Con base en la participación ciudadana, la iniciativa chilena DronLab integra la tecnología de drones y la cultura de las comunidades, para así gestionar el riesgo en barrios o asentamientos informales de las ciudades latinoamericanas.
Los drones ya son un elemento inevitable en la sociedad. Sus primeros usos fueron en aplicaciones militares, pero con su progresiva popularización sus aplicaciones han variado, ampliándose el número de consumidores y de sectores que los utilizan. Para las ciudades son hoy herramientas muy interesantes para la planificación.
Las colinas más altas de la ciudad costera de Valparaíso acogen cerca de 65.000 viviendas en las que habitan cerca de 192.000 personas, es decir el 62% de la población de la urbe de 311.000 habitantes.
Y al igual que en muchas ciudades de Latinoamérica, en esas colinas están asentadas muchas de las comunidades y los territorios informales que debido a esa ocupación están sujetas constantemente a los riesgos de desastres naturales como los incendios que en el año 2014, dejaron 2.656 viviendas quemadas, afectando a más de 12.000 personas en la ciudad asomada al océano Pacífico.
Frente a esas realidades e influenciado por sus investigaciones sobre “las maneras en que la gente se expresa autónoma e informalmente en las ciudades, especialmente en prácticas culturales”, el arquitecto chileno Lautaro Ojeda Ledesma, doctor en Ordenamiento Territorial de la Universidad de Bretaña Occidental en Francia; lidera ahora el proyecto piloto DronLab.
Este es un proyecto con el que, a través de esta tecnología unida al trabajo y aporte colaborativo de las comunidades en zonas de riesgo; se genera información de alta calidad para gestionar, junto a las universidades y organismos, ese riesgo, incluso para fomentar el fortalecimiento institucional de los organismos de atención de desastres en su país.
“Nos hemos concentrado en el estudio del hábitat informal y trabajando de manera colaborativa, concentramos esas investigaciones en gestión del riesgo en asentamientos informales en Valparaíso y Viña del Mar”, explica el director del Centro de Investigación de Vulnerabilidad e Informalidad Territorial de la U. de Valparaíso (Cinvit) y también investigador del Centro de Investigación de Desastres Naturales de la U Católica de Santiago (Cigiden).
Ojeda Ledesma explica que en su país las zonas de asentamientos informales están ubicadas en los perímetros urbanos y por estar en esos límites están considerados “rurales” y por lo tanto quedan por fuera de la influencia de las normas de gestión del riesgo, quedando así aún más vulnerables.
Por ello y para unir a la comunidad y la academia, el piloto de proyecto DronLab capacita a los integrantes de determinado sector informal en el manejo de los drones, como en el campamento Felipe Camiroaga en Valparaíso o en La Honda en Medellín, donde se realizó una jornada como muestra (a través del Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de la Universidad Eafit Urbam). Con estos pilotos capacitados, se genera una red que será el sustento de la parte ‘aérea’ del DronLab.
A ello se suman talleres en los que desde los expertos aportan a toda la comunidad conceptos de riesgo como propuesta esencial pero que también están abiertos a las propuestas temáticas que la comunidad considere relevantes y que puedan aportar, por ejemplo, en planificación y gestión de territorio: regularización de asentamientos, micro riesgos o gestión de medio ambiente y basuras, “todas esas coordenadas sociales las cruzamos con coordenadas técnicas”.
El experto señaló que “como el dron es muy herramienta ágil y precisa, de uso muy rápido y como genera insumos de planificación extremadamente acelerados, volamos uno de ellos y generamos una cartografía, un mapa y el producto puede estar disponible en tan solo una semana”.
La información que se genera puede escalarse en distintos niveles de profundidad: una muy básica como la foto aérea del dron para que la comunidad identifique sus lugares más destacados o realice un mapa de evacuación. Otro nivel es mucho más especializado: se integra con las necesidades de los expertos como data geográfica o curvas de nivel, entre otras, pero que en conjunto es información dejada libre en una plataforma dispuesta para ello en el Cigiden para quien la requiera: comunidad, expertos, academia u organismos estatales.
De ciudad informal a ciudad informal
Respecto al ejercicio que se realizó la semana anterior en la zona nororiental de Medellín con el acompañamiento de Urbam, (Ojeda fue el invitado internacional de la Mesa Urbam “¿Es posible una convivencia segura con el riesgo en las montañas de Medellín”, que se realizó en Eafit el miércoles 22), el arquitecto chileno explicó que hay elementos comunes entre Valparaíso y Medellín como la condición topográfica y en especial, la “soberanía comunitaria muy bien instalada, la colectividad prevalece a la individualidad que es contraria a la ciudad formal donde prevalece lo individual”.
Lo que es distinto entre ambas ciudades latinoamericanas para Ojeda Ledesma es que hay una mayor intersectorialidad y proyectos vinculantes entre los actores de la gestión del riesgo institucionales, académicos y comunitarios. “Tenemos la Ley 20.500 que permite una participación consultiva pero no vinculante. En Chile necesitamos cambiarlo y se trabaja en ello, sino no sirve hacer participación y solo consultarlos”, advirtió.
Otras de las diferencias mencionadas por el experto a nivel cultural es la participación en las capacitaciones. Mientras en territorio chileno los adultos mayores lideran las operaciones de pilotaje de drones, en Medellín fueron los niños quienes sorprendieron al director del Cinvit de la Universidad de Valparaíso: “pasó que los niños estaban muy excitados (emocionados), querían volar y todo pero cuando hicimos el taller ellos estaban muy preocupados y nos decían ‘acá puede haber deslizamiento’ y denota una capacidad colectiva de transmisión de lo que pasa en el barrio, es un tema de memoria de la comunidad también”.
Aportando en el fortalecimiento institucional
Como otro aporte del proyecto DronLab y del trabajo que Ojeda y sus colegas realizan en sus ciudades, el investigador manifestó que desde el Cigiden con el director Rodrigo Cienfuegos, el trabajo de las universidades ha impactado positivamente en la consolidación del Onemi (Oficina Nacional de Emergencias), pues como centro de investigación desde hace cinco años ha integrado una mesa para aportar en la consolidación de los organismos de gestión y atención de riesgos y desastres.
“En 2010 el Onami era una oficina de dos personas administrativas sin ninguna facultad de coordinar de manera intersectorial para actuar con los actores de emergencia en caso de un desastre”, declaró Ojeda Ledesma quien además indicó que con todo el trabajo de las universidades, los centros, y las comunidades, avanzan en esta línea de desarrollo social en territorios informales y por ello “estamos en esta dinámica de revelar el conocimiento local pues la final el desastre es social”