 en todos los países  (gráfico 2). Los cambios previstos en la pobreza extrema sin la existencia de la COVID-19 se presentan en el panel izquierdo y los cambios simulados debido a la pandemia se muestran en el panel central. El panel de la derecha muestra el efecto neto de la pandemia, o la suma de aquellos que habrían salido de la pobreza extrema en 2020 si la pandemia no hubiera ocurrido y aquellos que cayeron en la pobreza extrema en 2020 en comparación con 2019 a raíz de la pandemia. En promedio, la pobreza extrema provocada por la COVID-19 aumentará en 0,9 puntos porcentuales en los 34 países, y en 1,3 puntos porcentuales si solo consideramos los países de África subsahariana.

Gráfico 2: Cambios en la pobreza extrema provocados por la COVID-19

Si bien hubo grandes aumentos de la pobreza en la mayoría de los países, los cambios estimados en la distribución del ingreso o el consumo entre los hogares fueron pequeños. Esto se debe a varias razones. En algunos países, casi todos los hogares experimentaron perturbaciones negativas en materia de ingresos, independientemente de su lugar inicial en la distribución del ingreso. En otros países, los hogares más afectados —los pobres de las zonas urbanas— no se ubican en la parte inferior de la distribución nacional. En cambio, en los países de ingreso bajo, los más pobres tienden a vivir en zonas rurales y a trabajar en la agricultura, el sector que se vio menos afectado por la pandemia. En otros países, el apoyo a los ingresos por parte del Gobierno mitigó las disminuciones del ingreso en la parte inferior.

El gráfico 3 muestra la variación en la desigualdad en 2020 en relación con 2019. El panel izquierdo presenta los cambios en el índice de Gini y el panel de la derecha muestra los cambios en el coeficiente de ingresos del quintil superior al inferior. Encontramos que en 27 de los 34 países se produjo un aumento de la desigualdad medida por el índice de Gini. El aumento promedio fue pequeño, ligeramente inferior al 1 %. Del mismo modo, en 30 de los 34 países se registró un aumento en el coeficiente de ingresos del quintil superior al inferior. Para estos 30 países, el quintil superior (en relación con el quintil inferior) tuvo en promedio un 2,2 % más de ingresos en 2020 en comparación con 2019. 

Gráfico 3: Cambios en la distribución del ingreso provocados por la COVID-19

Es probable que los impactos inmediatos de la pandemia en la desigualdad de ingresos dentro de los países sean pequeños, según estas simulaciones. Pero es posible que se vean agravados por factores que plantean riesgos a largo plazo para la desigualdad y la movilidad social, ampliando las diferencias de oportunidades preexistentes. Como los grupos desfavorecidos sufren perturbaciones mayores y más duraderas, también son más propensos a adoptar mecanismos para afrontar las consecuencias, como agotar sus ahorros y vender sus activos, que afectan sus perspectivas económicas y su capacidad para enfrentar futuras crisis.

Una recuperación lenta y desigual del empleo (i) en muchos países en desarrollo agita el fantasma de una creciente desigualdad en los mercados laborales. Una gran proporción de niños de las familias más pobres casi no tuvieron acceso a oportunidades de educación durante el cierre de las escuelas en los países en desarrollo, lo que dio lugar a disparidades en el aprendizaje que podrían reducir aún más la movilidad intergeneracional. Para evitar que estas tendencias diferenciadoras se arraiguen, las intervenciones de políticas deben focalizarse en los hogares vulnerables, los niños y los trabajadores desfavorecidos. También deben promover un crecimiento económico que apoye una recuperación sólida del empleo y los ingresos.

Columna publicada originalmente en Blog del Banco Mundial