Las ciudades contienen un peligroso cóctel de estresores ambientales que los mandatarios locales deben tener en cuenta para salvar vidas y preservar la salud. Esa es la conclusión de un artículo publicado en European Heart Journal, una revista científica de la Sociedad Europea de Cardiología.
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad en el mundo, y en particular en Europa, donde representan el 47 % y el 39 % de todas las muertes en mujeres y hombres en esa región. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha abogado por una planificación urbana que apoye el uso de la bicicleta, la caminata y coadyuve a mejorar la calidad del aire.
«Para 2050, tres de cada cuatro personas vivirán en ciudades, donde se consume hasta el 80 % de la energía y se emite el 70 % de los gases de efecto invernadero», explicó el autor de un estudio sobre el tema, el profesor Thomas Münzel, del Centro Médico Universitario de Mainz (Alemania). «Hay acciones limitadas que las personas pueden tomar para protegerse de los contaminantes, por lo que los mandatarios locales y los responsables políticos deben asumir esta responsabilidad», añadió.
El estudio resume la evidencia de las conexiones entre el mal aire, el ruido, la temperatura, la luz exterior y las enfermedades cardiovasculares.
La contaminación del aire es responsable de alrededor de 800 000 enfermedades mortales al año en Europa, de las cuales alrededor de la mitad son ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Las emisiones del transporte son el mayor contribuyente a la contaminación del aire en las ciudades de todo el mundo. Del mismo modo, la fuente dominante de ruido es el tráfico vehicular, lo que aumenta el riesgo de cardiopatía isquémica. Se ha estimado que la exposición a largo plazo al ruido del transporte es responsable de 48 000 nuevos casos de cardiopatía isquémica cada año en la UE.
También la contaminación lumínica nocturna se ha relacionado con la hospitalización y la muerte por enfermedad coronaria. Y de otro lado, las áreas urbanas de hormigón absorben y reemiten el calor del sol, lo que provoca un aumento de las temperaturas. Estos efectos de isla de calor se han relacionado con muertes durante las olas de calor, que podrían mitigarse con la vegetación.
Los estresores ambientales se agrupan y se necesitan acciones que los combatan a todos. «La transición a ciudades que promueven la vida local y la movilidad activa y sostenible se reconoce cada vez más como un beneficio colateral para la salud y el medio ambiente», afirma el estudio.
Ahora se reconoce que la planificación urbana es una forma de abordar los resultados adversos para la salud. Los diseños incluyen zonas sin automóviles y ciudades compactas que acortan las distancias de viaje. Limitar el uso del automóvil y aumentar el transporte público y activo (caminar y andar en bicicleta) promovería la salud del corazón al reducir la contaminación del aire, el ruido y los efectos de isla de calor, además de aumentar la actividad física.
Los autores de esta investigación piden «un replanteamiento radical sobre cómo organizamos la forma en que vivimos en el futuro para proteger la salud humana y planetaria».
El profesor Münzel sentenció: «Las personas pueden evitar las zonas contaminadas y usar tapones para los oídos, pero el cambio real requiere el compromiso de los políticos. Se espera que las áreas metropolitanas alberguen una proporción cada vez mayor de la población mundial en los próximos años. Ahora es el momento de diseñar ciudades que promueven la salud en lugar de dañarla».