Por Virginia RIZZO
Licenciada en Ciencias del Ambiente – Directora del Observatorio Socioambiental
Desde hace un tiempo que la noción de economía circular ronda las temáticas urbanas y es considerada por quienes trabajan en el diseño de las políticas públicas con arreglo a los preceptos del desarrollo sustentable. No es casualidad que en estos tiempos de dinámicas aceleradas y revisión y cambios de paradigmas, las prácticas sociales en el ámbito económico urbano evolucionen como lo hacen tantos otros aspectos de la organización humana.
Al concebir ambientalmente este conjunto de nuevas prácticas de producción, circulación e intercambio reconocidas como “circulares” notamos que remiten a las ideas de innovación y diseño del siglo XXI; y ese quizá sea un aspecto interesante para analizar las vinculaciones que pueden llegar a haber entre economía y ambiente, dado que la circularidad, como concepto, conlleva una necesidad implícita y sostenida a lo largo de los años, de repensar los sistemas de producción y consumo en las sociedades actuales.
Sabemos que la moderna empresa es altamente tecnificada y que la producción exige contemplar la eficiente explotación o utilización de los recursos invertidos, vertebrando complejas, “sustentables” y exitosas cadenas de valor –sea por la adopción de políticas empresariales verdaderamente preocupadas por el impacto ambiental, por estándares requeridos de responsabilidad social empresaria o porque las obligaciones legales así lo establecen–, pero también sabemos que en la logística de circulación, consumo y descarte de bienes y servicios existen muchas cuestiones a resolver que se encuentran directamente ligadas a las dinámicas de las ciudades.
Deconstruir el camino de la linealidad
Por definición, la economía circular es integradora, reparadora y regenerativa, puede funcionar eficazmente en variados tipos de escala y pretende que los productos y recursos en general mantengan su utilidad y valor en todo momento en las cadenas de producción como de consumo, planteando una marcada distinción conceptual entre los ciclos técnicos y biológicos.
En tal sentido, los recursos se regeneran dentro del ciclo biológico (por ejemplo, el compostaje) o se recuperan y restauran gracias al ciclo técnico (por ejemplo, el reciclaje). Dentro del ciclo biológico, a su vez, distintos procesos permiten regenerar los materiales descartados, pese a la intervención humana o sin que esta sea necesaria. Mientras que en el ciclo técnico, con la suficiente energía disponible, la intervención humana recupera los distintos recursos y recrea el orden, dentro de la escala temporal que se plantee (por ejemplo, los reciclajes de las botellas de plástico).
Es en este punto que la lógica de la economía circular constituye una alternativa atractiva y viable que ya han empezado a explorar distintas empresas y administraciones gubernamentales para deconstruir este camino de linealidades y volverlo una espiral de acciones circulares en las que el uso y reuso de la materia prima es la principal componente.
Nuevos modelos de negocios ecosostenibles
De este modo, se plantea un ciclo continuo de desarrollo positivo que conserva y mejora el capital natural, buscando optimizar el uso de los recursos, propiciando múltiples mecanismos de creación de valor no vinculados al consumo de recursos finitos y produciéndose además en ciclos biológicos eficaces por lo que los postulados y prácticas de la economía circular admiten la generación estrategias tendientes a fomentar nuevos modelos de negocio, transformación productiva y cierre de ciclos de materiales.
La implementación de esta estrategia fortalece sistemas de producción donde se utilizan nuevos materiales, se aprovechan de manera eficiente los recursos y definen el cierre del ciclo de uso de los productos de manera articulada. Entonces, para lograr sus propósitos, la estrategia de la Economía Circular aplica una dinámica de cadena de valor que vincula a los productores, proveedores, consumidores y demás actores sociales.
La economía circular, nos obliga de tomar nuevos retos, constituir alianzas interinstitucionales que permitan avanzar en el crecimiento e implementación de nuevos modelos de negocio ecosostenibles e innovadores.
Una nueva economía para el desarrollo urbano sostenible
Es el momento de volcar la mirada hacia el ámbito local y pensar cómo introducir propiciar y sostener estas novedosas prácticas sociales. Las administraciones municipales, el primer cordón de contención donde transcurre la economía real, deben constituirse en los promotores principales de estos postulados e iniciativas, quizá ampliando las tradicionales funciones de control y monitoreo de la actividad productiva y comercial urbana en relación a la protección del ambiente.
Quizá podamos comenzar a pensar en planificar no ya de qué manera adaptarse y actuar para mitigar efectos no deseados de nuestras prácticas y modos de organización y producción económica, sino de desplegar todo un abanico de revisiones que abarquen aspectos que muchas veces pasamos por alto y que se encuentran en las bases mismas de los desafíos ambientales que plantea la sustentabilidad urbana. Adaptar nuestro sistema productivo a tales fines desde los postulados de la economía circular puede llegar a aperturar un debate enriquecedor y eso sería un excelente punto de partida.
Todo ello, teniendo en cuenta que hay muchos aspectos a tener en cuenta antes de avanzar desde posiciones fundamentalistas que demonicen a actores y responsables de uno y otro lado, en ese complejo ovillo relacional al que denominamos cuestión urbana que siempre requerirá de instancias de mediación entre intereses muchas veces contrapuestos como complementarios.
Desde esta óptica, podemos lograr cada día mejores técnicas para “limpiar” nuestras ciudades, pero por qué también no darnos el espacio de pensar en ser capaces de “ensuciarlas” cada vez menos y con desechos de “mayor calidad”.