El boulevard del Río Cali, una especie de pulmón espiritual de la ciudad.

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Carlos Fernando Rodríguez B
21 septiembre, 2018 - Inclusión

El viernes por la tarde, desde las cuatro, cuando el viento en la ciudad se vuelve intenso, reduciendo el calor natural de la ciudad, en el Boulevard del Río se congregan grandes cantidades de personas, se podría decir que cientos, a conversar, a beber cerveza, a montar en tabla, a ver actividades artísticas; se forman muchos grupos reunidos para disfrutar. Ese es el valor de uso de la ciudad, el disfrute, el ocio, el gozo estético.

Una de las hipótesis sobre la violencia urbana y sobre los problemas psicológicos de sus habitantes, se relaciona con la falta de espacios para valor de uso, cuando la ciudad solo se piensa en el valor de cambio (lo productivo) y las nuevas urbanizaciones o conjuntos residenciales buscan maximizar los beneficios económicos, reduciendo espacios de disfrute a sus habitantes.

Pero tambíen vemos casos de algunos parques de barrio, que son amplios, arborizados y adecuados para el disfrute, pero son tomados por grandes agrupaciones de jóvenes que los convierten en sitos de consumo de estupefacientes, y espacios «peligrosos» para ser visitados por las familias tipo de sus alrededores-.

Es decir, hay espacios para el uso de la ciudad pero estos de igual manera representan un factor de mayor violencia y falta de convivencia. Ahí queda la inquietud.

En la ciudad de Cali, desde el año 2012 se adecuó un nuevo espacio en el centro de la ciudad destinado totalmente para el disfrute y hoy seis años después se considera que ha cumplido su objetivo inicial y ha abierto un nuevo entorno para apropiarse y disfrutar de la ciudad, es el Boulevard del Río.

El boulevard es un espacio que ha resultado exitoso para el uso de los ciudadanos. Fue un acierto creado pues el trazo original de la ciudad no lo incluía, es un trayecto que se le «robó» a las congestionadas vías que antes pasaban por este mismo sitio; fue un proceso de transformación urbana para brindarle a sus ciudadanos más espacios de disfrute: hundir una vía de alto flujo de tráfico, cubrirlo, crear un túnel de más de un kilómetro de largo y por encima diseñar un paseo peatonal entre el río y antiguos y emblemáticos edificios, rematando en la iglesia símbolo de la ciudad, La Ermita.

Espacios como el boulevard, a pesar de ser creado para un «ocio controlado» brinda la oportunidad de que las personas disfruten de la ciudad sin necesidad de comprometerse economicamente, no viéndose obligados a consumir o a exponerse a la publicidad y a las tentaciones compradoras mientras se recrea, que es lo que sucede en los centros comerciales.

El bolulevard permite recibir una de las fortalezas de la ciudad, la brisa vespertina y verse expuesto a su exquisitez en medio de esa luz tenue del atardecer y rodeado de cientos de personas conectadas con esa sensación placentera. Cualquier día y cualquier época del año son apropiados para estar en el boulevard, un día laboral, un día festivo, un sábado, en vacaciones de medio año, en diciembre, en semana santa. Es un espacio de inclusión, tolerancia, convivencia y seguridad. Hay una leve vigilancia que aunque no cumple un papel represivo o coercitivo sí asegura una estadía tranquila en el sitio.

Allí podemos encontrar familias tradicionales, empleados de oficinas, obreros, hipsters, población lgtbi, ciclistas, artistas, estudiantes de colegios, habitantes de calle, turistas, atletas, desempleados. Es un sitio que aun no ha sido tomado por un sector específico de la sociedad convirtiéndolo en una especie de ghetto; aquí todavía cabe la gran diversidad de la ciudad.

Hoy cientos de personas se lo toman a diario, forman grupos relacionados por cierto interés y explayan todas sus presiones durante dos o tres horas para retornar a sus dinámicas laborales y sociales propias.

El boulevard es un pulmón espiritual de la ciudad, espacio de liberación de tensiones, de encuentros inesperados, de aprendizaje con otros, de disfrute ambiental, de conversación, de conocimiento humano, de diversidad.

Aquello que la ciudad nueva comenzó a destruir al formar los barrios dormitorio en los suburbios y la división de la vida de la gente en funciones separadas, espacios como el bolulevard tratan de rescatar para hacer la ciudad un espacio y un tiempo de disfrute, no solo de productividad económica.