La directora de la Fundación Natura, Elsa Matilde Escobar, planteó ante el Low Carbon City Forum que para maximizar los beneficios climáticos que generan los bosques, es necesario que las ciudades se esfuercen por conservar los recursos forestales que aún quedan y los manejen de manera sostenible.
En tal sentido planteó que “si los riesgos que recaen sobre los humanos por el cambio climático son devastadores y los retos para mitigarlo y disminuir el aumento de la temperatura global están hoy bien documentados”, es preciso entonces emprender acciones individuales y como comunidad global que detengan la pérdida y la degradación de los ecosistemas e impulsen su restauración.
“Los sistemas naturales y las soluciones basadas en la naturaleza –precisó– ayudan a mitigar los riesgos de los desastres, como los deslizamientos e inundaciones causadas por la transformación climática”.
En el balance de la situación catastrófica que vive el planeta, y que debe llevar a que todos nos sintamos implicados, citó la tala de algunos de los hábitats biológicamente más ricos sobre la Tierra, para ser utilizados para la agricultura y la ganadería; el arrasamiento de alrededor del 30% de la cobertura forestal, y la degradación del 20% de ésta.
“La deforestación y la degradación de los bosques son responsables de cerca del 24% de los emisiones globales, más que el sector transporte global”, puntualizó.
Impactos socioambientales
También llamó la atención de que los proyectos y planes de ciudad muchas veces priorizan la construcción de infraestructuras y los enfoques desde el mero rendimiento económico, relegando los impactos socioambientales que –tal como es el caso de los proyectos impulsados por la Fundación Natura–, tienen como objetivos “mejorar la calidad de vida de los pobladores, ayudar a que sean más saludables, facilitar la vida de las mujeres rurales, recuperar ecosistemas estratégicos y ya casi desaparecidos, buscar la reforestación productiva, e implementar buenas prácticas de producción agropecuaria”.
En el caso concreto de Colombia, criticó que siendo este un país megadiverso, “desafortunadamente la investigación sobre biodiversidad es nula”, puesto que en el área de ciencias naturales de Colciencias apenas capta el 0.05% del presupuesto general.
“Esa situación lleva a cualquier país a no tener soluciones colectivas para frenar la pérdida de biodiversidad, a no saber cómo generar riqueza ni soluciones a los problemas desde las oportunidades que brinda la naturaleza, a no saber corregir las malas prácticas agrícolas que originan ecosistemas no resilientes, y a no saber entender la complejidad de lo que significa el medio ambiente”.
Pésimo ejemplo
La situación descrita, según la directora de la Fundación Natura, sitúa a Colombia como un pésimo ejemplo en Latinoamérica y en el mundo en el aporte de soluciones para frenar la emisión de gases atmosféricos de efecto invernadero.
Y para acabar de ajustar –explicó– a ello se agrega que uno de los pocos bosques urbanos que aún quedan en el país, como es la reserva forestal Thomas Van der Hammen en Bogotá, está en planes de urbanización por parte de las autoridades distritales.
“Eso es un despropósito y un atentado ambiental que dejaría sin verde a la capital del país, y privaría a la sabana de Bogotá de los efectos benéficos que significan los árboles, que son reguladores del clima y del carbono”.