La ciudadanía se saturó del fondo y la forma de hacer política, aquella gestión y administración que se encuentra lejos de lo que sucede en los distintos territorios, de cómo vive la gente, de sus problemáticas y sus ideas de transformación. La ciudadanía se hastío de la desigualdad, del costo de vida, de la salud precaria, de la corrupción, de la represión, de las colusiones, de los supuestos y proyecciones de los programas de gobierno que se rigen por la tiranía de los promedios. El gran tema es que el pastel se encuentra fuertemente mal distribuido, lo que se traduce en la situación de pobreza que se perpetúa a escala regional, en la que viven más de 180 millones de latinoamericanos y latinoamericanas. Hay un pero, casi siempre lo hay. Alguien ganó con esto, unos pocos, una élite económica (un 1 %) que mantuvo su patrimonio e incluso lo aumentó, capturando y encapsulando la riqueza de toda la región. Se activó la crisis, explosión e implosión social, desde el cansancio desencadenado por el abandono y abuso de décadas.
Fueron unos países primero; Honduras y Venezuela con crisis política que lleva años; Guatemala y Perú destituyeron presidentes; Colombia y México con heridas abiertas por décadas de vulneraciones y abusos; Haití, Ecuador, Bolivia y Chile con una serie masiva de manifestaciones pacíficas y nodos específicos de violencia, aquella que impera en la región más violenta, desconfiada y desigual del mundo. Ese es el rostro de América Latina, un rostro que duele y que ningún país escapa con tensiones y contradicciones internas. Los países que no fueron nombrados en estos ejemplos reales no están mejor o peor, son parte de la crisis profunda de desigualdad regional.
Desde TECHO tenemos un rol claro para la región, seguir trabajando desde, para y con las comunidades de asentamientos populares. Además, de movilizar a las juventudes para desarrollar iniciativas que desde el trabajo colaborativo con pobladores y pobladoras mejoren su calidad de vida, para evitar que la lluvia, el barro y el viento entren a una vivienda; para que el sueño de una niña de 5 años no sea tener una opción de saneamiento; para que un anciano no muera esperando por tener agua potable; para que ningún hogar se queme por una vela o una mala conexión eléctrica, la que se ha llevado la vida de cientos de personas en cada país de América Latina. Nuestro desafío es territorializar el trabajo con acciones, haciendo visible aquellos rostros de nuestra región, personas que desde los bordes urbanos, sociales y políticos no son un concepto analítico o un gráfico de tendencia, son actores protagonistas en la construcción de las ciudades, del hábitat en el que vivimos, del empuje diario por vivir mejor.
Hace poco más de un año, más de 4000 jóvenes de todos los países de la región, de todos los sectores, agrupaciones e ideales, participamos del movimiento organizado por TECHO, Ciudades X Jóvenes, en donde determinamos los ejes de acción fundamentales para la vida en las ciudades, que son importantes de recordar en momentos en donde nos jugamos el presente y futuro de América Latina:
1.- Gobernanza democrática de las ciudades: Promoción del diálogo multiactor para construir agendas colaborativas, acordando objetivos, metas y proyecciones sobre la vida en cada ciudad. La generación de una planificación urbana eficiente y eficaz, debe ser conducida desde la cogestión y corresponsabilidad de todos los actores y sectores.
2.- Superación de pobreza y desigualdades: Revertir las desigualdades priorizando población en situación de pobreza, desde la generación de iniciativas integrales e innovadoras en temas de vivienda adecuada, servicios básicos, equipamiento urbano y reducción del riesgo a desastres.
3.- Promoción de derechos sociales en el territorio: Énfasis en la generación de propuestas en temáticas de educación, empleo, transporte y salud. Para un marco de convivencia ciudadana sin discriminación, se deben garantizar los derechos sociales que permitan vivir de forma digna y democrática.
4.- Cultura y ciudades de paz: Desde la reivindicación y promoción del derecho a la ciudad, se debe promover la formación para la convivencia ciudadana, gobernanza local, prevención de violencia y promoción de la paz, desde la reconstrucción de identidades y la inclusión.
5.- Territorios ambientalmente sostenibles: Creación de iniciativas para el manejo de recursos naturales, transporte sostenible, espacios públicos, que promuevan el equilibrio entre el entorno y los recursos disponibles, además de la reducción y prevención del riesgo a desastres.
Los gobiernos, nacionales, locales y toda institución pública deben territorializar sus iniciativas en dirección a la erradicación de la pobreza, la reducción de las desigualdades, la no discriminación, la generación de ciudades y comunidades prósperas y sostenibles, un medioambiente sostenible y la igualdad de género, desde la toma de decisiones que integre todas las voces de América Latina. Si no se conoce el territorio, no se pueden generar agendas que reflejen las demandas sociales.
Los desafíos para la justicia e igualdad inician con una etapa de apropiación, de reconocer objetivos comunes e hitos colectivos, para dar paso a una implementación desde acciones consistentes con las necesidades y oportunidades existentes en cada territorio. La apropiación da paso a una implementación con impacto, pero demanda diseñar y consolidar mecanismos de coordinación efectivos para que comunidades, juventudes, academia, sociedad civil y gobiernos locales intervengan en la agenda política, una que se hace desde el territorio.
De las crisis se sale con instituciones fuertes, con participación ciudadana real, efectiva y vinculante, que generen políticas de corto y largo plazo que impacten en el nudo crítico de la desigualdad. En pensiones dignas, educación, salud, suelo y vivienda, agua, saneamiento, medioambiente, bajo el imperativo de que todos y todas debemos ser considerados como iguales, como responsables de un mañana en donde la justicia no sea un suelo, sí algo que construyamos. ¿Cómo será? Vale la pena intentarlo.